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Sin opciones no hay soluciones

Abandonar hábitos que se han convertido en adicción no es sencillo, no basta con poner rótulos a los productos, porque eso no detiene la búsqueda del placer que subyace en las adicciones. Hay que generar opciones, para que las personas puedan tener mejores oportunidades de salir de su adicción, en el mejor de los casos y, de no poder lograrlo, que se disminuya el daño que dicha adicción puede producir.

Por Edward Wollants
Médico y abogado

Con motivo de haberse llevado a cabo recientemente el 2o. Foro Centroamericano y del Caribe para la Prevención y Reducción del Daño Sanitario, el 13 de octubre pasado en San Salvador, con más de 350 profesionales sanitarios, ya sea físicamente o virtualmente participando para aprender cómo ser más efectivos generando para sus pacientes soluciones que pueden aplicarse a la alta incidencia de Enfermedades No Transmisibles (ENT) en la región y habiendo tenido la valiosa oportunidad de participar en dicho evento, me quedé reflexionando sobre la trascendencia que tiene para la salud de las poblaciones de todas partes del mundo, que los problemas sanitarios relacionados con conductas atadas fuertemente a la compulsión y a la adicción, dejen de ser vistas de manera parcializada, eufemística y sobre todo, sin justicia, sin benevolencia, sin equidad y sin ciencia.

Enfermedades No Transmisibles, como es el caso de la Diabetes Mellitus y la Hipertensión Arterial, ligadas fuertemente a los hábitos de alimentación y de actividad física, entre otras; Cáncer de Pulmón y la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, asociadas con la aspiración del humo del cigarrillo y la contaminación del aire; las enfermedades hepáticas, como la Cirrosis, relacionada con el consumo excesivo de alcohol; y así, otras más, comparten el común denominador de estar vinculadas fuertemente con el comportamiento de la persona humana. Pero no hablamos de cualquier comportamiento, sino del comportamiento sujeto a la repetición adictiva, como producto de la incansable búsqueda del cerebro humano por el placer. Esa misma búsqueda de placer adictivo que lleva al individuo  perder el control y volverse adicto a sustancias como los opiáceos.

Retomando esta última idea (la del consumo de opiáceos), tenemos propuestas serias, basadas en ciencia, como es el caso del “Modelo Trasnteórico del Cambio”, propuesto por Prochaska y Diclemente. Este modelo nos explica qué cambios se necesitan para abandonar una conducta problemática y nos indican el contenido de dicho cambio. Nos indican con evidencia que, las personas que tienen conductas adictivas no van a cambiarlas si no quieren hacerlo y que además hay etapas que considerar en el proceso de “abandono” de dichas conductas. No es por decreto de nadie. Que todas estas personas humanas requieren comprensión a su conducta, opciones a ofrecerles para el cambio de las mismas y finalmente, apoyo a sus propias decisiones.

Y no solo existe evidencia científica que apoya lo anteriormente expuesto, sino que la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha promovido desde hace más de medio siglo, en relación con las personas adictas al consumo de opiáceos que, coherentemente con el hecho innegable que nadie puede obligarlas a dejar la conducta adictiva, si no quieren hacerlo, lo mejor es tratar de ofrecerles opciones para evitar mayores daños derivados de la práctica de dicha conducta adictiva. Todo un planteamiento, en referencia a que es mejor proveerles con jeringuillas estériles para evitar el contagio con VIH, Hepatitis y otras; y proporcionarles lugares donde les apliquen de forma segura las dosis, evitando muertes por sobredosificación o por mezclas peligrosas con otros químicos, como el fentanilo.

Esto lo viene promoviendo la ONU desde 1961. Incluso la Organización Mundial para la Salud, en colaboración en colaboración con ONUSIDA ha promovido tolerancia y respeto para las personas que consumen drogas, sobre todo porque han manifestado que criminalizando el consumo no se logra el abandono de la adicción, pero si se empuja al uso poco seguro de los insumos para tal fin.

A lo anterior no se le puede considerar sanitariamente como promoción del uso de drogas, sino como REDUCCIÓN DEL DAÑO SANITARIO.

Pues bien, basados como lo dije al inicio de estas líneas, en los principios de justicia, benevolencia, equidad y sobre todo, basados en la ciencia, es el momento de aplicar la REDUCCIÓN DE DAÑOS SANITARIOS a otros problemas de conductas adictivas, como las personas que tienen adicción al alcohol, al tabaco, a las comidas grasosas o al azúcar. Todos necesitan comprensión y ayuda y no solo prohibiciones.

Cuando se analiza la conducta humana bajo la lupa de la verdadera ciencia, nos damos cuenta que somos producto de la evolución de cientos de miles de años, por no decir que de millones (por lo menos 4.4. millones de años). Por lo cual hay conductas tan arraigadas, como la búsqueda incesante que hace nuestro cerebro de fuentes de placer, que por más que se prohíba, no se logrará porque no está en la naturaleza humana el rechazar el placer.

Deben generarse opciones, ya sea de otros productos que generen sensaciones parecidas al original con igual liberación de neurotransmisores, o brindar información de calidad sobre cómo consumir determinados productos (en especial con los alimentos) de manera tal que ser logre mantener un balance en la alimentación diaria.

Abandonar hábitos que se han convertido en adicción no es sencillo, no basta con poner rótulos a los productos, porque eso no detiene la búsqueda del placer que subyace en las adicciones. Hay que generar opciones, para que las personas puedan tener mejores oportunidades de salir de su adicción, en el mejor de los casos y, de no poder lograrlo, que se disminuya el daño que dicha adicción puede producir.

Y mantengamos en mente que las conductas adictivas no están centradas exclusivamente en el consumo de drogas ilícitas, de alcohol, de tabaco, de comidas dulces. Esas conductas adictivas pasan por el uso de las redes sociales, del internet, que han demostrado ser generadoras de altos niveles de dopamina y endorfinas, entre otras. Y entonces, ¿habrá que prohibir el internet y las redes sociales? Me parece que no.

Edward Wollants. Médico Nutriólogo y Abogado de la República.

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