Posiblemente fuera del departamento de Sonsonate no sepan quién es María Elena Herrera Funes de Arévalo, una espléndida hija, hermana, esposa, madre, abuela, tía, jefe; fue María Elena una líder que tuvo la visión en los años sesenta de sentir la ausencia de la educación, de la necesidad de un colegio que ofreciese tercer ciclo a nivel privado dado las carencias históricas en cuanto a educación se refiere, de la necesidad de crear espacios de formación y no es de extrañar que en esos tiempos, aspirar a terminar tercer ciclo era la máxima aspiración en ese El Salvador profundo de esa época que a veces evitamos conocer.
De poco a poco junto a su amadísimo esposo, Francisco Arévalo Castaneda, dieron a Sonsonate e hicieron crecer el colegio “Centro América”, una institución que ofrecía tercer ciclo llegó a tener bachillerato.
Con el correr del tiempo crearon la primaria, me atrevo a decir que no hay un tan solo sonsonateco que no haya escuchado el nombre de Colegio “Centro América” y conocer a alguien que se graduó de tal institución.
María Elena, en su ejemplar camino, hace cuarenta años tuvo la visión que sobrepasó con creces ya que no fue suficiente la creación del bachillerato, sino que funda la “Universidad de Sonsonate”, “LA USO”, con otros profesionales visionarios vale la pena preguntarnos ¿cada cuántos años nuestras sociedades paren líderes de esta talla, de tal coraje, de una valentía indescriptible y de un nato liderazgo junto con una gran visión para generar las condiciones de mejorar el desarrollo humano? Dándoles la oportunidad tanto a los sonsonatecos como a los habitantes del sur de Ahuachapán de disponer de una universidad y lograr realizar sus vidas profesionales. Para quienes no lo saben, “La USO” empezó a funcionar en el Colegio “Centro América” y, gracias al colegio, Sonsonate tiene y puede sentirse orgulloso de tener una universidad de la altura de “La USO”. Esto es María Elena, maestra por vocación, abogada por decisión; María Elena, nunca sabremos la excelsa bondad de esta pionera, pues ella no lo permitió que supiésemos cuántas becas donó, cuanta ayuda brindo toda la ayuda que María Elena brindaba a las personas del área rural de Izalco y solo con ese ojo humano y divino, nunca sabremos cuántas vidas tocó y transformó a aquellos estudiantes que atravesaban alguna dificultad económica; lo narrado anteriormente es poco, no sé qué tan gran grande fue el legado de la maestra y abogada.
Pero hablemos de la mujer, de María Elena, la mujer de familia, que sin ella buscarlo se convirtió en un pilar de la familia Herrera, tan solemne, siempre el consejo oportuno, siempre el maravilloso ejemplo siendo esa profesional brillante y a la vez una hija, hermana y madre ejemplar. Alguien sin igual.
Como madre, “por sus frutos la conoceréis” dejando semillas ejemplares en sus dos hijos siendo María Elena y Carlo Francisco personas honestas, sencillas, amantes del prójimo que tuvieron la dicha de tener un faro que iluminó sus vidas, es esa madre María Elena que deja a la sociedad lo mejor de ella como también se pueden considerar hijos amados todos los estudiantes que bajo sus alas se formaron.
No puedo olvidar las visitas a María Elena, esas tertulias que siempre abonaban en mi vida el consejo oportuno, el cariño que se siente en el alma; tertulias que poco a poco fueron haciéndose más distantes por los afanes tanto de ella como míos, pero el ejemplo que deja, el legado de vida es algo único; estamos tristes por su partida y debo aclarar que en mi inmenso amor para ella no la recordaré tanto por ese patrimonio que deja a un departamento y a un país, sino por el sobrenombre que me puso, siempre me decía “Precioso”.
¿Cómo le podemos olvidar María Elena Herrera Funes de Arévalo? Si fue, es y será una especie ya por extinguirse. Gracias por su entrega, hoy debe volar a educar ángeles, que, sin duda, el Cielo le espera como la mujer ejemplar que fue. Y dejémosla “despacio por que va de prisa”.
Médico.