La ofensiva contra la Agenda 2030 (en vigor desde el 2015) y el “Pacto para el Futuro” (recientemente aprobado por el 95% de las Naciones Unidas) por el régimen inconstitucional de Nayib Bukele tiene como camuflaje propagandístico el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 5, pero en verdad el clavo de Bukele es el ODS 16.
Si un salto ha dado la comunidad internacional para el desarrollo de todos los habitantes del planeta es el compromiso escalado con ambos instrumentos internacionales. El 25/09/2015, la Asamblea General adoptó la Agenda 2030 como “un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia”. Los Estados miembros reconocieron entonces que el mayor desafío de la humanidad es la erradicación de la pobreza y afirman que sin lograrla no puede haber desarrollo sostenible. Palabras más, palabras menos, esa mentalidad colectiva se prolonga y profundiza en el Pacto.
Pero es en esos principios humanos y consensuados donde comienza la incomodidad para gobernantes dictatoriales. Mi tesis es que los temas de Equidad de Género, los renglones sobre diversas orientaciones sexuales y sobre el aborto, los manipulan los tiranos como camuflaje para evadir el cumplimiento de los ODS como el 16 que compromete a los Estados a promover y fortalecer 1) la democracia 2) el respeto a los derechos humanos 3) la independencia de jueces y fiscales para una efectiva procuración de justicia, y 4) la construcción de sociedades informadas sobre la utilización de la riqueza pública para así combatir y prevenir la corrupción en aras de erradicar la pobreza.
Nayib Bukele calza a la perfección con la hipoteca del desarrollo humano en El Salvador y de la conectividad racional del país con el mundo. La orden al personal diplomático salvadoreño para abandonar el pleno de la Asamblea General de la ONU cuando 193 países aprobaban el “Pacto para el Futuro” simboliza la cobardía sin una onza de dignidad para tan siquiera votar en contra o abstenerse dando la cara explicando la posición adoptada.
El embajador en la ONU de Vladimir Putin-con quien Bukele refuerza su cooperación política-afirmó previo a la votación que “Nadie está contento con este Pacto”. El embajador ruso estaba equivocado. El histórico “Grupo de los 77” que ahora tiene 134 miembros, incluido China, llamaron al “compromiso en todos los niveles de liderazgo para abordar pragmáticamente los problemas actuales y sentar las bases para soluciones para nuestro progreso y desafíos globales futuros”. Nuestros vecinos-Guatemala y Honduras-respaldaron políticamente el Pacto y aseguraron que sus planes nacionales están alineados con la lucha contra la pobreza en el marco de la Agenda 2030.
El Pacto, vinculante para todos los Estados, tiene adjuntos dos instrumentos complementarios -el “Pacto Digital Global” y la “Declaración sobre las Generaciones Futuras”-a los que Bukele les da la espalda. Bukele cree que la civilización comienza y termina con las fotos que se tomó con Elon Musk, pues el contrato con Google -que nunca fue inversión extranjera- nos cuesta a los salvadoreños US$ 500 millones de nuestros impuestos.
Este mismo año, el corresponsal de un medio internacional en San José, Costa Rica, me preguntó sobre la ruta de Bukele, si el destino es Venezuela por aquello de sus asesores que calcan el libreto de Nicolás Maduro. “Parece que en realidad nos lleva a Afganistán”, respondí.
Ciertamente, las revelaciones de corrupción a gran escala de los socios de Bukele (COSAVI, Asamblea Legislativa) y de él junto a su familia son la punta del iceberg y explican estas conductas de Bukele en el exterior. Quien no rinde cuentas dentro del país tampoco lo hará ante las Naciones Unidas. Pero a la vez vuelve coherente que la ciudadanía salvadoreña-dentro y fuera de las fronteras patrias-emprenda acciones decisivas para la restauración democrática.
El reciente reporte sobre El Salvador y la violación masiva de las libertades y garantías fundamentales contra miles de personas inocentes, dado a conocer por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se vincula con el recurso del Foro Argentino para la Defensa de la Democracia que acusó a Maduro de Crímenes contra la Humanidad en un tribunal de Buenos Aires. El juez de la causa solicitó ya la captura de Maduro fundamentada en el principio de jurisdicción universal: quien vulnera los derechos humanos de un pueblo lo hace contra la humanidad entera.
El ODS 16 es un indicador clave de que en nuestro tiempo la democracia constituye un derecho humano. Un buen gobierno-honrado y efectivo-es un derecho fundamental negado ahora en El Salvador.
Especialista salvadoreño en Relaciones Internacionales, integración regional y migraciones