Un poco más alto que el promedio, abdomen prominente, brazos fuertes, rostro como esculpido en piedra, recio, ceñudo, avinagrado, inexpugnable, aunque al conversar sabia sonreír, ser afable, bonachón y comprensivo con los pacientes. Impresionaba su inteligencia, sentido común y mentalidad practica. A mediados del siglo pasado tenia su consultorio en un caserón pintado de gris sobre la Calle Arce, a pocos pasos de una iglesia conocida por La Basilica, entre 1937 y 1952 cobraba de uno a dos colones la consulta.
Aproximadamente por 1910 antes de cumplir los 18 años se marchó a Europa a reunirse con su familia en Bruselas, Bélgica. Completó sus estudios secundarios y abrazó la profesión de la Medicina en la Universidad de Bruselas. Una vez graduado prestó sus servicios a varios centros hospitalarios en Paris, Francia. Contrajo nupcias con una agraciada señora de origen suizo y con su pequeña hija y esperando su segundo vástago, el grupo familiar decidió regresar a El Salvador. Cuando regresaban por motivos familiares tuvieron que quedarse temporalmente en Managua, Nicaragua y la estancia, que al principio pensaban ib a ser corta, se prolongó por espacio de quince años hasta que en 1931, huyendo de un terremoto que asoló Managua, lograron llegar a San Salvador.
La idea de Goens era establecerse en la capital con su familia y ejercer la profesión, lo primero lo logró sin mayores dificultades pero lo segundo le resultó más complicado de lo que esperaba. De parte de los colegas percibió un clima de rechazo probablemente porque lo consideraban un extranjero, quizá despertó mas de alguna envidia por su sólida formación europea aunque lo mas seguro es que vieron en el recién llegado una seria competencia en el ejercicio privado de la Medicina. Su experiencia en nosocomios europeos, se cuenta que realizó mas de 900 autopsias le sirvió de mucho para hacerse de un puesto de trabajo en el área de Anatomía Patológica que por esos tiempos formaba parte del Laboratorio Clínico del Hospital Rosales. Su desempeño fue tan exitoso que al poco tiempo lo ascendieron a la jefatura de la sección. Ya asentado y desempeñándose como patólogo, trabajando con los doctores Juan Segovia, director del Laboratorio antes citado, y Ciro Brito connotado médico del hospital, descubrieron un micro organismo que inhibía el crecimiento de las colonias de bacterias in situ. Lamentablemente, cuando se aprestaban a aislar al micro organismo para identificarlo, la muerte sorprendió al Dr. Brito y la investigación se suspendió y no se publicó ninguna información al respecto. Pocos años mas tarde el científico norteamericano Fleming identificó el hongo Penicillium notatum y descubrió la penicilina que vino a revolucionar el tratamiento de las enfermedades infecciosas.
Goens dejó de laborar en el Laboratorio Clínico del Hospital Rosales y se trasladó al Hospital Benjamín Bloom donde ademas de atender a los niños enfermos realizó una importante investigación en una casuistica de mas de 300 niños desnutridos. Su trabajo con el nombre de Caquexias Hídricas Infantiles lo presentó en el Primer Congreso Centroamericano de Medicina que tuvo lugar en la ciudad de San José, Costa Rica en 1934. La enfermedad descrita por Goens fue considerada en el seno del conclave científico como una nueva entidad nosológica que se convino en llamar también como Desnutrición Proteico Calórica o Enfermedad de Goens como se conoció después en varios países de Europa y Suramérica.
Varios años después la misma enfermedad fue descrita en África por alguien que la llamó Washiarkor, no se sabe si por desconocimiento o malicia lo cierto fue que ignoró la autoría de Goens confirmada en el Congreso de Medicina de Costa Rica. Existe la posibilidad que las precarias comunicaciones de aquellos tiempos hayan contribuido con esa grave omisión. En suma, el mérito por haber descrito por primera vez la desnutrición proteíco calórica corresponde al médico salvadoreño. Nótese como en dos ocasiones el nombre de Goens y de El Salvador estuvieron a punto de figurar por muy poco en las primeras planas del mundo científico internacional.
Después de cumplir con sus compromisos de trabajo en el Hospital Benjamín Bloom incursionó en la política en los tiempos del general Maximiliano Hernandez Martínez. Sus ejecutorias en los nosocomios Rosales y Bloom no pasaron inadvertidas; además ya era un profesional conocido que se había hecho de prestigio a pulso sin la ayuda de nadie de ahí que no causó extrañeza su nombramiento como Director General de Sanidad. En este cargo hizo múltiples aportes en beneficio de la salud de la población especialmente en la lucha contra el paludismo, tuberculosis pulmonar, escleroma, enfermedades por transmisión sexual, etc. Promovió la labor del inspector sanitario y contribuyó con la planeación de la futura Escuela Nacional de Enfermería. En 1937 decidió abandonar la política para dedicarse a tiempo completo al ejercicio privado de la Medicina Familiar en el viejo caserón de la Calle Arce.
Médico