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Columna Transversal: No todos los periodistas que murieron en la guerra fueron víctimas de asesinatos

A El Salvador no le sirve para nada acusar y condenar de asesinato a los 3 ex oficiales del ejército, 42 años después. Mucho menos con un sistema de justicia como el actual, que ha perdido su independencia e imparcialidad, si no actúa por órdenes del gobierno.

Por Paolo Luers
Periodista

Sé que muchos de mis amigos me van a odiar por esta columna. Pero hay que apostar a la verdad, no a los mitos.

La muerte de 4 periodistas holandeses en el año 1982 será sujeto de un juicio penal ante la justicia salvadoreña. Esto queda confirmado por la Cámara de lo Penal de Santa Tecla, que ratificó la decisión del Juzgado de Primera Instancia de Dulce Nombre de María, departamento Chalatenango, que abrió juicio contra tres ex militares, entre ellos el general José Guillermo García, ministro de Defensa entre 1979 y 1983. 

Desde los años oscuros 1980-1982 en El Salvador, cuando mataron a opositores, sindicalistas, maestros, curas y también periodistas, existe en el gremio periodístico una discusión incómoda. Unos han asumido y denunciado todas las muertes de periodistas durante la guerra civil como asesinatos, otros hemos intentado diferenciar entre periodistas víctimas de asesinatos y periodistas que murieron como bajas en enfrentamientos militares. Es un problema que sigue ocupando el medio de reporteros de guerra hasta la fecha, siempre cuando han muerto colegas en Irak, Afganistán, Siria, Gaza u otros conflictos bélicos.

Los reporteros de guerra, sobre todo los fotógrafos y camarógrafos, siempre están expuestos a múltiples peligros. Uno de ellos es convertirse en blancos de uno u otro bando en un conflicto, con riesgo de ser detenidos o incluso asesinados. Pero esto es sólo uno de los riesgos; también pueden verse en situaciones de fuego cruzado y resultar heridos o muertos. El peligro se multiplica si los periodistas se movilizan en zonas de conflicto con unidades de uno de los bandos enfrentados. Difícilmente estas unidades tienen la capacidad de garantizar la seguridad de los periodistas acompañantes. En el momento de un choque directo con fuerzas del otro bando, los periodistas pueden ser alcanzados por el fuego de fusilería o artillería, igual que los combatientes. Las balas no distinguen.

Cada reportero de guerra, si es profesional y no un aficionado aventurero, sabe de estos riesgos cuando decide acompañar a una unidad militar en una zona conflictiva o en disputa. Los 4 colegas holandeses, dos de ellos con amplia experiencia como reporteros en zonas de conflicto, tienen que haber tenido conciencia del riesgo que asumieron, cuando decidieron entrar en una de las zonas de control guerrillero en Chalatenango, escoltados por miembros de la insurgencia. Yo hice este tipo de movimientos frecuentemente durante la guerra y nunca tuve duda de que iba a correr el mismo riesgo que cualquiera de los combatientes que me acompañaron. Entrar en una zona de guerra no es un juego; marchar en una montaña junto a una columna guerrillera, mucho menos. Es un riesgo calculado que uno como periodista toma con base en su confianza en los combatientes que acompaña y en la confianza en su propia capacidad de reaccionar en caso de un enfrentamiento. 

Son situaciones en las cuales uno como reportero hace un cálculo de beneficio y riesgo. ¿Vale la pena arriesgar su vida para obtener una entrevista o algunas fotos y tomas de combates? Koos Koster y su equipo tienen que haber hecho estos cálculos. También tienen que haber evaluado si podían confiar en la capacidad, experiencia y responsabilidad de sus contactos con las FPL, que organizaron su entrada a sus campamentos en Chalatenango. Con base en todo lo que se sabe de su caso, ellos hicieron mal estos cálculos y estas valoraciones. 

La ONG salvadoreña "Fundación Comunicándonos", que representa a los familiares de los 4 periodistas holandeses, ha promovido el juicio, acusando a los 3 ex militares de asesinato. Para preparar el terreno en la opinión pública, la fundación ha publicado un libro llamado "La Emboscada". 

Leyendo este libro, que es un resumen de las diferentes investigaciones que se han hecho del caso, llego a la conclusión contraria a la de los autores: No se trata de un asesinato, sino de muertes en el contexto de un enfrentamiento militar. Y hay que decirlo: también en el contexto de una actuación irresponsable de los militantes de las FPL que organizaron la llegada de los holandeses a la zona de guerra.

