El Salvador no ha sido un territorio en el cual se han producido riquezas de índole mineral, metales preciosos como en otros países de Latinoamérica. Las riquezas en el subsuelo salvadoreño, específicamente en la cadena volcánica, son la geotermia,
Sus riquezas no tienen que ver con metales preciosos, o petróleo. Desde que fue conquistado hace 500 años, había otro tipo de riquezas como: algodón, el cacao de los Izalcos y el bálsamo del Huizilsúchit o del Perú, etc. Siglos posteriores vino el añil proveniente de la ancestral planta de El Jiquilite y el cultivo del café.
El potencial agrícola de las tierras volcánicas fue más preciado que el oro de minas, generó ingresos al país y que desarrollaron y moldeó la nación que ahora somos. La explotación de minas de oro, plata y hierro aquí en nuestro país, no era el fuerte por la limitada tecnología de extracción, de hecho el referente historiador de todos los tiempos Jorge Lardé y Larín nos presenta en un impresionante artículo publicado en este prestigioso medio escrito El Diario de Hoy fechado 1 de febrero de 1980 y titulado: El Príncipe Herrado. Un fragmento dice así: “La pesquisa realizada en la villa de San Salvador de la Bermuda en mayo de 1532 por el cura párroco de la iglesia de la Trinidad Pbro. Antonio González de Lozano, incumplimiento de una provisión de la Real audiencia de la Nueva España puso de manifiesto que la hermosa comarca que los españoles designaron en su esquema político- administrativo con el nombre de provincia de Cuzcatlán poseía tierra feraces para la agricultura y abundantes pastizales para la ganadería pero carecía de Minas y sobre todo Las Minas del codiciado oro”.
LA MALDICIÓN DE PEDRO DE ALVARADO A UNA TIERRA QUE NO DABA ORO
En el mismo artículo del historiador refiere:
En su obra Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias que se dictó en 1552, Fray Bartolomé de las Casas y cabe mencionar un acérrimo enemigo de los Alvarado, sin poder ocultar su odio y rabia contra Pedro de Alvarado dice que 1524, El Tonatio (como le llamaban los indígenas al conquistador) pidió a los señores de Cuzcatlán que le trajesen mucho oro porque aquello principalmente venían. Los indios responden que les place darles todo el oro que tienen y ayuntan muy gran cantidad de hachas de cobre que tienen con que se sirven (dorado) que parece oro porque tienen alguno. Mándales poner el toque y desde que vió que era cobre dijo a los españoles: “Dad al diablo tal tierra, vámonos pues no hay oro y cada uno los indios que le sirven échelos en cadena y mandaré herráselos por esclavos”, entre ellos el príncipe de Cuzcatlán.
Todo este relato sacado de las crónicas y documentos del mismo Bartolomé de las Casas nos muestra la gran desventaja en la producción del más codiciado mineral que hasta los mismos españoles decían era la cura para muchos males del alma. Claro, después de todo el oro que se pudieron satisfacer en Tenochtitlan, Cuzcatlán resultaría una gran desilusión que terminó con muchos indígenas esclavizados.
Pero un notable científico, geógrafo, ingeniero y diplomático estadounidense que se asentó en la región centroamericana a mediados del S. XIX y representó al gobierno de Estados Unidos, Ephraim G. Squier, en su obra Notes on Central América particular y y the states of Honduras and San Salvador traducido “Apuntamientos sobre Centroamérica” hace un diagnóstico sobre la minería en El Salvador del S.XIX.
“Los caracteres geológicos de El Salvador, como se pueden inferir de los físicos ya presentados, indican la existencia de preciosos metales, excepto en aquellas partes del Estado directamente dependientes de la primitiva línea de la cordillera o más bien del sistema de montañas de Honduras”.
El diplomático menciona minas del oriente del país como Tabanco y Sociedad, otras al noroeste de San Miguel muy explotadas y menciona la mina de oro de Capetillas que resalta de riqueza extraordinaria. Las minas de Tabanco son de plata, plomo y sulfuro de zinc. Afirma que pueden ser trabajadas y que dan de 47 a 2,537 onzas por tonelada. Squier habla también sobre una de las minas más ricas en sus apuntamientos, la de Santa Rosalía que la mayor cantidad de metales sustraídos se remite a Inglaterra.
Lo que le podemos entender a Squier es que en ese tiempo, al querer impulsar la minería a mayor escala, la afectación ambiental sería aparatosa, eran los ingleses los más interesados, pero la maquinaria era muy pesada y debían generarse otro tipo de inversiones e incluso de infraestructura para generar desarrollo. También habla de minas de hierro en Santa Ana, pero que la cantidad de hierro que se procesa no es suficiente para la demanda del país, 700 toneladas por año. La desventaja, como siempre, es que nuestro territorio es muy pequeño, una explotación a gran escala generaría un daño ambiental irreversible.
Experto en temas ambientales.