Hubo sueños grandiosos cruzando Kala (el tiempo) como el viaje al monte interior que yace en nosotros mismos. “¿Qué es esa estrella desconocida y resplandeciente que se acerca desde el profundo akasha?” –se preguntaron los habitantes de Surya Dvïpa, el continente austral. El príncipe Antares recordó la estrella cegadora que aparecía en los mapas acácicos de la profecía. Al caer la estrella maldita sobre los mares, éstos se abrieron, causando un cataclismo de la prehistoria. Desde la lejanía el monte de Rhuna resplandeció, lanzando al firmamento inmensas columnas de fuego y lava. La tierra tembló y la Isla del Sol empezó a hundirse. “Es el fin de nuestra historia” –dijeron los sumos sacerdotes. “El sol de nuestra gloria atardece”. Sus habitantes empezaron a huir en navíos y barcazas, buscando su salvación. Pero no todos pudieron salvarse de la catástrofe. Antares fue al Templo de la Divina Luz -ya en ruinas- tratando de rescatar los mapas de la profecía. Entonces –al medio de aquella trágica desolación—se le presentó una sombra, diciéndole: “Giri Krs, hombre del crepúsculo. Tú no eres quien has creído ser. Ni príncipe, hombre ni montaña. Eres la misma Esfinge a quien has perseguido en tu locura. Tu perdida leyenda habrá de sumergirse en el piélago a través del tiempo o Kalena.” Luego la sombra se fundió en Antares como un solo ser. La épica leyenda se había borrado en algún lugar del cosmos o de la imaginación divina. (CIII) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
La estrella maldita sobre “Surya Dvïpa”, el continente perdido
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