Desde que el pasado junio la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró que no encontraba ningún sustento constitucional en el que pudiera fundamentarse algún derecho al aborto para los ciudadanos de ese país, tanto los medios de comunicación liberales, como bastantes medios “científicos” (principalmente revistas médicas y de investigación), han estado haciendo campaña para “concientizar” a la gente de que la decisión legal es inmoral y, por tanto, no obligatoria, llegando algunos al cinismo de citar autores clásicos, como Agustín de Hipona, cuando escribe que una ley inmoral no es ley.
Curiosamente, la propaganda y el contenido de las publicaciones no han sido, en su mayoría, a favor del aborto como derecho o como acción terapéutica -que, obviamente no lo es, pues no cura nada-… sino en contra de la Corte. Como si médicos, científicos y periodistas, se hubieran vuelto súbitamente expertos en ética, derecho, política y filosofía.
Los científicos, por definición, son expertos en ciencia… pero no en ética, o derecho, o antropología. Un médico, por ejemplo, puede decir todo lo que quiera tachando la decisión de la Corte Suprema como inmoral, pero eso no convierte en no ética ni a la Corte, ni a la decisión tomada, pues ¿cómo se podría probar la moralidad o inmoralidad de una decisión jurídica por medio del método científico, o a través de experimentación basada en hipótesis que deben ser comprobadas?
A todos esos activistas parece habérseles olvidado que el meollo de la cuestión no es la moralidad de la sentencia, sino el estatus de ser humano del producto de la concepción. Y en ese campo sí que tiene mucho que decir la ciencia, especialmente la genética, la biología, la embriología, etc. La Corte da por comprobado que en el vientre materno hay una vida humana, misma que es aniquilada por la interrupción de su desarrollo natural por el procedimiento conocido como aborto provocado.
Pero como el aborto es algo que toca el nervio de la conciencia moral de cada persona, no es de extrañar que en revistas prestigiosas, como The New England Journal of Medicine, se publiquen artículos en los que algunos “científicos” hacen campaña para que los médicos tomen una actitud de desobediencia civil con respecto a la sentencia de la Corte; tal como hace Matthew K. Wynia, catedrático de la Universidad de Colorado.
Paradójicamente, para fundamentar su argumentación, Dr. Wynia alega que a lo largo de la historia de la medicina los médicos se han equivocado con frecuencia al escoger en qué lado de la ética se colocan a la hora de su práctica científica. Un punto que ilustra escribiendo: “Históricamente, los médicos rara vez han sido radicales, y la mayoría se ha conformado con leyes y políticas malas, incluso pésimas, como las que autorizaron programas de esterilización forzada en los Estados Unidos y la Alemania nazi, el uso de hospitales psiquiátricos como prisiones políticas en la Unión Soviética. (…) Con demasiada frecuencia, la medicina organizada ha fallado en cumplir con su deber de proteger a los pacientes cuando para hacerlo requería actuar en contra de la autoridad estatal”.
Una forma de razonar bastante contradictoria, pues en último término viene a argumentar ilustrando que cuando los médicos no tomaron decisiones basadas en disciplinas científicas, sino en mandatos estatales o prácticas basadas más en la política y la propaganda, se equivocaron; y, precisamente aquí radica la contradicción, anima a sus colegas a hacer lo mismo, a tomar decisiones con respecto al aborto de manera extra científica, ignorando lo que la ciencia dice al respecto, y apoyándose en la opinión más popular, en sentimientos “moralistas”, en argumentaciones pseudoéticas, u otras instancias que han llevado a muchos a lo largo de la historia, precisamente, a matar al mensajero, la Corte Suprema, y a ignorar el mensaje: no existe fundamento constitucional que ampare algún derecho al aborto; por mucho que éste vaya en contra de las propias convicciones.
Ingeniero/@carlosmayorare