Los seres humanos, por naturaleza, buscan siempre lo mejor: el bien, la verdad y la belleza, intentamos ponernos metas altas, luchar denodadamente por lograrlas, y buscar ser los mejores, ocupando los primeros lugares, que nos proporcionarán grandes beneficios, causando frustración y tristeza cuando no lo logramos, y más duro reconocer que hemos retrocedido. Y este es el triste panorama de los salvadoreños ante las estadísticas presentadas por diferentes organismos, dando a El Salvador el último lugar en muchos indicadores, según señalan importantes rotativos del país.
Seguimos siendo el país menos atractivo para la inversión extranjera directa. Según datos del Banco Central de Reserva, en 2023 El Salvador captó $759.70 millones, que como consolación, las autoridades consideran un triunfo por haber crecido tres veces más a los miserables $170.8 millones recibidos en 2022, pero duele saber que Costa Rica logró cinco veces más, con $3,921 millones. Aunque el presidente del BCR comenta con orgullo que el clima de seguridad y la confianza de que gozamos genera un mejor ambiente de negocios, aumentando la inversión, lo que refleja “el mayor monto en los últimos 5 años”. Visión que solo los devotos NI pueden aceptar.
Porque de acuerdo con la opinión de reconocidos economistas, aunque la cifra de inversión del 2023 es la mayor en los últimos 5 años de Bukele, es mucho más baja que en los 5 años anteriores del mandato del Profesor Sánchez Cerén, que tampoco puede calificarse de exitoso. Y que los datos actuales fueron ajustados por el BCR (léase maquillados) y posteriormente debieron modificarse para reflejar la realidad. Esto demuestra lapoca meritocracia del funcionario, cuyo nombramieto fue objeto de severas críticas, ya que no llenaba los requisito mínimos del perfil requerido para ejercer tan importante cargo.
Es evidente que los cambios que se han dado no son significativos y estructurados, ya que la poca inversión no genera empleos y mejores salarios, y que mientras no se llegue a un acuerdo con el FMI, que trasladaría la confianza a los inversionistas extranjeros, la situación no experimentará los cambios requeridos. Pero el interés de Bukele de seguir jugando con el Bitcoin, es el principal obstáculo para lograrlo, a pesar de las advertencias de importantes calificadoras de riesgo.
Y como si lo anterior no fuera suficiente, nos enteramos que El Salvador ingresó a la categoría de Infierno Fiscal, al combinar altos regímenes fiscales, con malas prácticas gubernamentales, lo que se evidenció con las decisiones tomadas el 1 de mayo el 2021, cuando la Asamblea Legislativa dominada por NI destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al Fiscal General de la República, lo que logró el puesto #12, no por la carga tributaria del país, sino por la calidad de su gobierno, que no está al servicio de su población. Influye más que todo la inseguridad jurídica, lo que coincide con la caída en los niveles de inversión extranjera.
Estas evaluaciones toman como parámetros aspectos como rendición de cuentas, en lo que el país resulta reprobado, lo relacionado con compras públicas y datos y estadísticas antes de publicación oficiosa, ahora con reserva. De gran importancia es el Estado de Derecho, que tiene relación directa con la separación de poderes, lo que desapareció a partir del 1 de mayo 2021. Se percibe el Sistema Judicial como “pobre” porque no cuenta con independencia del Poder Ejecutivo.
Así que estos últimos lugares en rubros tan importantes, hace que el diario vivir de los salvadoreños sea cada día más difícil, a pesar de tener al presidente mejor evaluado, junto a los dictadores de África, y que los elogios que recibe internacionalmente producto de su millonaria publicidad, no traen ningún beneficio para el pueblo.
Maestra