PUESIESQUE…sabedores que el bukelato constituye una dictadura, para evitar los daños y perjuicios -morales, sociales, económicos, políticos- de semejante régimen, es indispensable la UNIDAD NACIONAL e, incluso, actuar de modo unificado en el próximo evento electoral.
Y es que para el proceso electoral de 2024 no está en juego únicamente el acceso a cargos públicos -presidencia de la República, diputados y concejales-, sino, sobre todo, la disyuntiva entre la consolidación de una dictadura -que de ganar profundizará su perfil autoritario y represivo- y el rescate de los pedazos de institucionalidad democrática que todavía persisten, a fin de retomar el camino para la construcción de un sistema político democrático y un sistema social decente.
Para evitar la consolidación y profundización de la dictadura es indispensable que todas las fuerzas democráticas -sociedad civil, partidos políticos, academia, gremiales- se unan, así sea de modo coyuntural, presentando un frente común ante la dictadura, ofreciendo una alternativa a la población.
Es necesario demostrarle al pueblo que otro país es posible: un país donde para enfrentar al crimen organizado no es necesario capturar a miles de inocentes, ni torturar, ni desaparecer a detenidos; un país donde el dinero público sirva para la atención a las necesidades más apremiantes de los más vulnerables, como salud, educación y oportunidades, y que los fondos estatales no se pierdan en elefantes blancos como trenes de alta velocidad, aeropuertos y, lo peor, que el dinero de todos se utilice para la corrupción y para la propaganda para mantener la imagen de un líder mesiánico que dice que tiene “línea directa” con Dios.
Esa unidad nacional frente a la dictadura puede hacerse como coalición, como acuerdo, como alianza, pero, independientemente del nombre y formato que se seleccione, debe integrar a la mayoría de los sectores sociales y políticos, así sea que se trate de organizaciones que por décadas hayan sido contrincantes o, incluso, enemigos en la guerra.
En su famoso libro “Cómo mueren las democracias”, Levitsky y Ziblatt resumen, de modo prístino, la necesidad y conveniencia de construir amplias coaliciones, acuerdos o alianzas en defensa de un sistema democrático: “Las coaliciones de ideologías afines son importantes, pero no bastan para defender la democracia. Las coaliciones más eficaces son aquellas que congregan a grupos con concepciones distintas (incluso discordantes) sobre múltiples asuntos. No se construyen entre amigos, sino entre adversarios”.
Tal coalición, acuerdo o alianza debe construirse como una RED CIUDADANA, que comprenda e integre al menos sociedad civil (defensores de derechos humanos, feministas, ambientalistas, defensores del agua, etcétera), partidos políticos, iglesias, academia, sindicatos (obreros, maestros, etcétera), gremiales empresariales y profesionales: a cada sector tocará dejar en espera sus propias reivindicaciones, sin abandonarlas, en defensa de un MÍNIMO COMÚN DENOMINADOR DEMOCRÁTICO: y es que por ahora se trata de defender el derecho de expresión, de organización y de participación, frente a un régimen que se impone desde la matonería.
Cito de nuevo a Levitsky y Ziblatt: “Construir coaliciones que vayan más allá de nuestros aliados naturales es difícil. Requiere la voluntad de aparcar, al menos momentáneamente, temas que nos causan honda preocupación (…). Debemos ampliar nuestros horizontes temporales, tragar saliva y hacer espinosas concesiones. Ello no implica en ningún caso abandonar las causas que defendemos, sino pasar por alto temporalmente discrepancias con el fin de hallar un terreno moral común”.
Y esa unidad frente a la dictadura es indispensable para el próximo proceso electoral de 2024, en todas las elecciones, pero sobre en la presidencial, pues lo contrario provocará, no la legitimación del régimen autocrático, sino que éste se sentirá empoderado para continuar y profundizar la represión y el apoderamiento de los bienes públicos.
Sé -y es comprensible- que existe desconfianza entre personas y/o sectores de distinto signo político e, incluso, hay sectores que prefieren mantenerse al margen, por temor o por conveniencia coyuntural: así, entre muchos eventuales casos, los ambientalistas no soportan a empresarios de la construcción, o que grupos religiosos conservadores tienen repulsión a organizaciones feministas que plantean la necesidad de una política pública de salud para la interrupción voluntaria del embarazo.
Es muy natural que existan tales discrepancias o hasta reales enfrentamientos, pero lo que la historia nos exige es que por ahora debemos dejar de ser monotemáticos y aprender a cooperar entre adversarios, construyendo esa alianza democrática contra la dictadura. Y es que al consolidarse y perpetuarse los dictadores -sobre todo los que se creen ungidos por una divinidad-, esos arrasan con todos, de modo especial con sus antiguos colaboradores: vean ahora a los oligarcas rusos que inicialmente apoyaron a Putin, hoy están presos o muertos; o más cerca, vean lo que ha hecho Ortega en Nicaragua, que capturó y luego mandó al exilio y despojó de la nacionalidad nicaragüense a los líderes empresariales que por más de una década le apoyaron, y ha hecho lo mismo con el magistrado de la Corte Suprema de Justicia (y hasta su padrino de boda es) que elaboró la sentencia para la inconstitucional reelección presidencial.
Por eso, dicho en salvadoreño, para evitar la condena que significa la consolidación y perpetuación de la dictadura, por ahora toca tragar grueso, sonreír al adversario y construir esa unidad, acuerdo, coalición o alianza democrática frente al mayor peligro que tiene el país, que es bukelato, expresado en un líder mesiánico e insensible ante las necesidades del pueblo.
Abogado constitucionalista.