Para los que escribimos en los periódicos, con la esperanza de que nuestras opiniones y recomendaciones sean atendidas y logren influir en al menos algunos lectores, existen temas que recurren cada cierto tiempo. Los consideramos importantes y por eso los retomamos en cada oportunidad posible. La importancia de la lectura es uno de esos temas a los que en lo particular he recurrido. Y cada vez me entero de cosas que definen con mayor claridad su valor. Aquí las comparto.
Con los modernos equipos y técnicas de neuroimágenes, como la resonancia magnética funcional (fMRI por sus siglas en inglés) se ha comprobado que existen grandes diferencias anatómicas y funcionales en los cerebros de las personas que leen regularmente (obras literarias como novelas, cuentos, biografías e historia) con las que no lo hacen. Estas diferencias a nivel estructural y fisiológico tienen efectos en el desarrollo de la persona, en la forma cómo se comporta, en las decisiones que toma, y en el modo de ver el mundo y a los demás. Los cambios se producen en diferentes regiones cerebrales y pueden notarse en todas las etapas de la vida. El lector regular (en algunas partes llamado lector ávido o lector profundo) tiene mayor densidad de conexiones neuronales, su Área de Broca (asociada con el lenguaje) y el Lóbulo Temporal (asociado a la comprensión) están más desarrollados. La sustancia blanca cerebral tiene asimismo mayor complejidad y un funcionamiento más activo. El Cuerpo Calloso, que une física y funcionalmente los dos hemisferios cerebrales, alcanza mayor volumen y dinamismo. Estos son sólo unas pocos de las diferencias que se han detectado entre los lectores y los no lectores.
Pero estos cambios tienen, como dijimos, expresiones en muchas áreas de la vida mental y en el comportamiento general. Los niños que leen desarrollarán con el tiempo mejores habilidades cognitivas, tendrán mejor memoria y un mayor coeficiente intelectual. La lectura promoverá en individuos de todas las edades un mayor nivel de empatía (la capacidad de comprender cómo otros se sienten). A leer, para el caso una novela, la persona conoce diferentes personajes, virtuosos o malignos, con diferentes actitudes e ideas. Esta compenetración con los personajes y este conocimiento de sus diferentes formas de pensar hace del lector más empático y promueve la aceptación de diversas opiniones. No deja de dar qué pensar este hallazgo si comparamos distintas sociedades con mayor o menor nivel de lectura en su población.
Algo muy curioso que se ha descubierto es que la lectura tiene un efecto muy marcado en la imaginación, a tal punto que lo que se lee se transforma en casi una vivencia. Si en una novela se lee que un personaje camina por un bosque, por ejemplo, en el cerebro se activan áreas de procesamiento sensorial como si el lector estuviera caminando y acompañando realmente al personaje en el bosque.
Además de desarrollar y mantener bien las actividades cognitivas los lectores tienden a tener mejor calidad de sueño, en ser más estables en sus emociones y regular en sus funciones hormonales.
La lectura de obras literarias e históricas es ante todo placer, activa el sistema de recompensa cerebral y hace a la persona más feliz. Sus beneficios son innumerables. Obviamente aumenta el conocimiento y el caudal de información, y algo de gran valor es que el individuo se vuelve más apto para pensar por sí mismo y lo aparta de las conductas de rebaño.