Basada en la novela gótica de Mary Shelley (1818) la leyenda del doctor Henry Frankenstein relata cuando éste crea un cuerpo humano con partes que han sido recolectadas de varias fuentes. Encerrado en un laboratorio secreto Frankenstein anhela crear vida humana mediante sofisticados procesos eléctricos. Al final de sus intentos descubre que su creación comienza a moverse. A causa de un error de su asistente -el jorobado Fritz- el cerebro implantado en el cuerpo del experimento era el de un criminal por lo que el resultado fue la creación de un monstruo que sólo conoce el odio, el horror y el asesinato. Se conoce al genio alemán Albert “Einstein” como el “padre de la bomba atómica” por descubrir la fórmula, en la que unos kilos de uranio y plutonio son más que suficientes para crear una explosión equivalente a 15.000 toneladas de dinamita. Aunque fue el físico J. Robert Oppenheimer, quien dirigió su producción como director del proyecto Manhattan, desarrollado en secreto en Alamogordo, Nuevo México. El mismo que repitiera más tarde las palabras del Bhagavad Gita: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Einstein -por su parte- se arrepintió de haber impulsado a EE.UU al desarrollo de bombas atómicas, mediante una carta enviada al presidente Roosevelt en 1939. Aunque ya era tarde. Ahora -en pleno S.XXI- el cadáver resurrecto de Frankeinstein -de odio racial, horror y asesinato- se yergue como una sombra ante el peligro de una III guerra sobre el mundo. Lo que equivaldría al Armagedón o caída de la civilización suicida.
El Doctor Frankenstein y el cadáver resucitado de la II Guerra Mundial
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