Anduvo algún tiempo Kania junto a la tribu de cazadores. Un día, sin embargo, el clan -guiado por un montañés llamado Limio- fue asaltado por una horda de asesinos. Cuando ocurrió el asalto el arquero andaba lejos del campamento, buscando a una peligrosa esfinge que —según los lugareños— merodeaba en los picos. Fue así como pudo salvarse de morir. Cuando volvió al clan de los nómadas los encontró sin vida. La peligrosa esfinge que buscaba el arquero errante no era la fiera fabulosa de la leyenda, sino la sombría esfinge humana. Se disponía a huir del lugar sobre su brioso y veloz equinotauro, cuando escuchó una voz entre los cadáveres. Era Cima Taí, una joven cazadora, que —fingiendo estar muerta— había escapado de morir a manos de los asaltantes. Se alegró mucho de que Kania estuviera allí, pues era su única esperanza de sobrevivir. “La gente de mi clan ha muerto, arquero. Te pido que me lleves a buscar la tierra de mis ancestros para unirme a ellos y olvidar el horror de esta tragedia.” Kania aceptó llevarla consigo a buscar a los ancestros de su tribu. La joven además, sabía la lengua de las tribus montañeses, lo cual ayudaría a Rhuna a cruzar la región en busca del reino olvidado. La joven nativa había sobrevivido como él hacia los montes lejanos. (LXI) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
Cima Taí sobrevive hacia los montes lejanos
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