El dramaturgo griego Sófocles, del siglo V a. C., atribuye la invención de los dados a un tal Palamedes; por su parte, el historiador griego Heródoto dejó escrito en el 416 a. C. que fueron los lidios (actual Turquía) los que crearon los dados. Su función era entretener los largos tiempos de espera a que les obligaba el asedio de su ciudad en tiempos del rey Athis.El historiador grecorromano Plutarco asegura en el siglo I que los dados es un invento de los Antiguos egipcios. En Inglaterra, donde se sabe que se jugaba a los dados en el siglo XI, en los que los jugadores apostaban de todo, comportaba muchos problemas. Tanto es así que, por ejemplo, en la Castilla del siglo XVI tuvo que ser prohibido jugar a los dados, fabricarlos y venderlos. Durante el siglo XVII y XVIII los dados eran un entretenimiento de gente de escaso entendimiento. Y aparecieron multitud de modalidades diferentes para jugar con ellos: los ases, el azar, el 36, el martinetti, el barbudi, los ases en el bote, la muerte súbita, el 15, la corona y el ancla, los dados indios…
Tal como señala Valerio Araúz Aguirre: “Dados cargados son dados trucados, alterados ligeramente en su peso de un lado para que un número repita más allá de sus probabilidades estadísticas. En otras palabras, altera la suerte, regla imparcial en la que confían los jugadores”.
Yunieski Betancourt Dipotet, sociólogo y narrador, escribió el libro: “Dados cargados”, en dónde, a través de ocho narraciones, recrea todas las posibilidades imaginables en términos de actitudes, enfrentamientos y conductas en medio del pavoroso contexto de una confrontación política frente a dilemas existenciales y juegos trucados de antemano.
Quien se atreve a jugar una partida de dados sabiendo que los dados están cargados ya perdió…, porque no funcionará el azar o la suerte; en efecto, el azar es la parte no predecible del curso de los acontecimientos, y la suerte es el resultado de los acontecimientos. Si te ha sido favorable, hablas de buena suerte, caso contrario, de mala suerte. En la suerte entra el azar, pero también la habilidad para sortear los eventos malos o propiciar los eventos buenos.
En cualquier juego o competencia hay espacios o reglas para garantizar la equidad de oportunidades; se trata de normas explícitas o costumbres relativas a los actos permitidos y prohibidos en una competición y fuera de ella; obviamente puede estar más preparado, ser más diestro, poseer mejores capacidades; pero el punto de partida debe ser claro: el sistema de juego o competencia no debe favorecer a ningún competidor con beneficios ocultos previos.
Nadie en su sano juicio jugaría un partido de cualquier deporte a sabiendas de antemano que el arbitraje favorecerá a uno de los jugadores; si decides jugar te atienes a las consecuencias y luego no te puedes quejar.
Hacer trampas es una forma inmoral de alcanzar un objetivo. Se suele utilizar generalmente para referirse al incumplimiento de las reglas para obtener una ventaja en una situación competitiva. Las normas infringidas pueden ser explícitas o formar parte de un código no escrito de conducta basado en la moral, la ética o la costumbre, por lo que la identificación de un acto como tramposo es subjetiva.
Los políticos en Latinoamérica suelen ser muy tramposos y amigos del fraude: crean verdaderos sistemas para alterar los resultados electorales; engañan o compran a los electores; mienten descaradamente; diseñan leyes para favorecerse; prostituyen instituciones; hacen campañas con los fondos públicos; castigan y premian con pautas publicitarias; hacen propaganda tóxica o nociva; amenazan, desaparecen y hasta asesinan por el poder.
Jugar a la política con los dados cargados es una mala costumbre, la cual intenta frenar o alterar la alternabilidad, la justicia y otros mecanismos democráticos; en no pocos casos, ha sido el periodismo de investigación el que se ha dado cuenta que los dados están cargados; razón por la cual la clase política detesta el periodismo independiente.
La política como juego de azar es un grave error…; en la vida democrática decente debe imperar el dato, la evidencia y la eficiencia. Lamentablemente el truco, la corrupción, la mentira, la manipulación, la impunidad son los pseudo valores que rigen nuestros sistemas políticos. No hay principios, hoy dicen una cosa y mañana dicen otra; la conveniencia camaleónica y los intereses de grupos de poder es lo que manda.
Ninguna persona razonable debería participar en un juego con los datos cargados; si lo hace se transforma en cómplice, pese a cualquier argumento de justificación; sabes que vas a perder y no hay forma de cambiar esa realidad. Los dados están cargados. Punto
Pero a veces, el cargar los dados se revierte. En 2010, un periodista de Milenio le preguntó al expresidente Vicente Fox Quesada: “¿Cargó los dados contra López Obrador?”. La respuesta del panista fue una aseveración presuntuosa: “Pues claro que sí, en lo que pude, claro que sí, y es democrático; por eso lo digo yo y lo dije: fue un segundo triunfo para mí”. Esta confesión elevó la imagen de Andrés Manuel López Obrador e indirectamente incrementó su popularidad y populismo.
Hay un refrán que señala: “Sarna con gusto no pica, y si pica no mortifica…”; quien va tras algo de forma voluntaria a sabiendas que camina hacia el matadero, no debería sentir molestias por las posibles incomodidades o resultados; y no hay derecho, posteriormente, a reclamar sobre las asimetrías de la contienda. Y otro refrán termina de zanjar la cuestión: “Guerra avisada no mata soldados”.
Están bien advertidos… si creen que los dados están cargados no jueguen o luego no se quejen. Como diría Santiago Rusiñol I Prats: “El juego es altamente moral. Sirve para arruinar a los imbéciles.”
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Investigador educativo/opicardo@asu.edu