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Cleptocracia salvadoreña (II): el arribismo social y económico del clan gobernante

La invención de quimeras va más allá, pues desde hace rato se acudió a eventos de unción y a la publicación de videos y post sobre que el dictador cuenta con protección divina, que él goza de origen celestial, que es sobrehumano, llevando el culto a la personalidad a absurdos realmente vomitivos, como la impresión de “medallitas milagrosas” con la imagen del dictador.

Por Enrique Anaya
Abogado constitucionalista

La palabra ARRIBISMO tiene un significado muy gráfico, ya que expresa la actitud y las acciones de las personas que aumentan su riqueza o su presencia social “por medios rápidos y sin escrúpulos”, esto es, se refiere a los trepadores o advenedizos en la escala social o económica.

La presencia del arribismo -social y económico- se genera por múltiples factores sociales, culturales, económicos y hasta políticos, con matices psicológicos y morales. En este espacio no haremos, por supuesto, un análisis, ni siquiera preliminar, del fenómeno del arribismo en el país, sino mostrar como el clan gobernante -el dictador, sus hermanos y su círculo más cercano- ejerce tal práctica, es decir, la familia gobernante es una típica expresión de arribistas, trepadores o advenedizos sociales, al extremo que incurren en una VULGARIDAD EXHIBICIONISTA que insulta sobre todo a los más pobres, a los más vulnerables.

Arranquemos con la idea presupuesto: desde hace varios años, el clan gobernante diseñó y ejecutó un plan de propaganda para instalar el mito de méritos académicos y empresariales de la ahora familia gobernante, respecto de los cuales no existe pruebas contundentes, sino todo lo contrario.

Así, si antes se divulgó el bulo de la candidatura de un premio Nobel en química para un fallecido integrante de lo ahora es el clan gobernante, ahora se propaga la farsa de que el dictador ha sido propuesto como candidato al premio Nobel de la Paz. ¡De chiste ambas mentiras!

Pero la invención de quimeras va más allá, pues desde hace rato se acudió a eventos de unción y a la publicación de videos y post sobre que el dictador cuenta con protección divina, que él goza de origen celestial, que es sobrehumano, llevando el culto a la personalidad a absurdos realmente vomitivos, como la impresión de “medallitas milagrosas” con la imagen del dictador.

Por ello es que los bufones del régimen tienen la obligación de mencionar siempre el nombre del dictador en tono mesiánico y relacionarlo constantemente con Dios. Olvidan, pues, el segundo mandamiento: “No tomarás el nombre de Dios en vano”.

Al respecto de esa deriva, que no es exclusiva de El Salvador, hace varios años, con motivo de la pandemia por covid-19, el  constitucionalista Diego Valadés nos advertía de los riesgos sociales y políticos de esa “recaída confesional” de algunos gobernantes:

“Ahora el Estado laico, producto de un largo y difícil recorrido, puede verse en riesgo. En la actual crisis sanitaria hay abundante información en cuanto al origen de la pandemia y a la estrategia para enfrentarla. En este caso el argumento demoniaco está ausente. Aun así se registran apelaciones a milagros por parte de dirigentes políticos que, a la manera de los monarcas romanos, encuentran en las creencias religiosas una estrategia diversiva para enmascarar sus errores o deficiencias, e intentan transferir el remedio de la pandemia a la voluntad divina”.

En ese contexto de inexistentes méritos académicos y ambiente falsa y artificialmente religioso, más bien, blasfemo, surge y se impone una situación muy, pero muy mundana, que es el arribismo social y económico del clan gobernante.

            En efecto, el clan gobernante no era ni es, de lejos, un grupo familiar con prestigio social o cultural, como tampoco es un conglomerado económico poderoso: eso solo ha sido otro cuento de mal gusto inventado por los propagandistas de la dictadura.

            A tal grado llega la mentira sobre el poderío económico del ahora clan gobernante, que ocultan las declaraciones de probidad que el dictador presentó cuando fue alcalde, tanto en Nuevo Cuscatlán como en San Salvador. Y, lo más peculiar, nadie conoce las enormes y exitosas empresas que desde cero hayan fundado el dictador, sus hermanos o su familia.

            Así, como el ahora clan gobernante no formaba ni forma parte de la élite social y económica del país, sino que más bien padecieron y han padecido las injustas e indebidas exclusiones que en un país tan clasista y hasta racista como El Salvador, ante la obsesión de superar su exclusión, así sea integrándose o imaginándose que los admiten en círculos económicos y sociales privilegiados, el clan gobernante expone su más vulgar exhibicionismo con tres tipos de bienes, que en mucho eran o son expresiones de pertenencia a grupos pudientes (esta palabra me “mata” de la risa, pero es muy expresiva...je, je).

Así, para aparentar ser pudientes, el clan gobernante, una vez ocupó el poder político y desmanteló la incipiente institucionalidad democrática, se dedicó a adquirir tres “juguetes” de los millonarios salvadoreños: finca cafetalera de más de 200 manzanas; finca grande con vista privilegiada en el lago de Coatepeque; y, ya desde finales del siglo XX, tener un helicóptero.

Pues como nada de eso tenía el clan gobernante antes de ingresar en la política, han sido de las primeras “cosas” adquiridas o explotadas con motivo de la extracción de los fondos públicos: ahora, el dictador tiene una finca cafetalera, cuyo producto lo promociona con recursos estatales; tiene una finca en el lago de Coatepeque; y, aunque no es de él sino del Estado, anda en helicóptero.

Por supuesto, ese chocante arribismo social es únicamente, por un lado, mínima expresión de la real corrupción rampante en el país (nadie creería -sería iluso en exceso- que el clan gobernante se ha apropiado únicamente de diez millones de dólares…ojalá algún día se conozca cuánto se han llevado al extranjero); y, por otro lado, un esfuerzo estéril, porque comprar fincas y usar un helicóptero estatal le será únicamente mientras mantengan el poder político: una vez caiga el régimen dictatorial, serán -ahora con razón- defenestrados, tanto social como económicamente; o, como dice un amigo, “las bendiciones se convertirán en maldiciones”.

Abogado constitucionalista.

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