Según la leyenda, cuando el reino de Rhuna fue asaltado por los suavos, los monjes del templo de Kandra -la divinidad lunar- lograron huir, llevando consigo a Mandares, heredero de Susmitananda, el último emperador, quien -como ya sabemos- fuera asesinado junto a Lacsmi su mujer. Los sacerdotes lograron rescatar además el arca de los antiguos mapas del feudo. Aquellas misteriosas cartografías escritas en piel de gacela, selladas por un antiguo imperio, que representaban la memoria sagrada de los rhunos. Algunos guerreros suavos fueron tras los monjes, sabedores que con ellos iba el hijo del derrocado emperador, llevando consigo los valiosos mapas. Iban con el fin de darle muerte y rescatar las cartografías. Después de un tiempo encontraron a los monjes. Éstos se hallaban descansando alrededor de una hoguera bajo la anchurosa noche de las doradas montañas. “¡Entregad al hijo del emperador y los mapas de Rhuna!” -gritaron amenazantes a los beatos los invasores, mientras alzaban sus lanzas. Los santos respondieron con apacible voz que nadie iba con ellos, sino un joven asno. Y en efecto, cerca de los ascetas solamente había un asno junto a un manojo de heno. Los perseguidores no tendrían más que reanudar su camino sin el fugitivo y sin las cartografías. (LXXXVI) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
Mandares, desterrado del reino huye a los montes
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