La corrupción es un mal moral. En consecuencia, su erradicación debe pasar por un esfuerzo de educación fundado en el modelaje del carácter. La transmisión del conocimiento no puede vencer por sí sola las prácticas corruptas. Pero la formación que combina los valores y la formación espiritual, producen al largo plazo las virtudes cívicas para derrotarlas. Por desgracia, la formación en valores morales se presenta como un contenido de menor importancia en los estudios académicos. Muchas veces limitada a una sola materia de Ética. Si se busca formar a las personas en la integridad y la responsabilidad, los valores morales son los elementos más importantes y los que se deben enfatizar.
La corrupción puede combatirse de dos maneras: por la supervisión de la gestión y por la formación del carácter. Lo esencial es la formación del carácter pues, sin éste, siempre se encontrarán maneras para evadir o anular la supervisión y la vigilancia ciudadana. El desarrollo económico brota del fundamento de que no se puede hacer un buen gobierno alejado de los valores morales. Se espera que quienes gobiernan las instituciones públicas sean personas moralmente íntegras. Pero esto no ocurre por casualidad, sino que es el resultado de un proceso que va inculcando valores a lo largo de la vida, día con día, capacitando a las personas para distanciarse de las conductas inapropiadas.
La inclusión de los valores morales en el sistema educativo ayuda a los estudiantes a absorber prácticas y verdades que les capacitarán no solo a desarrollar su capacidad intelectual, sino también a cumplir su función como seres humanos responsables en la sociedad. Esa formación debe desarrollar la virtud de evaluar las acciones propias atendiendo a los efectos que ellas tienen sobre los demás, un factor básico para tener sentido de la responsabilidad. Quien cultiva esta perspectiva, es capaz de controlar las emociones y vivir en la paz interior que emana de hacer lo correcto.
La enseñanza de los valores debe ser una materia para las aulas, pero más del hogar. La infancia es el mejor momento para comenzar. Pero para que la enseñanza pueda ser efectiva debe convertirse en comunicación real. Es solo cuando hay comunicación cuando habrá verdadera formación. Para que el proceso de comunicación se complete se necesita un emisor, un receptor, un mensaje y un canal adecuado. En el caso de la formación del carácter, el canal puede ser verbal, con la desventaja de que será débil. En cambio, la verdadera comunicación la logran los modelos. La niñez necesita modelos cercanos y permanentes de integridad, verdad y honestidad. Son las vivencias las que impactan la conciencia infantil y aportan un legado permanente. Más que escuchar definiciones sobre la solidaridad, el respeto y la honradez lo que los menores necesitan es conocer personas solidarias, respetuosas y honradas.
En una sociedad donde predomina la viveza, la mentira, el irrespeto y la corrupción, los menores de hoy (que aprenden más de los modelos que de las palabras) serán los dirigentes irresponsables y manipuladores de las instituciones públicas de mañana. Los funcionarios descarados, los promotores del irrespeto y el odio, el hogar con sus violencias, se convierten en el crisol del que no pueden salir muchas esperanzas para el futuro. Para lograr una modificación en las estadísticas de transparencia pública, se necesita de personas honestas que caminen al lado de las nuevas generaciones. Si no se lleva a cabo esta formación, los efectos negativos se sentirán en todas las áreas de la vida pública. Sin esta dimensión, el ideal del bien común estará destinado a desaparecer de la esfera pública.
En este esfuerzo le corresponde un papel muy importante a las iglesias, sobre todo al tener presente que su misión es la de ofrecer formación espiritual y moral. Esto solo se puede alcanzar cuando las iglesias comprenden que parte fundamental de la evangelización es la creación de la conciencia social, sin la cual, dejaríamos de ser humanos. Esta formación requiere de metodologías efectivas de implicación y formación de la conciencia. El compromiso pastoral es el responsable de llevar estos ideales a su realización. Es deber de las iglesias el formar ciudadanos competentes y honestos por medio de modelos cristianos impactantes.
Pastor General de la Misión Cristiana Elim.