“Diluvio de Al-Aqsa”: así se llamó la ofensiva del movimiento terrorista Hamas, “Movimiento de Resistencia Islámica” el 7 de octubre pasado, en la parte sur de Israel. La amplitud y dimensión operacional sin precedente de los ataques tanto como el número de víctimas israelíes, esencialmente civiles, sobrepasando 700 muertos, 2000 heridos se inscribió en la memoria de Israel con letras de sangre. Al igual que el 11 de septiembre para los Estados Unidos, del 7 de enero y 13 de noviembre de 2015 para Francia, los ataques del 7 de octubre pasado cerca de Gaza hasta Tel Aviv y sus consecuencias, cambiarán el rumbo de la historia. Las imágenes son insoportables: víctimas civiles, entre ellos, jóvenes que participaban a una fiesta en el pueblo de Raim, cerca de la franja de Gaza, rehenes llevados por los miembros del Hamos, incendios de carros, inmuebles, sin duda el dolor, el susto, la incomprensión fueron los primeros sentimientos antes de la declaración del primer ministro Benjamín Netanyahu que afirmó que su país está en “guerra”.
“Lo que ocurrió hoy en día no tiene precedente en Israel”, declaró el Jefe del gobierno durante una alocución, mientras las operaciones y los ataques seguían. Esta escalada sucede 50 años y un día después del principio de la Guerra del Kippur, el 6 de octubre de 1973 que se concluyó por una victoria militar de Israel pero la necesidad de abrir una fase de negociaciones que se concluyeron por los acuerdos de Camp David, firmados entre Israel, dirigido por Menahem Begin y Anwar Al Sadat, entonces líder de Egipto, en 1978. Hoy en día, los ataques y las represalias israelíes se inscriben tanto en un contexto político interno particular como a nivel internacional: Europa, los Estados Unidos, Ucrania, condenaron de inmediato los actos del Hamas. Irán declaró “sostener esta orgullosa operación” a través del jefe de los guardianes de la revolución, el general Yahya Rahim Safavi.
La guerra “será larga y difícil”, advirtió el primer ministro israelí mientras anunció la suspensión del suministro en energía hacia Gaza, sometido a un estricto bloqueo desde que el Hamas, inscrito en la lista de los movimientos terroristas por los Estados Unidos y Europa, se volvió mayoritario en 2007. El bombardeo de infraestructuras en el territorio palestino pocas horas después de la operación “Diluvio de Al Aqsa”, no impidió Hamas y las brigadas “Ezzedidine Al Qassam”, su brazo armado, en declarar haber capturado un centenar de personas, civiles tanto como militares.
El momento del ataque ha sido bien escogido: Sábado es “Shabbat”, día de reposo en la religión judía. Además se cumplían 50 años después de la Guerra del Yom Kippur que el 6 de octubre de 1973 sorprendió a Israel confrontado a un ataque conjunto de Egipto y Siria. ¿Cómo fue posible que miembros armados del Hamas hayan logrado penetrar en el territorio israelí apoyados por el disparo de 5000 cohetes? En pocas horas, Israel lanzó la operación “Espadas de Hierro”. Pero el mal ya estaba consumado. El Hamas toma rehenes que van a condicionar posiciones de Israel. Las operaciones terroristas se inscribieron en un contexto geopolítico regional muy tenso: la presencia del Hezbollah, cercano de Irán, en la frontera norte de Israel , Siria vecina y devastada por años de guerra civil, Irán que se disputa el liderazgo regional con Arabia Saudita, tantos focos que piden poco por incendiarse.
Sin duda, es la pantalla de fondo aún más peligrosa para Israel que no oculta su preocupación. La movilización de sus reservas militares significa que el Estado mayor anticipa una posible extensión del conflicto: la posibilidad de una guerra sobre varios frentes, existe: el hecho que el Hezbollah haya felicitado el Hamas revela la articulación política y quizás militar, de los actos del 7 de octubre pasado. Para varios expertos, la voluntad del Hamas y aliados, puede consistir en provocar una reacción desproporcionada de Israel, justificando no solamente otros ataques, sino la denuncia del acercamiento en curso, con Arabia Saudita.
Consistiría en una normalización de relaciones que busca deshacer Irán, para debilitar al príncipe heredero saudí, Mohammad ben Salmane. Por cierto, Israel está en legítima defensa y no es posible para Washington retener a Israel en su respuesta militar. Pero, la graduación queda central para la credibilidad de una disuasión que aparece esencial hoy en día frente a un Irán que se posiciona como una potencia regional disponiendo de armamento nuclear. El presidente estadounidense advirtió, en una alocución el 7 de octubre pasado, “cualquier actor hostil a Israel, que buscaría sacar provecho de la situación”. La barbarie de los actos, la profundidad del duelo, deben despertar las conciencias, mientras la posibilidad de una escalada del conflicto, está actualmente en todos los espíritus.
Pascal Drouhaud es un politólogo francés, especialista en temas internacionales y geopolítica.