Viendo en los medios mexicanos el traspaso de mando de Andrés Manuel López Obrador a Claudia Sheinbaum, me viene a la mente una palabra alemana, que casi había olvidado: "Hofberichtserstattung". No existe palabra en español para traducir este concepto. Es algo como "la narración de lo que pasa en la Corte Real, pero con el debido respeto". Es la única forma que se me ocurre para describir cómo la prensa mexicana cubre el cambio de gobierno. Hofberichtserstattung.
No voy a hablar de los medios gubernamentales y partidarios. Obviamente se excedieron en adulación tanto al presidente saliente y su gestión como a la presidente entrante y sus planes. Esto es normal - y por esto no ponemos atención a estos medios. Lo que sí que me sorprendió son los medios independientes, profesionales. Semanas antes del cambio de gobierno comenzaron a publicar balances del sexenio de AMLO. Son formatos que se usa para confrontar logros y fracasos de un gobierno. Sólo que esto casi no se hizo. Se describieron amplia y generosamente los logros del sexenio de AMLO - pero los fracasos no aparecen como tales, sino aparecen como “los retos que el presidente hereda a su sucesora”. Por ejemplo, el de la seguridad. Es correcto que es el reto más grande para Claudia Sheinbaum, pero también hay que decir que es el fracaso más importante de AMLO. No decirlo así es una concesión que ningún medio serio de comunicación debería hacer a un gobernante.
Lo sorprendente: Incluso la edición mexicana del periódico español El País cae en este tono condescendiente de la Hofberichtserstattung. El País México es muy influyente. Ante las notables deficiencias de los grandes periódicos mexicanos (El Universal, Reforma, Milenio, El Sol), El País México se ha convertido en una voz importante. Es la mejor opción de informarse sobre los temas nacionales. Sin embargo, casi da risa cómo sus reporteros y columnistas tratan de mantener una apariencia de imparcialidad ante la muy polarizada sociedad mexicana, pero sin lograr esconder su empatía con Morena, el partido fundado por AMLO, que ahora se ha vuelto hegemónico en México, con capacidad de hacer con la Constitución lo que quieren. Lo acaban de hacer con la reforma judicial. Casi como en la Asamblea Legislativa salvadoreña: sin debates, sin concertación.
La empatía -a veces crítica, a veces ciega- con Morena es un mecanismo mental simple: Morena se presenta como de fuerza de izquierda, sus opositores del PRI y del PAN son derechistas y corruptos poco presentables -entonces un periódico por definición progresista como El País perdona a la fuerza progresista sus delirios nacionalistas, sus alianzas con los militares y sus tendencias autoritarias, su corrupción y su incapacidad de enfrentar la crisis de seguridad. Se critican detalles y excesos, pero nunca se retira a Morena el beneficio de la duda. En el fondo no es muy distinto como El País navega en España. Nunca ha negado su preferencia por la izquierda, más bien por el PSOE. Incluso un líder como Pedro Sánchez, que tiene muchas facetas cuestionables, recibe un trato editorial condescendiente. Por el mismo mecanismo mental: la derecha es impresentable, así que ni modo, Sánchez es lo que hay. Esta tendencia no sólo se repite en México, sino se multiplica, adaptándose al hecho que México es un país extremadamente presidencialista.
Los colegas de El País dirían que mi juicio no es justo. Alegarán que también han publicado artículos muy críticos a López Obrador, Sheinbaum y su partido Morena. Es cierto. Luego de publicar antes de las elecciones presidenciales del 2 de junio 2024 todos los días artículos condescendientes con el gobierno, escritos por sus columnistas de planta, publicaron uno demoledor del historiador Enrique Krauze, editor y director de Letras Libres. Esto no es pluralismo, es un parche para tapar la parcialidad.
Es algo trágico que el periódico más profesionalmente editado en México cae en la trampa de la Hofberichtserstattung. Y no sólo es nocivo para el periodismo, también lo es para los gobernantes que reciben este trato condescendiente. Personajes como Andrés Manuel López Obrador o Pedro Sánchez necesitan una prensa crítica para no caer en excesos del poder. Quien los quiera apoyar debería ejercer este escrutinio crítico.
Me viene a la mente otro término, que fue muy usado en Alemania en la era de la Guerra Fría: la "kremlinología", el deporte nacional de periodistas, analistas, expertos de todos tipos de interpretar las tendencias internas, los chambres, las conspiraciones y purgas dentro del aparato de poder del Kremlin. Aunque estas interpretaciones y augurios en general tenían un tono anticomunista, había una oscura fascinación con las intrigas y las luchas internas dentro del Kremlin. Cualquier palabra de uno de los miembros del Buró Político fue interpretada, por unos como señal de ruptura, por otros como señal de continuidad, y por el resto, como indicio de colapso del régimen soviético. No sólo era un ejercicio inútil, sino también expresión de una morbosa fascinación con el poder.
En esto tuve que pensar cuando pelotones de analistas y comentaristas trataron de descifrar si Claudia Sheinbaum iba a gobernar en la sombra de AMLO o ejercer un liderazgo independiente; si habrá continuidad o cambio; si su política será más radical de izquierda o más moderada que la de su mentor AMLO. Daba risa que los medios trataron de sacar conclusiones en medio de la larguísima campaña electoral, cuando era obvio que el discurso de Sheinbaum tenía que asegurar que su partido, que en sí es una alianza de tendencias e intereses divergentes, se uniera detrás de ella. Para lograr esto, tenía que aprovechar la única figura unificadora, que es el fundador del partido, el presidente saliente AMLO. En esta situación era ingenuo esperar que su sucesora iba a dar indicios de sus futuras políticas, de su perfil personal como gobernante, en estilo y en contenido.
Periodista.