Entre tantas definiciones de Sociedad Civil encontré una que define lo que El Salvador necesita, y dice así: “La sociedad civil no sólo es importante para defender las necesidades de las personas ante gobiernos y sus asociados, sino para hacer que los gobiernos de los países menos adelantados y sus asociados para el desarrollo rindan cuentas en relación con el cumplimiento de sus compromisos”.
Parece que en nuestro país la Sociedad Civil son apenas algunos viejos conocidos que de vez en cuando aparecen en una entrevista televisiva o en algún programa radial; decir que tres o cuatro que ya no son químicamente puros representan a la sociedad civil salvadoreña es estar totalmente equivocados, seguir dejando que otros asuman roles que no les corresponden, pues en nombre de esa Sociedad Civil hacen parecer que son los únicos referentes de valentía, de hombres probos y que su pasado político poco importaría si en verdad su función fuera aportar; sin embargo, todo se queda en ese discurso pobre y poco creíble que aprovechando algún espacio no desperdician oportunidad para apoyar al Ejecutivo llamando la atención que en esta vida todo tiene un precio.
No son dos personas las que representan a la Sociedad Civil y mucho menos hijos de poetas, comandantes guerrilleros o abogados que en otros tiempos fueron luces, ahora apena chochan, apenas dicen disparates haciendo alarde de una retórica sumisa, confusa para que el común ciudadano dé por sentado esa sarta de incoherencias como decir que la Constitución se puede mangonear según la conveniencia del poderoso.
¿Dónde está esa sociedad civil compuesta por sindicatos como ANDES 21 de Junio, las organizaciones feministas, SIMETRISSS y decenas de sindicatos de las diferentes autónomas?
Deben de estar en algún lugar, callados, no quieren dar la cara; algunos están a favor del Ejecutivo, sobre todos si sus líderes están del lado del Ejecutivo y no enfrente del Ejecutivo, poco importa el futuro de los asociados, la trayectoria de una familia o tan solo la lucha por que se respete la Constitución.
No hay ni izquierda ni derechas. No es que estén replegados técnicamente sino que no hay valor ni valores. El miedo carcomió el amor por la Patria y eso no es raro en nuestro país ya que siempre esperamos a que otros nos solucionen los problemas históricos.
Rendir cuentas sobre el uso del dinero, que la población sepa el número de feminicidios que pasan inadvertidos, que la familia del gremio médico reciba el seguro de vida que tan merecido lo tienen; pero no, se prefiere hacerse del ojo pacho, que todo siga igual, mientras se instaura la tortura en un país que ha sufrido tanto que ya es tiempo de que haya gozo, siquiera un poco de tranquilidad.
Todos somos Sociedad Civil, todos, sin excepción y no ocupamos el derecho de ser personas para exigir la verdad, cuentas claras, que es inconstitucional la reelección presidencial, que cese la tortura y las muertes o asesinatos dentro de los centros penales; lamentablemente nuestra historia es infalible, sucede que solo cuando pasa algo que nos afecta, somos los primeros en saltar, mientras, la vida debe seguir su curso, así vemos a padres, madres, hijos de tantísimas personas que han sido arrestadas bajo el régimen de excepción, que excepcionalmente está destruyendo a esa sociedad civil, sea quebrándole la moral o los huesos.
El hijo, ese niño que llora ante el ataúd de su padre forma parte de la sociedad civil, lamentablemente son más los que callan a los que de verdad aman a su país. Estamos tan cerca de unas elecciones a todas luces fraudulentas y ¿a quién importa?
A nadie. Es más, si las elecciones fueran este día sin duda el Ejecutivo arrasa, y no debemos extrañarnos pues tenemos lo que merecemos, no hay más. Cito una frase del gran escritor Carlos Fuentes que me define: “Sí, soy un utopista. Muero soñando que la sociedad debe ser gobernada por hombres de cultura, bondad y buen gusto”.
Médico.