Desde el principio de la historia de la humanidad se ha intentado dar explicación al fenómeno de la violencia. Uno de los vestigios más antiguos sobre el tema de la violencia en los pueblos antiguos, lo podemos encontrar en el sitio arqueológico de la Sierra de Atapuerca, localizada al norte de la Península Ibérica y considerado un patrimonio arqueológico de la humanidad por la UNESCO.
En este lugar se encuentran restos de las primeras comunidades de homínidos de hace más o menos un millón de años. Para los científicos, este lugar es un importante yacimiento arqueológico en donde se han preservado gran cantidad de restos de cuerpos, así como utensilios usados por los habitantes de ese sitio. Entre los restos están el llamado Homo antecessor que es la especie homínida más antigua que se ha encontrado en la parte Occidental de Europa, allí ya se encuentra evidencia de violencia en épocas tan tempranas que se calculan entre los 850,000 a 1,000,000 años de antigüedad. Los hallazgos muestran decapitaciones, desmembramientos y otras formas de violencia que están dentro de los más antiguos descritos hasta la actualidad.
En 1960 se encontró en el norte de Sudán la denominada Necrópolis de Jebel Sahaba de al menos 13,500 años de antigüedad. Los hallazgos demuestran muertes por traumas repetitivos con objetos contundentes como piedras, así como con flechas y otros objetos punzantes. Este sitio es considerado el primer lugar en donde se han encontrado un gran número de restos humanos afectados por la violencia de persona a persona. A la fecha nos demuestra datos que indican que la violencia interpersonal desarrollada en la antigüedad no era un fenómeno desconocido ni aislado.
En la Biblia, también encontramos versiones de violencia, por ejemplo, se menciona la historia de los Amalequitas, una tribu que atacaba frecuentemente los pueblos circundantes. Aun cuando, ni la Genética ni la Teología nos permiten trazar una línea clara y directa de las sociedades actuales con poblaciones en el pasado; es común oír decir en forma figurada, “Descendientes de Amalek”, este es el nombre que muchos hoy en día siguen dando a aquellos que atacan a sus enemigos por la espalda, destruyendo a los más vulnerables, débiles y que no tienen nada que ver en el conflicto. Sin enfrentarse directamente con los hombres frente a frente, es decir aquellos que les darán batalla realmente.
Para aquellos que tratan de explicar la “naturaleza violenta” del hombre, es común que intenten justificarlo en la historia del primer fratricidio de Caín sobre Abel. Especialmente entre los descendientes de Caín: Enoc, Irad, Mehujael, Metusael y Lamec (Génesis 4, 18). En especial está la historia de este último, Lamec: “Lamec dijo a sus mujeres: Ada y Zila, oigan mi voz; Mujeres de Lamec, Presten oído a mis palabras, Pues he dado muerte a un hombre por haberme herido, Y a un muchacho por haberme pegado. Si siete veces es vengar a Caín, Entonces Lamec lo será setenta veces siete.”. (Nueva Biblia Latino Americana. Génesis 4, 23-24). De la misma manera que Caín no tuvo arrepentimiento por la muerte de su hermano Abel; de esta misma manera no tuvo remordimiento en matar a un hombre que lo había herido. Lamec se jactaba de que la protección se la daba su espada.
Al grito de Lamec y con la connotación de venganza, la sed de represalia y violencia que no tiene límites; se contrapone las Setenta veces siete en las palabras de Jesús, pero en una postura que expresa Perdón. Del mismo modo, es el número de veces que la Misericordia de Dios nos perdona. Se trata de una manera antigua de definir lo ilimitado, lo que no se puede contar ni medir. Jesús dice en Mateo 18, 22: “No te digo hasta siete, más aún hasta setenta veces siete” en relación a cuantas veces se debe perdonar.
Finamente, el psicólogo investigador de la violencia, en la Universidad de Harvard, Steve Perry, menciona en su libro, “Los Mejores Ángeles de Nuestra Naturaleza” (2011) que los niveles de violencia en todo el mundo están bajando. La razón por la que no lo percibimos es porque los actos de violencia hacen “más ruido” en los medios de comunicación que los actos de bondad. Como siempre los malos son menos, pero hacen más ruido. Los buenos son más, pero son más pasivos. Difícil de creer cuando estudiamos la historia y cuando vemos las noticias.
Médico y Doctor en Teología.