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Apuntes históricos sobre la siquiatría en El Salvador

Después de los Sesenta y tantos empezaron a regresar otros psiquiatras salvadoreños que hicieron más aportes usando nuevos criterios de manejo, experiencias con fármacos de última generación, incorporación de procedimientos mas humanizados, etc.

Por Rodolfo Chang Peña |

A mediados del siglo XIX, mucho antes que se pensara en brindar atención médica a los enfermos mentales en San Salvador, había un lugar que funcionó como alojamiento para mujeres con padecimientos siquiátricos que deambulaban en las calles. A los orates hombres, en cambio, se les encerraba en las bartolinas municipales.


El Manicomio Central u Hospital para Dementes se empezó a construir en 1894 y entró en funcionamiento en 1896 con capacidad aproximada de 700 camas. En la práctica no era un centro hospitalario propiamente dicho porque solo proporcionaba alojamiento, alimentación y algunos cuidados mínimos. El presupuesto insuficiente apenas alcanzaba para alimentar malamente a los internados. El centro era lúgubre y mantenía en condiciones deplorables a cientos de psicóticos crónicos por los que no se hacia mayor cosa ya que a la luz de los conocimientos de ese entonces, eran considerados incurables y había que encerrarlos de por vida. Los violentos y agresivos eran aislados en celdas con barrotes como si fueran delincuentes.

Por esos tiempos no existían médicos psiquiatras y los profesionales encargados hacían lo que podían en un medio donde la miseria y el dolor eran tan naturales como la vida y la muerte. Para un centro asistencial con aproximadamente 700 camas el movimiento de ingresos y egresos era prácticamente nulo, en otras palabras, el Manicomio Central funcionaba más como un asilo que como un centro asistencial.


Digno de admiración era la actitud de los médicos de antaño que aun con todas las desventajas que se puedan imaginar se desempeñaban con los recursos que disponían y realizaban los procedimientos en boga con equipos, instrumental y una farmacopea pobre y elemental, inclusive se jugaban hasta el prestigio al practicar algunos procedimientos y terapéuticas ahora consideradas hasta peligrosas. Lo interesante es que no descuidaban su compromiso con la ética, el humanismo y los valores de la medicina hipocrática.


Aun con todo, los médicos de esa época consideraban el Manicomio Central como un logro importante para atender esta clase de enfermos y en parte tenían razón, por cuanto la nueva institución por primitiva que fuera, era un avance si se compara con lo que se venía haciendo con estos pacientes en las décadas anteriores.


El Dr. Alfonso Quiñónez Molina, quien fuera presidente de la República, también se desempeñó en una ocasión como director del Manicomio Central, cargo que consideraba honorifico aun cuando ese lóbrego caserón solo servía para encerrar enfermos mentales de por vida. Por cierto, llegaba a su trabajo montado a caballo.


El Manicomio había sido construido en los suburbios de la capital con rumbo oriente en medio de una zona arbolada y tranquila.


En las décadas de los Treinta y Cuarenta del siglo XX ya se habían dado algunos avances en psicología, psiquiatría y neurociencias en general; sin embargo, los progresos más importantes ocurrieron en las siguientes décadas. Estos hechos permitieron modernizar criterios y conceptos sobre estos padecimientos, surgieron nuevos métodos de tratamiento y progresivamente se enriqueció la farmacopea. Después de la Segunda Guerra Mundial por 1959 ya se realizaban en el país electroshocks, shocks insulínicos y se generalizó el uso de sedantes e hipnóticos. Cobró vida el aporte de las medidas de enfermería y, en cuanto al confinamiento, se cambió a periodos mas cortos, selectivos, dependiendo de cada caso y se incrementó el manejo ambulatorio. Por esos días fue director del Hospital Psiquiátrico el Dr. José Molina Martínez, otros médicos psiquiatras de la época fueron los doctores Mario Rauda, Carlos Romero Hernández, Eduardo Ortiz, Ángel Estévez Ulloa y otros.


Después de los Sesenta y tantos empezaron a regresar otros psiquiatras salvadoreños que hicieron más aportes usando nuevos criterios de manejo, experiencias con fármacos de última generación, incorporación de procedimientos mas humanizados, etc. Entre estos profesionales estaban los doctores José Miguel Fortín Magaña, Ricardo Adonai Girón, Domingo Rodríguez, Guillermo Palomo, Tito Chang Peña, Carlos Escalante, Guido Arias Bojórquez y otros que escapan a la memoria.

Médico.

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