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Consuelo, la musa inspiradora de El Principito

La relación de la pareja y la manera de ser de Consuelo se relatan en El Principito. La flor es coqueta y vanidosa, como Consuelo

Por Francisco Galindo Vélez

Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña era muy moderna para su época, sobre todo para la sociedad de su país natal. Conducía, muy mal de acuerdo con los testigos que sufrieron la agonía de ser sus pasajeros, bebía alcohol, demasiado según los mismos testigos, fumaba en público, solo cigarrillos Chesterfield, contaba chistes coloridos, hacía saber su punto de vista y conseguía lo que quería. Hubiera sido enemiga de lo que hoy se llama “políticamente correcto”; bohemia entre las bohemias, vestida de negro para su boda con Antoine de Saint Exupéry. Este vestido causó escándalo en El Salvador, y pese a que se dijo que fue porque todavía llevaba el luto de Gómez Carrillo, es difícil imaginar a Consuelo casarse con un vestido de otro color, ya que ella rompía los convencionalismos.


Fue muy cercana a los surrealistas; sin duda, la naturaleza de este movimiento convenía perfectamente su manera de ser: “Automatismo psíquico puro, por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”, como lo define André Breton en el Primer Manifiesto Surrealista.
La relación con Saint Exupéry fue tumultuosa, pero intensa y ella influenció la obra del reputado escritor francés, como había sido el caso con Gómez Carrillo. A este efecto, el historiador colombiano Germán Arciniegas dijo que “entre la Primera y la última Guerra Mundial…todo el mundo hablaba de Consuelo como un pequeño volcán de El Salvador que arrojaba su fuego sobre los techos de París”, y afirmó que ella siempre había estado presente en las historias de su segundo marido, Gómez Carrillo, y de su tercer marido, Saint Exupéry.


La geografía de su país de origen influyó la obra de Saint Exupéry, como lo hizo su relación de pareja. Desde la ciudad de Armenia, que Saint Exupéry visitó, se pueden contemplar tres maravillas de la naturaleza, el volcán de Izalco, el volcán de Santa Ana y el Cerro Verde, que sirvieron de inspiración para los dibujos de los volcanes en el asteroide del Principito, el B612. El Principito “poseía dos volcanes en actividad. Era muy cómodo para calentar el desayuno de la mañana. Poseía también un volcán extinguido”. Y “los baobabs son las ceibas a la entrada del pueblo de Armenia”.
El volcán de Izalco estuvo en erupción permanente hasta mediados de los Años Cincuenta del siglo pasado, y se le conocía como el “Faro del Pacífico”, pues servía a los marineros para ubicarse. Ahora bien, hay momentos en que cabe preguntarse si la naturaleza no tiene un fosco y agriado sentido del humor: Como el espectáculo de las erupciones era extraordinario, se decidió construir un hotel de montaña en el Cerro Verde para observar las erupciones del Izalco en toda seguridad, pero poco después de la inauguración del hotel, el Izalco se apagó y desde entonces no ha vuelto a hacer erupciones por su cráter en la cima.


Así, por un lado, un pequeño país con volcanes y Consuelo, y por otro un pequeño asteroide con volcanes y una flor, porque la flor es Consuelo, llegada de muy lejos: “…había germinado un día de una semilla traída no se sabe de dónde”. De un lugar donde no hacía frío: “Aquí hace mucho frío… Allá, de donde vengo…” Y esta relación entre Consuelo y la flor es ampliamente reconocida, pues, por ejemplo, “en 1967, Gilbert Bécaud…invitó a Consuelo al Teatro Olimpia de París y cantó una canción recién compuesta: ‘Lo importante es la Rosa’ (L’mportant c’est la rose) … Bécaud, después de saludar al público presente, tomó una rosa que estaba encima del piano, bajó del escenario y se la entregó a Consuelo que estaba en la fila de adelante”. Gilbert Bécaud también escribió y grabó El Principito ha vuelto (Le petit prince est revenu), una bonita canción lamentablemente poco conocida.


La relación de la pareja y la manera de ser de Consuelo se relatan en El Principito. La flor es coqueta y vanidosa, como Consuelo: “El Principito, que asistió a la formación de un capullo enorme, sentía que iba a surgir una aparición milagrosa, pero, al abrigo de su cámara verde, la flor no terminaba de preparar su embellecimiento. Elegía con cuidado sus colores. Se vestía lentamente y ajustaba uno a uno sus pétalos. No quería salir llena de arrugas como las amapolas. Quería aparecer con el pleno resplandor de su belleza. ¡Ah!, ¡sí! ¡Era muy coqueta! Su misterioso atavío había durado días y días. Y he aquí que una mañana, exactamente a la hora de la salida del sol, se mostró. Y la flor, que había trabajado con tanta precisión, dijo en medio de un bostezo: - ¡Ah! Acabo de despertarme…Perdóname…Todavía estoy tan despeinada…El Principito, entonces, no pudo contener su admiración: - ¡Qué hermosa eres! –¿Verdad? - respondió dulcemente la flor- Y he nacido al mismo tiempo que el sol…El Principito advirtió que no era demasiado modesta…”
La flor es complicada, como Consuelo: “Creo que es la hora del desayuno-…

¿Tendrías la bondad de acordarte de mí… Y el principito, confuso, habiendo ido a buscar una regadera de agua fresca, sirvió a la flor”.


La flor tiene miedo de las corrientes de aire, como Consuelo, que tenía asma: “Horror a las corrientes de aire…No es una suerte para una planta, observó el Principito-. Esta flor es bien complicada…”

La flor es manipuladora, como Consuelo: “Entonces la flor forzó la tos para infligirle…remordimientos”. “No tendrías un biombo?… - ¿Y el biombo?… - ¡Lo iba a buscar, pero como me estabas hablando…!”


La relación tumultuaria y los extravíos conyugales de la pareja también aparecen en el Principito, los de Saint Exupéry con otras flores y los de Consuelo con tigres y corderos: “En el planeta del Principito siempre había habido flores muy simples, adornadas con una sola hilera de pétalos, que apenas ocupaban lugar y que no molestaban a nadie”. Sí, otras flores en la vida de Saint Exupéry, pero nada especiales, ya que “Aparecían una mañana entre la hierba y luego se extinguían por la noche”, con la excepción, tal vez, de Hélène de Vogüé, conocida como Nelly.

Ex Embajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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