El miedo es consustancial a la condición humana…; con mayor o menor intensidad, el miedo es un mecanismo cerebral de protección, prevención o preservación de la especie humana. Existe una diversidad taxonómica del miedo, y un conjunto variado de sinónimos: temor, pavor, espanto, horror, fobia, susto, pánico.
Generalmente le tenemos miedo a la muerte, a las enfermedades, a los fenómenos naturales -terremotos, tormentas, sunamis-, a la violencia o guerras, también a lo desconocido, a ciertos animales, a situaciones contextuales -oscuridad, alturas, etcétera-; en fin, a un amplio inventario de circunstancias.
El miedo -del latín metus; en griego phobos = temor- según la RAE es angustia por un riesgo o daño real o imaginario; suele definirse más ampliamente como una emoción negativa o desagradable ocasionada por la percepción de un riesgo o peligro, imaginario, real, presente, futuro o incluso pasado. Se trata de una emoción primaria derivada de la sensación de seguridad por la aversión natural al riesgo o la amenaza, manifestada a diversas circunstancias.
El miedo es una respuesta de la amígdala cerebral -reptiliana y límbica- de conservación, lucha, huida, enfrentamiento o paralización. Asimismo, el miedo produce efectos fisiológicos: incremento el metabolismo celular, aumento del ritmo cardíaco y presión arterial, modificaciones faciales, dilatación de las pupilas, sudoración, entre otros.
La máxima expresión del miedo es el terror o el pánico. Además, el miedo está relacionado con la ansiedad. En la actualidad existen tres corrientes diferentes sobre el miedo, que corresponden a las teorías psicológicas del conductismo, psicoanálisis y psicología profunda.
Desde el punto de vista fisiológico, el miedo es una respuesta adaptativa de supervivencia y de defensa. Desde el punto de vista neurológico, el miedo es una forma común de organización neuronal del cerebro primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada en el lóbulo temporal. Desde el punto de vista psicológico, el miedo es un estado emocional de angustia o ansiedad adaptativo a las circunstancias. Desde el punto de vista social y cultural, el miedo es un constructo inconsciente de defensa. Desde el punto de vista evolutivo, el miedo es un complemento y una extensión de la función del riesgo o del dolor.
En el reciente VIII estudio de Humor Social y Político (julio 2024) realizamos algunas mediciones en torno al miedo, y obtuvimos los siguientes resultados:
I.- El miedo es percibido como: un “estado emocional” (42.5%), una “sensación” (26.1%), un “sentimiento” (13.8%); un 12.3% “no sabe que es” y para un 3.6% es “algo religioso”.
II.- Los aspectos que generan más temor actualmente son: la situación económica (20.3%), los terremotos (18.4%) y una enfermedad (14.8%). 11.1% se consideran personas muy miedosas, 51.6% poco miedosas y 37% nada miedosas. 43.7% ha sufrido un episodio crítico de miedo. 72.5% creen que el miedo es aprendido, mientras que 17.8% creen que nacemos con el miedo.
III.- Al consultar a los entrevistados si le tienen miedo a sus padres 11% nos dijo que mucho y 8.6% poco, el resto nada. 33.4% tienen miedo a la muerte, 9% poco miedo, el resto nada.
IV.- 45.3% de los entrevistados tienen miedo de ir al infierno (72.6% de los encuestados creen en la existencia del infierno o purgatorio). 81.1% le tienen miedo a Dios, y 56.1% le tienen miedo al demonio. Las enfermedades son percibidas como un castigo (9.7%) o un mensaje de Dios (44.9%) para el ser humano.
A la luz de estos datos profundicemos un poco e interpretemos esta información sobre la base de las teorías explicativas; tomemos como punto de partida a Sigmund Freud.
Freud en “El malestar en la cultura” sintetiza casi todos los elementos de su teoría de la psique humana, articulando y explicándolos en el contexto social en que el ser humano vive y la dinámica rectora de la conducta o principio de placer. En este contexto, Freud identifica tres fuentes de dolor o sufrimiento al que el ser humano le tiene miedo: 1) nuestro propio cuerpo y sus dolencias de la enfermedad o los instintos que reclaman satisfacerse; 2) el mundo externo y sus condiciones adversas; y 3) la vida social. Ahora bien, cuando pensamos desde la antípoda del miedo, en el placer, pensamos en algo positivo, sin embargo, para Freud, la mayor parte de la experiencias que llamamos placenteras son negativas en el sentido de que consisten en eliminar un dolor; el punto es que el mundo ofrece muchas más oportunidades para sentir dolor, sufrimiento o miedo que placer.
El sufrimiento y el miedo son ocasionados por el mundo externo, y pueden disminuirse si nos unimos en grupos colectivos: clanes, tribus, etcétera. Para ello, resulta necesario canalizar el “eros” que se halla como condición personal o en el seno familiar para que forme lazos entre cada vez mayor cantidad de personas. El punto es que los lazos sociales que se crean con el eros del individuo son muy tenues, y el eros es como un “pegamento social”. De hecho, cuando hay un enemigo común, resulta ser un pegamento social incluso más fuerte que el eros. En grupo enfrentamos mejor los miedos…
Veamos la base del miedo desde otra perspectiva complementaria…: En el cristianismo occidental ha habido dos caminos catequéticos en los cuales nos educamos moralmente para afrontar los miedos: providencia católica y predestinación protestante; en ambos, la duda y el miedo es ¿seremos salvos o condenados?; con esta pregunta nos educaron y se generaron las bases del pensamiento moral y del miedo (pecado y el mal). En la tradición católica la resolución o juicio es después de la muerte (cielo o infierno), en la tradición protestante el bienestar jurídico es un signo salvífico del presente (junto con salud y bienestar económico).
La gente administra el miedo como fue educada…, y si nos educaron en base al miedo, comprometieron nuestra libertad, racionalidad y responsabilidad; no actuamos por convicciones sino por castigos y consecuencias.
Finalmente, para cerrar esta reflexión, el estoico Epicteto de Frigia nos recuerda: “No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo”
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Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu