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La venganza de Moctezuma

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Cada octubre, toda América Latina celebra el Mes de la Hispanidad. Con sus luces y sombras, la conquista siempre nos da que hablar. Uno de los pasajes más discutidos es contestar la pregunta ¿Cómo es que un puñado de invasores europeos pudieron hacerse, en tiempo récord, de colosales imperios militares, con culturas centenarias, que abarcaban miles de kilómetros cuadrados de extensión e influencia? Pues una de las razones fue que los europeos desarrollaron -sin saberlo- una de las primeras guerras biológicas que conoció la humanidad.

Para el caso, sabemos que Pizarro conquistó Perú ¡con solo 168 hombres y 37 caballos! Pero más allá de eso que parece una extraordinaria proeza militar, ahora se sabe que lo que realmente derrotó a los indígenas -tanto respecto a los aztecas como los incas- no fueron las espadas, ni las armas de fuego, ni los caballos, ni los petos de acero, sino el arma secreta que los conquistadores llevaban consigo sin saberlo: la viruela. Para cuando Hernán Cortez llegó a México luego de su desembarco por esas tierras, su tóxico embajador ya se le había adelantado, lo que había provocado que la mitad de la población mexica, incluyendo su emperador, Cuitláhuac, había muerto.

La enfermedad corrió como pólvora de pueblo en pueblo, de villa en villa, ya que los indígenas interpretaban que eran espíritus malignos los que la portaban. Espíritus que llegaban a sus poblados a instalarse, de ahí que los indígenas huyeran de sus asentamientos, moviéndose a cualquier otro que le quedara más cercano… ignorantes de que al “huir de los espíritus” llevaban la enfermedad consigo, solo para contagiar a sus inocentes vecinos.

Los aguerridos aztecas se desmoralizaron ante esa misteriosa enfermedad que mataba a ellos, pero no a los invasores… no cabía más que pensar que se trataba de un “castigo divino” llevado a ellos por los “mensajeros de los dioses”. Esos misteriosos seres barbados que montaban venados sin cuernos y que eran inmunes, tanto a la enfermedad como a las flechas de obsidiana que rebotaban, sin hacerles daño, en sus petos de acero.

Pero Moctezuma, el último emperador azteca, no quedó sin vengarse. En América, los pueblos originarios no habían desarrollado enfermedades patógenas por que los animales domésticos eran escasos y no convivían hacinados con las personas como sucedía en Europa (para la medicina moderna resulta un hecho comprobado que las plagas son la adaptación de los parásitos animales al ser humano, incluido el temido y pandémico covid-19 que probablemente pasó de los murciélagos a los cerdos y a los patos y de ellos al hombre). No obstante, existía una excepción. Los pueblos originarios si poseían su propia arma bilógica: la sífilis.

A los cinco años posteriores a la conquista, el treinta por ciento de los colonos españoles padecía sífilis. En los años sucesivos, una pandemia de sífilis se extendió por Europa, Asia y el norte de África. Igual que sucedió con la “Gripe Española” (precursora del covid-19), y que, obviamente, no se inició en España, sino probablemente en Francia y Estados Unidos, cada país culpó a su adversario de la propagación de esa terrible enfermedad: los franceses lo llamaron “morbo italiano”; los italianos y alemanes “enfermedad francesa”; los españoles “mal portugués” y los Países Bajos “mal español”… era algo así como la política salvadoreña, nadie tiene la culpa de nada, todo el mundo le hecha el muerto de sus desgracias al “otro”.

Recientemente se han encontrado cadáveres europeos anteriores al arribo de Colón, cuyos huesos presentan las deformaciones propias de los enfermos de sífilis. Probablemente se trate de la misma enfermedad, pero transmitida por los vikingos en sus encuentros con nativas canadienses alrededor del año 1,300, aunque con probabilidad se trataba de una cepa débil que no causo la pandemia que luego provocó el contacto de los españoles y portugueses con las nativas americanas.

Pero a diferencia de la malaria, el cólera y la fiebre amarilla, que detuvo -al menos por un tiempo- el ímpetu conquistador europeo en África y Asia, la “sífilis”, es decir, la “venganza de Moctezuma”, no logró detener el avance español y portugués en esta tan convulsionada América Latina, cuyos lugareños, después de 500 años, todavía seguimos culpando a la conquista de todos nuestros males actuales. A lo mejor, el espíritu de Moctezuma todavía no se siente suficientemente vengado.

Abogado, máster en leyes/@MaxMojica

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