Hemos presenciado acciones que no son de justicia, sino de maldad, canalladas elevadas a la enésima potencia, sin un ápice de justificación para que semejantes hechos se realicen no solamente contra los acusados de crímenes no probados, sino también contra sus descendientes y allegados. Y, aunque sabemos que llegará el día de la Justicia, la Justicia verdadera, la que pone en la balanza hechos y no odios ni envidias, preguntamos: ¿existe una explicación a esas inmensurables canalladas?
Creí que no, que no había explicación. Hasta que recibí el escrito iluminador (y de invaluables enseñanzas) que Manuel Enrique Hinds publicó en su blog Manuel’s Substack, “La herida narcisista”, en el que cita y comenta al filósofo alemán, Max Scheler, describiendo lo que llama la “envidia existencial”. Y copio parte de dicho artículo:
"... Es un gran error pensar que la envidia, junto con la codicia, la ambición y la vanidad, es una fuerza motriz en el desarrollo de la civilización. La envidia no fortalece el impulso adquisitivo: lo debilita. Conduce al resentimiento cuando los valores codiciados no se pueden adquirir y se encuentran en la esfera en la que nos comparamos con los demás. La envidia más impotente es también la más terrible. Por lo tanto, la envidia existencial, dirigida contra la naturaleza misma de la otra persona, es la fuente más vital de resentimiento. Es como si susurrara continuamente: "Puedo perdonar todo, pero no que tú lo seas, que eres lo que eres, que yo no soy lo que tú eres. De hecho, que yo no soy tú.
La envidia existencial es esencialmente destructiva tanto para el envidiado como para el envidioso. El envidiado siempre estará en peligro porque al ser impotente para apagar su envidia quitándole cosas al envidiado, la rabia del envidioso se tornará a un deseo de dañarlo. Así, el envidioso siempre sufrirá. Nunca satisfará su envidia, aunque mate a la víctima envidiada, porque su memoria sobrevivirá. Esta forma de envidia no la puede ignorar el envidioso. Despoja al tirano de su ser, porque la existencia de la víctima envidiada es sentida como una "presión", un "reproche", una humillación insoportable. Por esta razón, para el envidioso la víctima envidiada no debe ser simplemente asesinada. Su cadáver debe ser destrozado, su memoria debe ser profanada, su legado debe ser negado, sus logros deben ser calificados de ridículos, y su riqueza debe ser robada a siete generaciones antes y después de él.
Las personas que no entienden lo que es la envidia existencial con frecuencia malinterpretan las motivaciones de los tiranos narcisistas. Un tirano con envidia existencial puede expropiarle la casa o la de un pariente cercano, por ejemplo. Aun así, lo hará no porque codicie la casa, sino porque quiere infligir daño a la envidiada víctima. Muchos no comprenden la crueldad de los ataques, que pueden ir contra familiares e hijos. Esto es un resultado directo de la impotencia del envidioso para eliminar el sufrimiento que la existencia misma o el recuerdo del envidiado le causa".
He allí la explicación del porqué el ensañamiento, la injusticia, la canallada en contra de personas que, por su capacidad y desempeño, merecen honores y no vejámenes. Porque pueden despojarles de todo, pero no de su esencia y naturaleza, que el narcisista envidioso existencial, jamás podrán ni soñar en llegar a ser.
Empresaria.