No sigo el Mundial, ni a ningún equipo, pero me encanta que a la gente le gusten los deportes. Veo los partidos importantes para admirar las habilidades mentales y físicas de los jugadores y para estar al tanto de los eventos mundiales.
Pero la noticia del martes me interesó por las cosas que suceden y las reacciones de los fanáticos. En el mundial pasado fue Alemania contra Brasil lo que llamó la atención y en el 82 la de Hungría contra El Salvador. Entonces trabajando en Ford, me sentí mal por las observaciones: ¿Qué pasó 10 a 1?…
Pero este martes para conocer la impresión de alguien que sabe de fútbol en Argentina y conoce muy a su selección, busque las noticias en periódicos argentinos y con el primero que leí, fue suficiente para entender la decepción de los argentinos en todo el mundo, porque algo que se suponía lógico y normal, no sucedió. Fueron impactantes los rostros de tristeza, enojo, malestar y decepción de los jugadores argentinos y sus seguidores.
Les comparto el artículo del periodista deportivo Daniel Lagares de El Clarín, sobre lo que según él sucedió y conceptualmente me interesó. Escribe: “Como si los planetas se hubieran alineado en contra, la Selección perdió el partido que nadie pensaba perder. ¿Por qué perdió? Creo que se conjugaron tres factores, que esos tres planetas malignos operaron en simultáneo: jugó mal, subestimó el partido y tuvo mala suerte. https://www.clarin.com/deportes/seleccion-motivos-papelon-jugo-mal-mala-suerte-subestimo-partido_0_oGn3GMZoip.html
Subestimar al adversario en todos los ámbitos es una debilidad humana de siempre. Ha sucedido con la Economía, el desarrollo y la innovación. En los sesenta se subestimo la capacidad industrial de los japoneses, se decía que todo lo copiaban. En los setenta sucedió con Taiwán y Corea. En los ochenta y noventa con China, pero desde que su primer ministro Deng Xiaoping dijo: “No importa el color del gato, sino que cace ratones”, todas las multinacionales de EEUU y la UE, supuestamente fieles a sus países, se fueron a China.
Quien subestima al adversario, se olvida que las cosas pueden cambiar en poco tiempo en su contra y siempre que sucede, se tiene la misma reacción: ¡Cómo pudo suceder! ¡No puede ser!… Pero sucedió lo inesperado que de pronto cambia el rumbo de los acontecimientos y siguen las “Noches Tristes” como la de Hernán Cortés, cuando el 19 de julio de 1519 perdió una batalla que quizás consideraba ganada.
Conozco casos de clientes que se pensaban cautivos y de un día para otro cambiaron de proveedor. De juntas directivas que un viernes por la tarde sorpresivamente cambiaron al presidente. De hijos consentidos que inesperadamente se rebelaron contra su padre. De empleados que se consideraba fieles y se cambiaron. De parientes en los que se confió demasiado y abusaron del cargo y de personas muy queridas que un día decidieron irse. En todos los casos se subestimó lo que podía suceder. Y también está pasando en lo político y lo institucional en todo el mundo.
¿Cuál es la lección según el periodista? Para mí: ¡Subestimar! No creo lo de los astros, ni lo de la mala suerte, pero sí en que por la “supuesta superioridad y subestimar al adversario”, le sale el tiro por la culata hasta al más pintado.
Lástima por el día amargo que sufrieron los argentinos en todo el mundo. Pero en Arabia Saudita, hubo gran alegría, abrieron los parques temáticos gratis y el miércoles decretaron asueto nacional para que la gente disfrutara el triunfo.
¡Los Saudí la hicieron! ¡Así es el fútbol! Me dijo un amigo que para ver el partido se puso la camiseta de Argentina.
Y quizás algo similar pudo haber sucedido entre Alemania y Japón, sobre todo por el historial futbolístico y experiencia pues Alemania que ya fue campeón del mundo.
Ingeniero/pedroroque.net