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Soplan vientos de cambio

La primera y más grande de estas decisiones “macro” del nuevo mandatario: Sacar a los Estados Unidos de la Organización Mundial para la Salud (OMS, por sus siglas en español). Esto puede considerarse, siguiendo la línea de la metáfora antes convocada, como una apertura agresiva que busca desequilibrar el juego desde el principio. Debe verse como un movimiento audaz y controvertido que cambia la dinámica del "tablero" de la salud pública.

Por Edward Wollants
Médico y abogado

Indiscutiblemente que cada vez que un nuevo mandatario se “sienta” en el escritorio del Salón Oval de La Casa Blanca, se genera una gran expectativa en todo el mundo. Como seguramente ha sucedido en todos los tiempos en relación al nuevo líder -con el nombre que se prefiera- de la fuerza dominante de una región. Hoy día, esa región es a nivel global.

Y me refiero a expectativa como un estado compartido, no como una idea particular o una situación específica, mucho menos única. Y también aclaro que, dicho estado compartido es en referencia a todos aquellos que tengan alguna forma de interés que puede verse afectada, de manera positiva o negativa, por cualquier decisión que emane del cambio de mandatario de la potencia dominante. Y que conste, que no solo emanan los cambios de las decisiones que toma directamente el mandatario, porque como sucede de manera general, todo lleva un efecto dominó. Empezando por los cambios que se producen dentro del grupo de personas que asesoran al mandatario, a las cuales se puede llamar ministros, secretarios, directores o como se quiera. La decisión de nombrarlos abre puerta a las decisiones que ellos mismos han de tomar, a partir de lineamientos del mandatario, pero aderezadas con sus propias y particulares maneras de pensamiento. 

En lo particular me quiero referir a lo que concierne al tema de la salud, porque indudablemente es un ámbito donde al menos dos decisiones “macro” están ya influenciando de manera poderosa la manera en que se deberán jugar las piezas en el tablero de ajedrez de las políticas de Salud Pública. Y aclaro que este término -piezas en el tablero de ajedrez- no debe interpretarse de manera desubicada, sino como una metáfora que resalta la naturaleza estratégica y compleja de estos cambios.

La primera y más grande de estas decisiones “macro” del nuevo mandatario: Sacar a los Estados Unidos de la Organización Mundial para la Salud (OMS, por sus siglas en español). Esto puede considerarse, siguiendo la línea de la metáfora antes convocada, como una apertura agresiva que busca desequilibrar el juego desde el principio. Debe verse como un movimiento audaz y controvertido que cambia la dinámica del "tablero" de la salud pública.

Y no hay que ser ingenuos en pensar que el mayor impacto de este movimiento radica en lo económico, o es de su ámbito exclusivo. Ciertamente Estados Unidos aporta, con sus casi mil millones de cuota anual, cerca del 15% de los ingresos de OMS. Pero allí está también la Fundación de Bill Gates y su esposa, que aportan cerca del 10% de los ingresos de OMS. Y para el caso de nosotros, en América Latina, con la OPS como el brazo de la OMS a cargo de las actuaciones en temas de políticas de Salud Pública, hay otras fuentes de financiamiento. Porque resulta que OPS es el único brazo de la OMS que está autorizado a recibir fondos de donantes diferentes a la organización mundial.

La retirada de Estados Unidos de la OMS no solo tiene implicaciones económicas, sino también políticas y estratégicas. Se debilita el liderazgo de la OMS y puede poner en tela de juicio sus decisiones. Esto puede dar más fuerza a los críticos de la organización, quienes argumentan que la OMS no ha manejado adecuadamente varias políticas sanitarias. Esto puede llevar a una fragmentación en la gobernanza de la salud pública a nivel global.

Los críticos de la OMS y la OPS -que nos interesa especialmente a nosotros en América Latina- podrían utilizar la retirada de Estados Unidos como un argumento para ejercer presión sobre sus propios gobiernos, buscando revertir políticas que consideran ineficaces o perjudiciales.

En resumen, la retirada de Estados Unidos de la OMS tiene un impacto significativo en la dinámica de poder y la efectividad de la gobernanza global en salud pública. Los críticos de la OMS pueden ver esto como una oportunidad para avanzar sus agendas.

Pero ojo, en el tablero de ajedrez no solo juega uno, son dos. Y la tercera Ley de Newton nos prepara a considerar que hay reacciones de la contra parte. Y por si no fuera suficiente la anterior consideración, resulta que al parecer se están llevando a cabo al menos dos partidos a la vez.

Por una parte el del mandatario en torno a su relación con la OMS y, en otro tablero, el mandatario y su relación con la Salud Pública, o al menos con el enfoque hacia esta y algunos de sus planteamientos más duros y concretos. Y aquí encaja la segunda decisión “macro”, el nombramiento de Robert Kennedy Jr. como Secretario de Salud.

