Nuestro país se ha visto golpeado por la tormenta Pilar, que ha dejado una secuela de dolor y pérdidas, especialmente en los estratos más vulnerables de nuestra población. Una historia que se repite casi cada año, de tormentas, temporales y fuertes lluvias que causan desbordamientos de los ríos que inundan los caseríos cercanos dejando a sus habitantes sin lo poco que habían podido recuperar desde la inundación anterior.
Ya el gobierno tiene un mapa de los lugares en que los ríos se desbordan, existe un sistema internacional de alarma que advierte de la cercanía de la catástrofe, pero para las autoridades es suficiente con declarar alerta roja, anaranjada o amarilla, publicar un mapa coloreado, y advertir a la población que habita en sitios de peligro para que tomen sus precauciones. Y nada más, tranquilamente se lavan las manos, recomendando evacuaciones y anunciando que se han habilitado 100 albergues, y así hasta el otro año en que se repetirá la historia.
Qué dolor se nota en las familias que, con el agua más arriba de las rodillas, tienen que dejar sus casas, a sabiendas de que ocurrirá lo de siempre. Con gesto resignado y voz entrecortada dicen: “Cada año, desde que vivo aquí, se inunda, con una nueva tormenta que viene y se lo lleva todo otra vez. Siempre” “Yo ya estoy preparada por si llueve mucho, porque aquí a nosotros nadie nos visita. No hay ayuda de nada, uno solo se ayuda”. Y la necesidad de colgar del techo las camas y sus pocas pertenencias para evitar que el agua se lo lleve todo.
Momentos en que los habitantes de las colonias con casas amenazadas por las cárcavas no duermen ante el ruido sordo del agua que arrastra más material a pocos metros de sus viviendas, y que una vez más lamentan la desidia de las autoridades que han hecho oídos sordos a las muchas cartas y pedidos de auxilio de los moradores, que los funcionarios han aprovechado para una breve visita, prometiendo pronta acción y los fotógrafos para dejar patentada la preocupación del gobierno de NI por el pueblo.
En Intipucá, el alcalde confesó su incapacidad para alimentación y transporte a las personas en el albergue, por no disponer de fondos pues es un municipio con pocos ingresos, tomando en cuenta que el Ministerio de Hacienda les adeuda dos mese del desembolso del 1.4% del FODES. La gobernadora reclamó indignada que debía rebuscarse pues no le vamos a decir no a la población por falta de fondos. Curiosamente, el reclamo debía de ser a la todopoderosa DOM que hoy maneja el 10% del FODES y que se supone está a cargo de desarrollar los proyectos de los municipios. Lamentablemente, en los lugares donde la DOM comenzó a trabajar en calles rurales, puentes y cárcavas dejando todo a medias, con sus rótulos cyan medio caídos, los daños han sido mayores por las lluvias.
Pero el gobierno que ha prometido un nuevo país escribiendo una nueva historia, está demasiado ocupado en Miss Universo para tomarse la molestia de pensar en la grave obligación constitucional de velar por el bienestar de la población. No vale la excusa de falta de recursos porque “el dinero alcanza cuando nadie roba” y sin tener una emergencia activa, el GOES ha usado más de $158.6 millones del Fondo de Protección Civil, Prevención y Mitigación de Desastres (FOPROMID) a pesar de que hasta septiembre el país no había enfrentado ninguna emergencia por fenómenos climáticos. Y como los gastos realizados a través de FOPROMID no pasan por los controles habituales, no tienen porqué dar cuenta en que se gastaron esos $154 millones más, pues FOPROMID tiene un presupuesto de $4 millones para todo el año. Lástima para los habitantes de los lugares inundados, que la tormenta Pilar llegó cuando ya el bukelismo se había gastado el dinero destinado a esas emergencias.
Maestra