Conocí por primera vez al Maestro Masferrer en el año de 1960 cuando nos impartió la cátedra de Patología y posteriormente Medicina Forense (Medicina Legal), cursábamos en ese entonces el 3er. Curso (4° año con la Pre Médica) de la carrera de Medicina. En las primeras de cambio nos impresionó su vocación de guía y mentor, su entrega a los enfermos y su lealtad a las ciencias. Sin mediar palabras, bastaba su presencia para infundir respeto, formalidad, seguridad y aplomo.
En el desarrollo de las asignaturas antes citadas, además del profesor titular que era el Dr. Masferrer, participaban los demás miembros del Staff docente, los también ilustres patólogos doctores José Nicolás Astacio Soria, Francisco Platero, Hilda Herrera, Francisco Velásquez y Félix Raúl Betancourt, eventualmente profesionales invitados y a veces Médicos Residentes de la especialidad. La docencia involucraba exposiciones teóricas, proyecciones, sesiones de prácticas, laboratorios de microscopia, presentación e interpretación de hallazgos de autopsias, etc.
Con el transcurrir de las semanas nos dimos cuenta que del Dr. Masferrer siempre esperábamos conferencias magistrales, prácticas con grandes enseñanzas, seriedad y responsabilidad en el cumplimiento de las tareas, corrección en la indumentaria y forma de expresarse. Su pedagogía era depurada y sobresalía su deseo por enseñar a pensar, discernir, analizar los detalles, comparar y correlacionar los aspectos clínicos con los hallazgos de la índole que fueran.
Una vez en una práctica varios compañeros y el que esto escribe intentábamos observar al microscopio Corpúsculos de Malpighi en un corte histológico y al no encontrarlos le pedimos ayuda para identificar esas estructuras. Acudió sin demora y se sentó a la par del grupo y comenzó a observar por el microscopio y al cabo de unos segundos nos dijo: “Mejor pregunten donde no hay Corpúsculos de Malpighi” y nos señaló los puntos donde buscarlos. En otra ocasión después de un examen parcial, antes de entregarnos las notas nos hizo el siguiente comentario: “En el país de los ciegos el tuerto es rey”. Acto seguido nos entregó las papeletas, la mayor nota había sido 7.3 y el promedio entre 4 y 5.
Una de las actividades docentes más destacadas promovidas por el Maestro Masferrer en el Hospital Rosales fueron las llamadas Conferencias Anatomoclínicas de los sábados, también conocidas por Conferencias Clinicopatológicas que por cierto hicieron historia, algunas de ellas memorables. Iniciaba la conferencia un ponente que realizaba la revisión de un caso emblemático por lo común de diagnóstico difícil, evaluaba el manejo y el plan de tratamiento, finalizaba su intervención proponiendo un diagnóstico y los argumentos clínicos que lo justificaban. A continuación, intervenía el medico patólogo que describía los hallazgos de la autopsia del paciente antes descrito y concluía con un diagnostico definitivo que no siempre era coincidente con el primeramente descrito. Muchas veces este hecho daba apertura al debate y opiniones encontradas, sugerencias y propuestas. Cuando al Dr. Masferrer le tocaba participar como patólogo casi siempre había lleno completo en la Sala de Reuniones, médicos especialistas, residentes y estudiantes además de aprovechar las enseñanzas disfrutaban de la discusión académica, especialmente de algunas puntadas que a veces alcanzaban el nivel de sarcasmo o ironía.
El Maestro Masferrer nos insistía en evitar el lenguaje y redacción “gallo gallina” y nos exigía definición, lenguaje claro y concreto. En ese sentido argumentaba que son inadmisibles las frases: “principio de fiebre”, “principio de tifoidea” y “principio de neumonía” que por cierto son muy comunes en la forma de expresarse del público en general. Al respecto decía que tiene o no tiene las tres anteriores.
Oriundo de una pequeña población del Departamento de Usulután culminó sus estudios de Medicina en la Universidad de El Salvador y se especializó en Patología y Medicina Forense en un centro hospitalario de New York E.U.A. Regresó al país a mediados del siglo pasado. Nombrado como Jefe del Departamento de Patología (Laboratorio de Patología) del Hospital Rosales promovió su reorganización, modernización y actualización de los procedimientos en la investigación de las causas de las enfermedades.
En las décadas anteriores a la segunda Guerra Mundial la Anatomía Patológica se asociaba mayormente con autopsias y estudios post morten; no obstante, con la llegada del Dr. Masferrer esa dependencia hospitalaria amplió y diversificó su carpeta de servicios con estudios de muestras procedentes de pacientes vivos y eventualmente de origen post morten. Los múltiples avances científicos que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial (Fisiología, bioquímica, farmacología, biología celular, toxicología, genética molecular, inmunología, virología, etc.) permitieron establecer que las causas de las enfermedades van más allá del estudio de la anatomía y este fue el principal motivo de cambiar Anatomía Patológica por Departamento de Patología, Laboratorio de Patología o Patología a secas de la actualidad.
Por otra parte, si bien en el Hospital Rosales de aquellos tiempos la Sala de Autopsias era la misma Morgue con la modernización la primera más vinculada con la investigación pasó a formar parte del Departamento de Patología y la segunda, se redujo a la función única de depósito de cadáveres previa su entrega a los deudos, dependiente de la administración del nosocomio.
El Maestro Masferrer fue sin duda el médico patólogo más sobresaliente de la historia del país además de ser uno de los primeros especialistas en Medicina Forense (Medicina Legal). Humanista brillante, defensor de los valores y de las causas nobles. Ajedrecista consumado amante de las bellas artes. Fue Ministro de la cartera de Salud en dos ocasiones: de Junio a Septiembre de 1958 y de Marzo de 1961 a Enero de 1962. Antes de jubilarse desempeño el cargo de Director del Laboratorio Central del Ministerio de Salud.