El libro argumenta que la Fuerza Armada puso a los periodistas en una emboscada para matarlos. Puede ser cierto. O puede ser que simplemente pusieron una emboscada a una columna guerrillera. Una unidad guerrillera que se mueve en una zona en disputa sabe que, si es detectada, será atacada, tal vez emboscada. Lo mismo es cierto para una patrulla del ejército. Y lo mismo es cierto para una unidad guerrillera que se moviliza con el propósito de llevar a unos periodistas a los campamentos guerrilleros. Si el responsable de la acción, llamado "comandante Oscar", quien acompañó personalmente a los periodistas desde San Salvador, no explicó esto a los holandeses, era un irresponsable. 

El "comandante Oscar" cometió otro error fatal al no suspender el viaje clandestino sabiendo que el día anterior los holandeses habían sido citados al cuartel de la Policía de Hacienda. Resulta que este cuerpo de seguridad tuvo en su posesión un papelito decomisado a un guerrillero muerto, que tenía escrito el nombre, el teléfono y el hotel de Koos Koster. Si Koster no tenía los criterios de seguridad que le tenían que haber obligado a suspender el viaje, ya que estaban bajo observación policial, el cuadro guerrillero tuvo que haber tomado esta decisión. 

En la emboscada, en la cual cayó la unidad que escoltaba a los holandeses, murieron los 4 periodistas y todos sus acompañantes, incluyendo el "comandante Oscar". El único sobreviviente fue Martin, el jefe de la unidad logística, que tenía que guiar a los periodistas a los campamentos. No sabemos si la unidad del Batallón Atonal tenía órdenes de interceptar a los periodistas, o si su orden era simplemente interceptar cualquier movimiento logístico de la guerrilla. Los guerrilleros cometieron un error fatal: trataron de introducir a los periodistas por una ruta que ya estaba "quemada". Tenían demasiado tiempo de usarla para su logística, y tanto la población civil como el ejército ya la conocían. 

La otra irresponsabilidad de la guerrilla de Chalatenango: mandaron como escolta para los periodistas un equipo logístico, no una unidad de combatientes capaz de repeler ataques enemigos. Tenían escasas armas y un solo combatiente. Cuando yo entré al frente de guerra en Morazán con otros colegas, el ERP mandó a recogernos un pelotón de combatientes experimentados, dirigido por un jefe de fuerzas especiales. En cada una de mis numerosas entradas me sentí con la escolta tan protegido que en una guerra es posible sentirse. Los combatientes harán lo posible -y hasta lo imposible- para evadir enfrentamientos y emboscadas, y en caso de un choque, tendrán la capacidad de resistir.

En última instancia es irrelevante si los militares sabían o no sabían que se iban a encontrar con periodistas. Cualquier unidad del adversario es blanco de ataque. Si se puede emboscarla, se hace. Si se puede aniquilarla, se hace. No importa si ahí van periodistas, curas o quien sea. Es la regla de este tipo de guerras que no tienen fronteras claras.

A El Salvador no le sirve para nada acusar y condenar de asesinato a los 3 ex oficiales del ejército 42 años después. Mucho menos con un sistema de justicia como el actual, que ha perdido su independencia e imparcialidad, si no actúa por órdenes del gobierno. 

No me entiendan mal: ninguno de los tres acusados es inocente. Condujeron la parte más sucia de la guerra, con miles de civiles víctimas de represión. Pero el caso de los 4 colegas holandeses es el menos idóneo para juzgarlos como asesinos. Es un caso de una fatal mezcla de ingenuidades, decisiones equivocadas, irresponsabilidades, incapacidades -y mala suerte. Al general García, a quien en Radio Venceremos le bautizamos "La chancha loca", no lo necesitamos juzgar en este caso, ni siquiera en el caso de El Mozote, en el cual ya se hizo justicia durante la guerra,castigando al responsable principal, el teniente coronel Monterrosa. A García la historia y la memoria de los salvadoreños ya lo han juzgado.

No todos los periodistas que no sobreviven los riesgos inherentes a su trabajo son víctimas de asesinatos. Todos son víctimas de una guerra cruel que no perdona errores. Los reporteros de guerra tampoco son héroes. Son profesionales que calculan sus riesgos, saben que pueden equivocarse - y no culpan a otros cuando les toca mal.   

Periodista.

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