Después que el Ministerio del Medio Ambiente anunciara un periodo canicular entre julio y agosto, y ante la influencia de los polvos del Sahara, el clima caluroso es insoportable. Basta subir al carro al medio día para sentir la bocanada del dragón en su interior y esperar que “salga el vapor” como decimos los salvadoreños. Mientras esperamos que la temperatura baje, bajamos los vidrios y apoyamos la espalda en el respaldo del asiento y pegamos el grito por lo caliente que se encuentra y ponemos las manos en el timón y nos damos otra gran quemada. Eso nos hace reflexionar que debemos comprar un tapasol o reutilizar una caja y hacer uno de cartón, para equilibrar la temperatura y también reflexionamos sobre si hubiera más árboles frondosos que nos protegieran del inclemente sol. Por las calles la gente que anda a pie, en su faena diaria, buscando refrescarse con alguna minuta, o un sorbete de carretón, una gaseosa helada, o una bolsita de agua. “Estos calores son distintos”, dice un taxista sofocado por la temperatura sin ninguna sombra que lo proteja. En efecto, el cambio climático está aquí, vino para quedarse, nosotros no queremos creer, y lo peor del caso, empeoramos la situación.
Nos gusta la idea de una ciudad más desertificada, preferimos ser golpeados por el intenso sol, que mantener la sombra frondosa de un árbol, que con su sombra disminuye la temperatura y nos regala calidad de aire. Los árboles deberían ser bienes públicos, inventariados, escribíamos hace un par de meses, por parte de la Alcaldía y el Ministerio del Medio Ambiente. Son defensas naturales para nuestra ciudad capital y en algunos lugares como en cerros, montañas, nos ayudan a producir agua a recargar los mantos acuíferos, pero eso no lo sabemos o nos resistimos a comprender.
Algunas comunidades, al sur de la capital, San Marcos, por ejemplo, padecen, y son emblemas del estrés hídrico y sus habitantes salen a protestar a las calles, también en la populosa colonia Alta Vista al oriente de la capital, sus habitantes se quejan de que solo aire les sale en los chorros y el recibo es puntual, sin recibir el agua, es comprensible su enojo y la desesperación de la población por tener el suministro, pero ¿que hacemos por preservar y crear las condiciones para que se produzca agua? La respuesta es clara: sólo reforestando y evitar seguir depredando (talar árboles) por caprichos zonas verdes, alcaldes, empresas y ciudadanía, todos por igual.
Amigos, no veamos en los árboles una amenaza o enemistad; ellos son aliados de los municipios, garantizan oxígeno y agua. ¿Qué más podemos pedir? Hay más postes del tendido que ponen en mayor peligro al peatón que árboles en la ciudad. Deberíamos analizar ese dato.
Publicista y ambientalista/Chmendia