La juventud es una etapa de la vida marcada por la búsqueda de identidad y propósito, pero también por la inmadurez cerebral que la define. Muchos adultos, sin conocer el origen cerebral de este fenómeno, han observado y comprendido que los jóvenes tienden a tomar decisiones impulsivas y peligrosas, dejándose arrastrar por ideales que no comprenden del todo. Esta inmadurez, asociada al desarrollo incompleto del cerebro, hace a los jóvenes especialmente vulnerables a ser manipulados en guerras, sectas, política y conductas de riesgo, como el abuso de sustancias. Sin embargo, el impacto del uso de drogas y otras sustancias no se limita a los jóvenes; también afecta a adultos mayores de 30 años, cuyo cerebro, tras sufrir una poda cerebral acelerada por el abuso de drogas, presenta características similares de inmadurez. Este es un fenómeno que debería recibir mayor atención.
La inmadurez cerebral y las neuronas de Von Economo
El cerebro de un joven se encuentra en pleno proceso de desarrollo, y esta maduración no se completa hasta aproximadamente los 25 años o más. Las áreas responsables de la toma de decisiones, el control de impulsos y la regulación emocional, como el lóbulo prefrontal, son las últimas en desarrollarse. Además, las neuronas de Von Economo, esenciales para procesar información social y emocional, la toma de decisiones sociales y emociones complejas, aún están madurando durante la juventud. Esto hace que los jóvenes sean más propensos a seguir impulsos y a tomar decisiones que no siempre consideran las consecuencias a largo plazo.
Aunque este fenómeno neurobiológico ha sido ampliamente estudiado en los últimos años, muchos adultos han intuido la inmadurez juvenil a lo largo de la historia. Padres, educadores y líderes han observado que los jóvenes tienden a actuar de manera temeraria y a dejarse llevar por las emociones sin pensar en las repercusiones. Esta observación, aunque carecía de una explicación científica hasta hace poco, fue suficiente para que muchos adultos comprendieran que la juventud es una etapa de vulnerabilidad, en la que los jóvenes pueden ser fácilmente manipulados por influencias externas.
La juventud como "carne de cañón" en la política y la guerra
Uno de los ámbitos en los que más se ha explotado la inmadurez cerebral juvenil es la guerra. A lo largo de la historia, los jóvenes han sido utilizados como "carne de cañón", enviados a luchar en conflictos que ni siquiera comprenden. Los reclutadores de soldados saben que los jóvenes, con sus cerebros aún en desarrollo, no son capaces de evaluar plenamente los riesgos que implica ir a la guerra. Promesas de gloria, patriotismo y heroísmo son las herramientas de manipulación utilizadas para arrastrarlos hacia la muerte o el sufrimiento.
De manera similar, la política ha sido otro campo fértil para explotar la inmadurez juvenil. Los jóvenes, en su búsqueda de pertenencia y sentido, a menudo son atraídos por movimientos políticos radicales o extremistas, liderados por adultos con intereses ocultos. Estos líderes, que comprenden bien la vulnerabilidad de los jóvenes, los utilizan para promover agendas que los jóvenes mismos no son capaces de cuestionar profundamente.
Es preocupante que en la actualidad exista una narrativa que sugiere que los jóvenes deben tomar las riendas del poder y dirigir los destinos de los países. Aunque se argumenta que los jóvenes aportan ideas frescas y representan el futuro, esta visión ignora el peligro inherente a su inmadurez cerebral. Los jóvenes, precisamente por su vulnerabilidad, son más susceptibles de ser manipulados por adultos que los guían hacia decisiones desastrosas, no solo para sus propias vidas, sino también para el bienestar de toda una sociedad. Si bien la energía juvenil es valiosa, confiar en la toma de decisiones políticas en aquellos cuyo cerebro aún no ha madurado del todo podría generar resultados catastróficos.
El uso de drogas y el daño cerebral permanente
El impacto de la inmadurez cerebral no se limita a la juventud. Existe un grupo significativo de adultos, mayores de 30 años, cuyos cerebros han sufrido una poda cerebral acelerada debido al uso de drogas y otras sustancias. Este fenómeno, que afecta el desarrollo normal del cerebro, provoca que estas personas sigan tomando decisiones impulsivas, arriesgadas y mal calculadas, similares a las de los jóvenes. Las drogas, al alterar la estructura y función cerebral, interfieren con los procesos de maduración normal, lo que puede resultar en la pérdida permanente de conexiones neuronales esenciales para la toma de decisiones, el autocontrol y la regulación emocional.
Estos adultos, en cierto sentido, quedan atrapados en un estado de inmadurez cerebral, lo que los hace propensos a los mismos riesgos que los adolescentes: manipulación, decisiones impulsivas y una incapacidad para prever las consecuencias de sus acciones. Es fundamental que los programas de salud pública y educación se centren no solo en la prevención del abuso de sustancias, sino también en la rehabilitación de aquellos cuyas funciones cerebrales han sido dañadas.
La búsqueda de sensaciones y el placer inmediato
Otra manifestación clara de la inmadurez cerebral, tanto en jóvenes como en adultos que han sufrido daños por el abuso de sustancias, es la búsqueda de gratificación inmediata. El sistema de recompensas del cerebro, que responde a estímulos placenteros como el sexo, las drogas y el alcohol, está hiperactivo en los jóvenes y en aquellos con un cerebro dañado por sustancias. Esto los lleva a buscar constantemente experiencias que les proporcionen placer inmediato, sin considerar las consecuencias a largo plazo. El desequilibrio entre el sistema de recompensas y el lóbulo prefrontal, responsable del autocontrol, es una de las razones por las que muchos jóvenes y adultos continúan tomando decisiones destructivas.
Las experiencias traumáticas, los embarazos no deseados y las adicciones que resultan de estas conductas afectan de manera irreversible la vida de los jóvenes y adultos que las experimentan, y perpetúan un ciclo de comportamiento destructivo que es difícil de romper sin la intervención adecuada.
La responsabilidad de proteger a los jóvenes y adultos vulnerables
Dado lo que sabemos sobre la inmadurez cerebral juvenil y el daño causado por el abuso de sustancias en adultos, es esencial que las sociedades tomen medidas para proteger a estos grupos vulnerables. La educación, la prevención y el apoyo son claves para evitar que los jóvenes y los adultos caigan en patrones de comportamiento destructivo. Además, es crucial que se implementen políticas públicas que limiten la explotación de los jóvenes en la política, las guerras y otros ámbitos en los que su inmadurez los pone en riesgo de ser manipulados. ¡Hasta la próxima!
Nutrióloga, Abogada y Diplomada en Neurociencias
Mirellawollants2014@gmail.com