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¿Y los Belenes o Nacimientos?

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Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

Fue en 1223 cuando San Francisco de Asís erigió el primer nacimiento o Belén para representar de manera visual ese momento de repercusión eterna en que Jesús, indefenso y frágil como todos los bebés, nació para iniciar así el camino que culminaría en nuestra Redención.

Y de ese primer Belén, fue extendiéndose la costumbre a otros lugares, hasta convertirse en una tradición practicada en el mundo entero. Una tradición bella que, además, se convierte en una experiencia rica y de valiosas enseñanzas, no solamente religiosas, sino también humanas.

Por ejemplo, el hecho de que grandes y chicos, unidos, preparen lo necesario para poner el nacimiento, escogiendo el lugar más adecuado, revisando que las imágenes de Jesús, María y José estén al punto y definiendo qué otros personajes serán representados. Generalmente, participan los Reyes Magos; y la mula y el buey ganan la simpatía de los niños más pequeños, a quienes hay que convencer de que esos animalitos no son juguetes para ellos porque deben estar dando calor al Divino Niño, que tiene mucho frío.

Y así, entre juegos, pláticas y a veces uno que otro regaño, el poner el nacimiento se convierte en una misión familiar donde se aprende su sagrado significado: la venida del Rey de Reyes en la persona de un bebé. Y nos habla de pobreza física y de riqueza espiritual, de compartir, de aliviar, de perdonar y, principalmente, de agradecer todo lo recibido, inmerecidamente. Nos hace conscientes de la gran misericordia y generosidad que el Señor tiene con nosotros.

La corona de Adviento es otra bella costumbre, específica de esta época. Al igual que el nacimiento, representa visualmente la espera en que nos encontramos, deseando la llegada de Dios hecho hombre. Las "posadas" son una simpática manera de recrear los trabajos que María y José pasaron para encontrar un lugarcito donde naciera el Niño.

También el árbol navideño tiene muy cristiano significado, pero de ninguna manera sustituye lo que representa un belén. Es decir, debería ser un complemento para éste y no el centro de la decoración navideña. Y sería muy bonito que San Nicolás fuera de nuevo el visitante de los niños bien portados, tristemente desbancado desde hace mucho tiempo.

Pero, lo más triste, es que ahora la Navidad se llena de cuentos que nada tienen que ver con su verdadero significado, como los Grinch, por ejemplo, o el duende que hace desaparecer las cosas, etc. No basta con que Santa Claus se haya apropiado del puesto principal (o lo hayamos colocado en ese sitial); hay que hacer hasta lo imposible para que el origen y sentido de la Navidad desaparezca, convirtiéndose simplemente en "Felices Fiestas", en consumismo, en excesos en el comer y el beber, carente de solidaridad con el prójimo, de nula espiritualidad y sin sentido religioso.

Hasta hace pocos años, había en nuestro país, en los diferentes municipios, un "Concurso de los Nacimientos". Y los vecinos se esmeraban en preparar cada quien el suyo, volviéndose además un lindo paseo para las familias de la localidad, que disfrutaban muchísimo de esa actividad. ¿Qué pasó con esos concursos, que ya no se escucha sobre ellos?

Recordemos, entonces, que el "Belén" mejor preparado debe ser el de nuestra alma y corazón para recibir en nosotros a Dios Niño como se merece. ¡Feliz Navidad, El Salvador!

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