El título de “Organización de las Naciones Unidas” suena como una promesa o anhelada utopía, pues -de estar unidas las naciones del mundo- se establecería en el Orbe la añorada paz universal. Hasta hoy el “Homo Deus” (“Dios como esencia del hombre”) se ha convertido en (“El hombre-dios contra sí mismo”) convirtiéndose en el “Homo homini lupus” (El Hombre lobo del Hombre). El Hombre de la Paz adviene como siguiente estadio de la evolución humana. La unión del mundo dejaría atrás al feroz simio humano que describe el filme “El Planeta de los Simios”, definiendo el destino de la especie. La unión global -de gloria, justicia y supervivencia- haría surgir un nuevo orden de paz y fraternidad que borre de nuestra historia la perversidad de la guerra, el genocidio fratricida, el sombrío drama del odio racial y la esclavitud. “Quien siembra vientos cosecha tempestades” reza el antiguo proverbio. El doloroso drama actual en Medio Oriente -como ejemplo- es producto de no haber obedecido la orden de Naciones Unidas de establecer -hace 75 años- en la antigua Palestina dos intocables Estados soberanos: Israel y Palestina. Mismos que hoy reviven el fratricida evento bíblico de Caín, asesinando a su hermano. La Paz: ¿Albor o Utopía? ¿Infierno o Paraíso? La vida tiene la palabra.