Las migraciones, arraigadas en la búsqueda de mejores oportunidades y condiciones de vida, encuentran en la realidad salvadoreña un escenario cambiante, moldeado por factores diversos que impactan directamente en la toma de decisiones de sus habitantes. En los últimos dos años, El Salvador ha experimentado una notable disminución en los flujos migratorios, atribuible a dos pilares fundamentales: el control de la delincuencia y la generación de esperanza en la población, especialmente en los jóvenes, respecto a un futuro promisorio en su propio país.
La lucha contra la delincuencia ha sido una prioridad para el gobierno, cuyos esfuerzos se han traducido en una mejora perceptible en la seguridad ciudadana. No obstante, el segundo pilar, la generación de esperanza mediante la creación de empleo y el aumento de los ingresos, plantea desafíos más complejos y persistentes.
La realidad actual nos enfrenta a la cruda verdad de que la esperanza no siempre se traduce de manera inmediata en oportunidades tangibles. A pesar de los esfuerzos realizados, la oferta laboral aún no satisface la demanda existente, y los salarios continúan siendo insuficientes para garantizar una calidad de vida digna. Es aquí donde radica el verdadero desafío para el nuevo periodo de gobierno, recientemente ratificado en las elecciones: mejorar la situación económica de la población.
Resulta preocupante que, hasta el momento, los esfuerzos para dinamizar la economía se hayan centrado principalmente en el turismo, el sector de servicios y el comercio. Si bien estas áreas son importantes, la sobre-tercialización de la economía conlleva riesgos significativos, como la especulación monetaria y la falta de diversificación. Es necesario, por tanto, replantear las estrategias económicas hacia sectores más productivos y generadores de empleo.
La agricultura y la industria emergen como áreas clave que requieren una atención renovada. La inversión en estas industrias no solo promueve el crecimiento económico, sino que también contribuye a reducir la dependencia del sector servicios y a crear oportunidades de empleo más estables y bien remuneradas. Además, fomentar la atracción de inversiones extranjeras directas en sectores productivos puede ser un catalizador para el desarrollo económico sostenible del país.
Es importante destacar que el éxito en la reducción de la migración no se logrará únicamente mediante políticas económicas, sino que también requerirá medidas integrales que aborden las causas profundas de la migración, como la violencia, la corrupción y la falta de oportunidades educativas. Solo mediante un enfoque holístico y coordinado se podrá garantizar un cambio duradero y significativo en la realidad socioeconómica de El Salvador.
En este sentido, la cooperación internacional desempeña un papel crucial. El apoyo de organismos internacionales y la colaboración con otros países pueden proporcionar recursos y conocimientos necesarios para implementar políticas efectivas y sostenibles. Además, el intercambio de buenas prácticas y experiencias puede enriquecer el proceso de desarrollo económico y social del país.
En conclusión, la reducción de la migración en El Salvador representa un desafío multifacético que requiere un enfoque integral y orientado hacia el futuro. Si bien se han logrado avances significativos en la seguridad y la generación de esperanza, el camino hacia una economía próspera y equitativa está aún por recorrer. Con una visión audaz y acciones decisivas, El Salvador puede transformar su realidad socioeconómica y convertirse en un ejemplo de desarrollo sostenible en la región.
Director AAMES
Asociación Agenda Migrante El Salvador