Hace cuatro años muchas personas, escépticas y anonadadas por el resultado electoral que obtuvo El Salvador durante el año 2019 creyeron que este país dejaría en el pasado tres años de bipartidismo entre la izquierda y la derecha más tradicional en su reflejo latinoamericano; sin embargo, el retroceso democrático que ha atravesado esta pequeña nación centroamericana, hoy nos tiene sumergidos en una autocracia unipersonal y autoritaria. Y ante esta galopante realidad, quedan apenas 10 meses para las elecciones que definirán no solo la nueva configuración política del país para el próximo mandato, sino el futuro sociopolítico de, al menos, la próxima década.
Las condiciones de igualdad entre todos los actores políticos que competirán para las elecciones de febrero y marzo de 2024, no existen. Los partidos de oposición no compiten contra un partido oficialista aglutinado en la imagen del presidente, sino que la competencia es contra los recursos del Estado salvadoreño que favorecen al presidente y sus correligionarios.
La descarada acumulación de poder que ha concentrado el señor presidente, no solo ha dejado a la ciudadanía huérfana de instituciones independientes, sino que también ha provocado, por la fuerza, que las instituciones del Estado estén al servicio de una política partidaria regida bajo un enfoque mesiánico. Y es así como vemos a instituciones del Estado utilizando fondos públicos para hacer obras vestidas del color cyan que distingue al proyecto partidario del presidente, enalteciendo frases de campaña del presidente, reproduciendo sin cesar videos de propaganda del presidente, e incluso promoviendo la reelección ilegal que busca el presidente. ¿Se le puede llamar a esto igualdad de condiciones?
En los próximos tres meses, todos los partidos políticos que convocaron y expresaron –en el plazo y según las reglas que dicta la Ley y el Tribunal Supremo Electoral (TSE)– sun intenciones de participar en la próxima contienda electoral, tendrán elecciones internas para definir sus candidaturas a la Asamblea Legislativa, Concejos Municipales, Presidencia y Vicepresidencia de la República. Y tomando en cuenta que el señor presidente está afiliado a GANA y que la Constitución prohíbe la reelección presidencial, surgen varias interrogantes: ¿será que el presidente se cambiará de partido? ¿qué hará el TSE ante esta violación del orden constitucional? ¿Se imaginan qué hubiese ocurrido si Mauricio Funes o Tony Saca hubiesen buscado reelegirse de forma ilegal?
A estas alturas, la intención de la propaganda gubernamental es más que clara: sepultar todos los fantasmas de este gobierno y enfocarse en la apuesta de seguridad que representa el régimen de excepción. El oficialismo está en campaña desde hace meses, los diputados han aclamado la reelección presidencial desde hace meses, vuelan hacia el extranjero para realizar mítines políticos desde hace meses. La ilegitimidad se hizo presente desde hace meses. La cultura de miedo para amedrentar a cualquier voz opositora, se instaló hace meses.
No olvidemos que las reglas electorales también están próximas a ser cambiadas si así lo desea el oficialismo. Detengámonos por un momento y repasemos: en este Estado unipersonal y autoritario, los recursos públicos favorecen al proyecto partidario del presidente, se permite la campaña adelantada, también se modifican normas constitucionales para que la misma persona se ancle al poder, y además uno de los competidores para las elecciones del próximo año, tiene el poder de definir discrecionalmente y a última hora, bajo que reglas electorales desea competir. ¿Si esto no es ya una dictadura entonces qué es?
Quedan 10 meses para las elecciones de 2024. El escenario es cuesta arriba, algunos dan esta batalla por perdida y prefieren apagar las luces e irse ya. Yo creo que hacen falta personas valientes, y no se trata de valentía para asumir una misión kamikaze, pero les pregunto yo: ¿si llegase a haber fraude electoral cómo se denuncia si no participan del proceso opositores valientes?, ¿si la reelección presidencial es ilegal e ilegítima no sería bueno que exista una candidatura presidencial que obtenga votos de forma legítima?, ¿si lo que está en juego es la próxima década no sería bueno tener dentro de la Asamblea Legislativa a personas valientes denunciando y haciéndole frente a los atropellos que ahí se gestan?
Quedan 10 meses para dejar constancia de que no hay democracia sin demócratas. ¡Sigamos!
Presidente de Nuestro Tiempo