Desde hace mucho tiempo se ha considerado que la conducta normal de los adolescentes es sin duda diferente a la de los niños y por supuesto a la de los adultos. Esta situación se ha relacionado con los cambios hormonales que suelen ocurrir durante esa época en particular, en un proceso que se ha dado en llamar “maduración”.
Es por este motivo que la adolescencia se ha considerado como una transición dinámica en donde el desarrollo cerebral se modifica al compás de la producción de las hormonas que los convertirán en adultos. Las conexiones nerviosas de sus cerebros experimentan remodelación, modificación y cambios frecuentes, que los llevará a tener el comportamiento que los caracterizará al convertirse en adultos. Es precisamente esta maleabilidad que sufre el Sistema Nervioso en general y la flexibilidad propia del cerebro en particular, lo que se ha dado en llamar Plasticidad Cerebral.
Estas características cerebrales les permiten a los adolescentes aprender con rapidez y lograr adaptarse con mayor facilidad a ambientes cambiantes. A pesar de todas estas funciones ventajosas que el cerebro de los adolescentes ha desarrollado, nunca antes se había encontrado que ellos, los adolescentes, vivieran en un mundo en donde la ansiedad, la depresión y otros trastornos mentales, estuvieran tan extendidos entre ellos y también en el mundo de los adultos que los rodea.
Las estadísticas no solamente son claras e impresionantes, sino que también perturbadoras: El 20% de los adolescentes entre 13 y 18 años viven con una condición médica que cumple con los criterios de enfermedad mental; uno de cada diez adolescentes sufren de ansiedad y otro 10% sufrirán de ataques de pánico; el 35% de los adolescentes que sufren enfermedades mentales dejaran la escuela antes de graduarse del bachillerado y un 70% de los adolescentes que delinquen sufren de algún tipo de enfermedad mental no diagnosticada.
El tiempo de la adolescencia se representa a menudo como un periodo de disputa y fricción con otros de su misma edad o con los adultos, incluidos sus padres. Un espacio lleno de altibajos que varían de ser estimulantes a altamente deprimentes. Es una de las razones por las cuales el comportamiento de los jóvenes suele estereotiparse como individualista e impulsivo.
Aun con el conocimiento de todos estos datos estadísticos, a menudo se describe a la enfermedad mental que sufren los adolescentes como una forma de manipulación exagerada para lograr atención o bien como un escudo de una mente débil ante las exigencias de la realidad en que viven. Los estudios actuales no solo confirman que esas dos percepciones son claramente erróneas sino que las enfermedades mentales están apareciendo cada vez con mayor frecuencia y a edades más tempranas en los adolescentes.
Por ejemplo, a mediados del siglo XX se consideraba que la depresión era un trastorno casi exclusivo de los adultos. Ahora sabemos que más de la mitad de los trastornos mentales en general y la depresión en particular comienzan antes de los 14 años y para los 24 años de edad el 75% de los casos de enfermedad mental ya se habrán manifestado. Pero los padres siguen ignorando los datos que harían que sus hijos recibieran atención médico-psicológica temprana; en promedio el tiempo que pasa para que los padres se den cuenta de que su hijo adolescente tiene una enfermedad mental es de 10 años.
Las edades mencionadas han provocado otro cambio significativo en cuanto a los estudios y hallazgos del cerebro humano, tal como nos los proporciona la Doctora en Neurociencias, Eveline Crone, de la Universidad Erasmus de Rotterdam, Holanda, quien lleva más de dos década estudiando las manifestaciones cerebrales de las enfermedades mentales de los adolescentes. Y con estos datos explica que el periodo de la adolescencia debería extenderse desde los 10 hasta los 24 años.
Por supuesto, en las ramas de las ciencias que estudian la conducta de los adolescentes todavía quedan muchas preguntas pendientes de responder, una de las más importantes es ¿qué impacto tiene el comportamiento de los padres en el periodo de la infancia, para que algunos adolescentes sean “más resistentes” que otros para desarrollar enfermedad mental? Pero quizá, la pregunta más importante sería: ¿A qué edad cronológica debemos considerar que el cerebro de los adolescentes está completamente maduro y listo para enfrentarse solo al mundo que lo rodea?
No hay duda que las respuestas a estas dos preguntas, enriquecerán nuestra comprensión de esa etapa difícil del desarrollo humano al que hemos denominado “adolescencia”.
Médico y Doctor en Teología.