Cuando puse el Canal 7 para ver el noticiero, el cintillo informaba que estaba sintonizando Teleprensa, pero la pantalla permanecía negra, sin imagen ni sonido. Comprendí qué sucedía al leer la carta de Paolo Lüers y las declaraciones de la presidente de la Asociación de Periodistas de El Salvador, dando a conocer el cierre de Teleprensa, Ocho en Punto y otros programas en vivo que Canal 7 tuvo hasta ese día. Y, realmente, me entristeció y preocupó.
Recordé – como todo salvadoreño de mi generación – la voz y figura de don Guillermo De León, fundador y dueño de la Teleprensa original. Su persona era muy conocida y se volvió, más que famoso, indispensable, durante los duros años de guerra que nuestro país vivió. Sí, esa guerra que según el Confeso Dictador nunca sucedió, sino que es una fábula de los mismos de siempre.
Pues bien. En esos tiempos, a las doce del mediodía, se escuchaba en la mayoría de hogares “La danza de los sables”, la música compuesta por Aram Jachaturián y que servía de identificación a Teleprensa, mientras en la pantalla veíamos tomas de la imagen del Salvador del Mundo, que se encuentra en la Plaza de las Américas, aún en blanco y negro. Luego, iniciaba la información recopilada y presentada por don Guillermo De León, acompañado de su camarógrafo Santamaría. Todo en vivo, a pesar de las anomalías que se vivían.
Hasta que un mediodía –nunca lo olvidaré– don Guillermo decía “Estamos ahora frente a …” ¡BRRRRRMMMM!!!! Estalló una bomba. La pantalla se distorsionaba, la imagen, compuesta sólo de polvo y humo, bailaba sin control, y de nuevo la voz de don Guillermo: “A la gran p**a, Santamaría, vámonos de aquí”. Después de ese dramático episodio, los noticieros conservaron su identificación, pero ya no pasaban las imágenes en vivo, veíamos en la pantalla siempre al Salvador del Mundo y algunas otras tomas de archivo, pero la información, narrada, era de actualidad; don Guillermo muy puntual y comprometido nunca nos dejó ignorantes sobre qué estaba pasando.
Los tiempos fueron cambiando, el noticiero se actualizó y modernizó, los hijos de don Guillermo hicieron un excelente trabajo, que les permitió vender Teleprensa a una televisora fuerte. La filosofía de informar lo bueno, lo malo y lo feo, viniera de donde viniera, se conservó por muchísimos años, hasta el presente régimen, en el que la autocensura parece que es lo más indicado, lo conveniente y saludable. A pesar de eso, Teleprensa continuaba siendo un medio informativo para sintonizar diariamente.
Pero llegó su fin. Muy, muy, lamentable. Si, por casualidad, María Angélica De León está leyendo estas líneas, deseo decirle que somos muchísimos los salvadoreños que lamentamos de corazón el que, así, tan patéticamente, se pierda el legado que su padre construyó, para beneficio de nuestro país. Su voz, su figura, su empeño y compromiso de trabajo, comprobado hasta la saciedad en los momentos tan difíciles que le tocó vivir, son un ejemplo digno de conocer y seguir. Es muy triste que la juventud actual, que no vivió esos tiempos, no pueda apreciar lo que significaron y prefiera ignorarlos porque es más cómodo amoldarse a lo fácil, aunque eso signifique pagar el altísimo precio de perder la libertad y la democracia.
Adiós, Teleprensa. Que Dios no permita que otros medios independientes tengan el mismo destino.
Empresaria.