Para los que pensaron que con la primera decisión “macro” lo que se vendría es la inacción; me parece, por los vientos de cambio que soplan, que es todo lo contrario. Y ojo, no es que se trate de promover antípodas entre los antiguos objetivos de la Salud Pública y los que se están discutiendo en la actual administración. Más me parece que estamos ante un claro ejemplo de lo que significa nadar contra corriente para lograr la continuidad. Que no es lo mismo que “cambiarlo todo para que nada cambie”.

Propongo como ejemplo la política de estigmatización de productos que ha venido empujando con mucha fuerza la OMS, a través de OPS en el caso de América Latina, para los mal llamados alimentos ultraprocesados.

Que ha tenido su máxima expresión por el momento en instaurar en casi todo el continente las famosas etiquetas frontales de advertencia.

En este caso, algunos cayeron en la trampa de creer en los gurús -algunos de asociaciones empresariales de Estados Unidos- que vaticinaban que de un gane de Trump vendría la inacción a este respecto. Pero lo que está diciendo R. Kennedy Jr. es todo lo contrario.

Me temo que algunos -y no pocos- por ser espectadores muy atentos a lo que pasa en el tablero número uno, se han olvidado que les toca jugar en el tablero número dos. ¿O quizá montar un tablero número tres? Habrá que analizar y rápido ¿para dónde sopla realmente el viento? 

José María Sifontes/Es el nivel de educación

Sucedió hace casi quince años pero recuerdo muy bien lo que ví, ya que me sorprendió mucho y me hizo meditar por largo tiempo. Estaba yo de viaje en Halifax, Canadá, con motivo de un congreso médico.

Una tarde que teníamos libre decidí ir a un centro comercial. Un empleado del hotel me recomendó uno y me dijo que llegar hasta él era fácil ya que bastaba tomar un bus que paraba a dos cuadras de donde estábamos. Seguí su recomendación. En el trayecto el bus hizo tres largas paradas, de aproximadamente cinco minutos cada una, supongo que para sincronizarse al itinerario pues los buses en ese país llegan a las paradas con perfecta exactitud. En cada parada ví que el chofer, un hombre barbado de unos sesenta y cinco años, apagaba el motor y permaneciendo en su asiento, tomaba un libro de un depósito y se ponía a leer.

Al llegar al centro comercial casi la mitad de los pasajeros bajamos mientras el chofer nos despedía sonriendo cordialmente. No pude evitar hacer una comparación con mi país, donde jamás he visto choferes de bus leyendo mientras hacen paradas largas. Por el contrario, se ven como tensos, presionando el acelerador sin necesidad, y deseando que el tiempo pase rápido para salir disparados. ¡Qué diferencia! Halifax no es un pueblito, lo que pudiera explicar la tranquilidad del conductor, es una ciudad grande y moderna, la más importante de la provincia de Nueva Escocia. Hay tráfico como en cualquier ciudad.

La diferencia es la educación de las personas y la lectura es un medio y una manifestación de cómo han llegado los canadienses a ese nivel de educación. Los conductores de vehículos privados son iguales, basta que uno ponga un pie en la calle para que se paren y lo dejen pasar. Es el nivel cultural de la población general. En nuestro medio es peligroso conducir y aún más peligroso ser peatón. La mayoría de conductores no se han dado cuenta que es el peatón el que tiene todo el derecho, y que los conductores se movilizan por un privilegio que el peatón les ha dado y que deben respetar. Este respeto raramente se ve, y no lo tienen ni los conductores de buses ni los de vehículos particulares.

Me enteré por las noticias de que sólo este día dos peatones fueron atropellados y que uno murió. Una estadística más, se dirá. Pero no es una estadística más, son unos niños que ya no volverán a ver a su padre o que lo verán en el hospital. Son esposas que ya no contarán con el apoyo de sus parejas y que tendrán un camino difícil para criar a sus hijos.

Tengo la impresión de que la mayoría de estas tragedias se deben a la actitud de los conductores, una actitud prepotente y egoísta. Conducen como diciendo, ‒aquí mando yo, y qué si me meto en contrasentido, y si tengo que subirme a la acera lo hago y qué. Conducir a la defensiva debería de ser la regla y no la excepción, ya que uno se transporta en un medio potencialmente letal. No sé cuál es el factor principal que contribuye a esta actitud. No es el nivel social pues se observa en todo tipo de vehículos. Una buena posibilidad es el nivel de educación, que no es lo mismo que el nivel social. Tal vez es el hecho de que pocos conductores lean.

Médico y abogado

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