Como debe ser, periódicos de mayor circulación reportan ampliamente y con gran preocupación las secuelas de embarazos en adolescentes, algunas de ellas apenas púberes, que sufrirán consecuencias de tipo social y económico, al verse generalmente imposibilitadas a continuar su educación, condenándolas así a una vida de marginalidad y pobreza, como también a graves traumas psicológicos perdurables, si esos embarazos se debieran a una violación, cualquiera sea la edad de la víctima de tan horrendo crimen.
LPG habla de “embarazos no intencionales”, lo que podría aplicarse tanto a embarazos en adolescentes como en parejas maduras, estables, dentro de matrimonios y hogares legalmente establecidos.
No opinaré sobre el tema tan delicado de los embarazos en menores o por violación, estupro o abuso por violencia intrafamiliar, los que deben ser analizados por profesionales en el tema, con la seriedad y respeto que tan graves situaciones requieren. No tengo las credenciales para ello.
Pero sí deseo opinar sobre el embarazo, a secas. Por el hecho de ser mujer, madre, abuela y bisabuela creo tener la experiencia para hacerlo.
Y comienzo diciendo que RECHAZO la forma en que usualmente se trata comunicacionalmente el tema del embarazo. Generalmente se le da un cariz negativo, siendo todo lo contrario. Porque es necesario aclarar que, en los casos antes mencionados, el problema NO ES el embarazo. El problema, que llega a delito en la mayoría de los casos, es la violación, el estupro, etc., y en infinidad de casos, la irresponsabilidad de la pareja (de la edad que sea) al olvidar que las relaciones sexuales pueden tener como consecuencia un embarazo. Y “embarazo”, digámoslo claramente, significa una criatura que traer al mundo, a la que se debe alimentar, cuidar, educar y formar. Y esa responsabilidad es – óigase bien – ETERNA: para esta vida y también para la otra, donde daremos cuentas al Creador de cómo nos desempeñamos como padres. Sin embargo, lo consideramos al revés: el bebé es un victimario, que somete a sus inocentes padres a una vida que nunca desearon.
¡Por Dios! Es hora de abrir los ojos a tantos confundidos para que volvamos a la razón.
Y, en mi opinión, un medio sencillo para concientizar sobre la realidad del embarazo sería mostrar una sonografía de las que actualmente toman a las madres gestantes. Que los niños, de cierta edad en adelante, vean cómo fueron ellos formándose en el vientre materno, que oigan cómo late el corazoncito, como la criatura se mueve, hace gestos, busca sus deditos para chuparlos o jugar con ellos, etc. Que los adolescentes, viendo esas imágenes, sepan que, al relacionarse sexualmente, la consecuencia podría ser la responsabilidad de un nuevo ser humano que atender y educar, que ellos ya no serán Fulanito y Zutanita, los novios, sino papá y mamá de un bebé a quien deberán amar por encima de todo. En fin, que dejemos de hablar de embarazo = problemas para verlo como es: embarazo = bebé.
Ahora, cuando lloramos la muerte de tantos inocentes por la violencia que nos azota, por las guerras, etc., agradezcamos cada anuncio de una nueva vida. Ayudemos a las futuras madres a que amen su misión viviéndola con la alegría, responsabilidad y valentía que todas las madres han mostrado desde el inicio de los tiempos. Un bebé es una inmensa bendición de Dios. No nos confundamos.
Empresaria.