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De la sonrisa al miedo

¿Llegará algún día en que nuestro pueblo pueda volver a sonreír, porque ya volvimos a un estado de derecho, donde se respeten las leyes y la Constitución, y no vivamos en un ambiente de miedo? Pedimos al Divino Salvador del Mundo que sea pronto.

Por Teresa Guevara de López
Maestra

Hubo un tiempo en que nos llamaron el país de la sonrisa, porque a pesar de las muchas dificultades que hemos enfrentado, siempre había ocasiones y razones para sonreír.  Pero eso es ya cosa del pasado, porque hoy vivimos en el país del miedo.  Y el cambio se debe a que el gobierno de NI logró cumplir su promesa de convertir el país con más homicidios en el mundo, en el país más seguro, al haber acabado con  las pandillas, y  encerrarlas en una de las cárceles más seguras, de donde jamás saldrán para volver a ver la luz del sol. Aunque pagaron más de 80,000 inocentes, detenidos por si acaso.

Así que hoy el pueblo goza de tranquilidad, pues según los voceros del gobierno, que difunden  grandes logros  a nivel mundial, la popularidad del mandatario crece a niveles nunca vistos, porque ya la gente puede entrar y salir de sus colonias sin pagar renta.  Pero aunque  la gente ya no le teme a las maras,  ya no sonríe porque tiene miedo al “régimen de excepción” que existe en el país desde marzo de 2023, y ha quitado  a los ciudadanos algunos de sus derechos.  Hay miedo a protestar, a disentir, a exigir rendición de cuentas, a pedir a los funcionarios a obedecer a la Constitución que juraron cumplir.

No se teme a las maras, pero hay miedo a las autoridades: a soldados y policías que envalentonados y prepotentes cometen actos arbitrarios, como detener a cualquiera, únicamente para llenar la cuota indicada por sus superiores.  Elaboran un parte falso, como haber detenido a  jóvenes  reunidos sospechosamente en un parque o cancha de la colonia,  aunque sus atribulados padres aseguren que los capturaron  en su propia casa.  Con malos modos y atropellos, insultando a los familiares y amenazándolos si se atrevían a pedir razones: “Cállese, vieja, o nos la llevamos también a usted”.

Se están cerrando escuelas, pero los padres no se atreven a preguntar razones ni a exponer las dificultades insalvables para llevar a sus hijos a otra escuela, ni a recoger firmas para protestar, porque son amenazados por el “régimen”  que no permite  protestas públicas ni asociaciones.  Hay miedo para pedir información en las cárceles sobre la salud de un familiar, para averiguar en qué penal está detenido, si  le han entregado sus medicinas, si está hospitalizado, si recibió el kit de limpieza.  Los custodios, auto investidos de autoridad, amenazan a los familiares con capturarlos.

Ante la ingrata decisión presidencial de  autorizar la minería, hay miedo para afirmar los daños que fueron causados en el pasado, como lo explica un anciano que trabajó  en las minas de El Dorado. “Nos contaminaron los ríos, se murió nuestro ganado, se talaron árboles, murieron las cosechas, nos enfermamos  y seguimos tan pobres como antes.  Las ganancias se las llevaron ellos, los de la empresa”.  Pero nadie se atreve a protestar, por miedo y porque la zona minera, donde todavía hay depósitos con químicos, está acordonada por soldados.  Y teme la suceda  lo que a los ambientalistas de Santa Marta que siguen privados de libertad.

Como el  FMI puso de condición al gobierno una reforma fiscal y ordenar sus finanzas gastando menos de lo que ingresa, la manera de quitar grasa al estado ha sido despedir  a miles de empleados públicos, muchos con años de experiencia, que son sustituidos por afines al régimen, sin mayores conocimientos, y sin atreverse a exigir una indemnización justa, o la opción de ser reubicados, por miedo al régimen.  ¿Llegará algún día en que nuestro pueblo pueda volver a sonreír, porque ya volvimos a un estado de derecho, donde se respeten las leyes y la Constitución, y no vivamos en un ambiente de miedo? Pedimos al Divino Salvador del Mundo que sea pronto.

Maestra.

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