Una noche de viernes, cuando la familia se reúne a jugar, mi hija Gabriela de 8 años mostró a su madre una hoja de papel con una imagen.
—¿Qué ves aquí? —le preguntó.
—Un hipopótamo —le respondió mi esposa.
—No —le aclaró— solo es una hoja de papel con unos trazos de colores. El hipopótamo te lo has imaginado tú.
Mi esposa se quedó callada y pensando un momento.
—Ok. Entonces veo un papel con trazos de colores que simulan la imagen de un hipopótamo —le dijo.
Gabriela solo se puso a reír.
Esto me dio pie a reflexionar acerca de la forma en que nos manipulan, mostrándonos una realidad plana, unidimensional, de papel y somos nosotros quienes, por un condicionamiento previo o por ignorancia, la percibimos como si fuera tridimensional y la aceptamos como una verdad indiscutible.
Vivimos en un mundo multidimensional, esto es una verdad irrefutable. La realidad, como mínimo, tiene causas, apariencia, trasfondo y consecuencias. La inteligencia es, de hecho, la capacidad de anticiparnos al futuro. Y solo percibiendo una realidad multidimensional podemos hacerlo. Una realidad plana de papel, por muy bonita que nos la presenten, no nos dice nada. De hecho, entre más bonita, menos dice y generalmente lo poco que dice, es mentira. Por muy plana que percibamos y aceptemos una realidad, sufriremos sus consecuencias de forma multidimensional.
A los venezolanos les vendieron una realidad plana, de “un semi-dios que había bajado del cielo a resolverles sus problemas”. Pero las consecuencias de haber comprado esa realidad, la están pagando de forma multidimensional. La mayor pobreza, la mayor emigración, la mayor corrupción, la mayor inflación, la peor hambre y miseria del continente, dictadura, entre otros muchos males.
Vámonos a los ejemplos en El Salvador. Leemos en el periódico que el gobierno clasifica todo su gasto como información reservada y lo vemos como la hoja del periódico que lo escribió o plana como la pantalla donde lo leímos. Leemos que la Asamblea aprueba otros mil millones de deuda y por igual, lo vemos como una realidad plana, sin pasado, sin trasfondo ni consecuencias. Leemos que cientos de presos están siendo asesinados dentro de las cárceles y como todo, lo leemos como una realidad de papel. No somos conscientes que toda realidad tiene antecedentes, tiene implicaciones, tiene consecuencias sociales, políticas, económicas inmediatas y a futuro. No es cierto que la realidad desaparece cuando se le ignora. La realidad sigue siendo real y las consecuencias siguen implacables su camino. Estarán allá en el futuro esperándonos.
El destino a donde lleva la oscuridad en el manejo de los fondos públicos es de sobra conocido. Hay varios países que nos están sirviendo de espejos frente a nosotros, pero no queremos vernos reflejados ahí. El sufrimiento de esas almas que ven como sus seres queridos son capturados, torturados, desaparecidos, incluso asesinados; aunque cerremos los ojos, tendrá repercusiones y no serán positivas. La deuda, por otro lado, es una realidad multidimensional, aunque la queramos ver de papel. Ese dinero deberá pagarse y quienes lo harán serán aquellos que no la han disfrutado, algunos ni siquiera han nacido y cuando lo hagan maldecirán nuestros nombres o se irán de su tierra. Todas las realidades de hoy tienen consecuencias esperando en el futuro. El derroche, la corrupción, la deuda excesiva, clava como algo fijo e inevitable: aumento de impuestos, baja calidad de educación y salud, fuga de inversiones, desempleo, hambre y miseria, en el futuro. Estas consecuencias son obligadas, no hay forma de evitarlas.
Lamentablemente, creo que se perdió la oportunidad para elevar el nivel de cultura y disciplina intelectual en la población salvadoreña. La guerra, al final, no sirvió para nada y tendremos que empezar de nuevo, repetir el ciclo de un país tercermundista. El Salvador es como un camión cargado que va sin frenos por una pendiente. Nada puede evitar que nuevamente sea la finca de alguien o algunos, que se divida en amos y esclavos, que haya opulencia por un lado y miseria por otro. Que sea un país de extranjeros y para extranjeros de apellidos raros y de gente rara. Nada puede evitar que regresemos a tiempos de la colonia.
El Salvador no tendrá otra opción, en un futuro lejano, que repetir el ciclo que ha venido repitiendo desde Anastasio Aquino, desaparecer como el país de los salvadoreños o ser el país de nadie.
Psicólogo.