Mientras la guerra en Ucrania sigue, alimentando tensiones al nivel internacional, debemos prestar atención a la situación en Irán. Desde hace diez días, grandes ciudades como Teherán Chiraz, Ispahan o Tabriz están sacadas por manifestaciones fuertes, encabezadas por miles de mujeres que exigen el fin de la obligación en llevar el “hiyab”, la bufanda que cubre las cabezas de las mujeres. ¿Cómo nació ese movimiento? De rebelión, ¿podrá nacer una revolución?
El 13 de septiembre pasado, una joven iraní de 22 años, Mahsa Amini, fue arrestada en Teherán, la capital de Irán, por “un uso de ropa inapropiado”. Es decir, concretamente, por llevar un velo mal puesto. Tres días después, murió en el hospital Karsa en el norte de la capital. Las versiones divergen: para las autoridades, Mahsa sufría de secuelas físicas, entre ellas cardiacas. La gente coincide en hablar sobre una muerte a consecuencias de golpes que recibió, tal como lo muestran las fotos de su hospitalización con cara hinchada.
Desde entonces, miles de mujeres salieron a la calle, se cortan los cabellos, se quitan el velo y los queman. Con movimientos reformistas, instan el gobierno del presidente Ebrahim Raïssi a cancelar la obligación en llevar el velo.
Según una ley establecida en 1983, las mujeres iraníes y extranjeras, cualquiera que sea su religión, deben salir llevando un velo y el cuerpo cubierto de un vestido amplio. Por ejemplo, la Unión del Pueblo Iraní, creada por cercanos al ex-presidente “reformista” Mohammad Khatami declaró “exigir” de las autoridades la cancelación del hiyab actualmente obligatorio. Desde la elección del conservador Ebrahim Raissi, en 2021, la obligación de llevar el velo ha sido reforzada. Un decreto establecido el 15 de agosto pasado afirma que debe cubrir las cabellos, el cuello y los hombros. Se encarcelaron cineastas como Mostafa Al Ahmad, Jafar Panabi. Es este contexto, el velo está transformándose en el símbolo del cambio o del régimen conservador.
Además, reclaman el fin de las “actividades de la policía moral”, llamando también a la creación de una comisión de investigación sobre la muerte de Mahsa Amini. Desde el principio de las manifestaciones, el gobierno reconoció la muerte de 35 personas, pero se cree pasan de 50. Las manifestaciones se extendieron en más de 130 ciudades en las 31 provincias del país. La represión no falta. Es fuerte como siempre, violenta, a mano de un poder que no quiere negociar.
El paralelo simbólico con las manifestaciones de 2009 en contra de la reelección del presidente conservador Mahmud Ahmadinejad, está establecido: las imágenes de la muerte, en directo, de una joven estudiante en la calle, Neda Agha Soltan, en medio de unas manifestaciones, herida por bala y agonizando unos minutos, habían hecho la vuelta del mundo, simbolizando una resistencia a un poder autoritario. En 2022, el símbolo está nuevamente, encarnado por una mujer, víctima de una represión ideológica: Mahsa Amini. Revelan la fuerza de movimientos civiles en Irán y la aspiración a una libertad sofocada por el régimen.
¡Cuántas centenas de personas han sido arrestadas tal y como en 2009! El poder contesta usando la fuerza para acabar las manifestaciones. No son políticas. Han sido espontáneas, sin organización, uniendo la voluntad de miles de mujeres en defender su espacio de libertad que consideran limitado por el enmarco político-religioso del régimen. Pero el símbolo del velo pone en relieve las bases del régimen establecido después de la revolución contra el Sha de Irán, en 1978-1979.
La llegada al poder del Ayatollah Khomeini cambió la geopolítica regional en Asia Central y Medio Oriente; 43 años después, el régimen está establecido. “Los Guardianes de la Revolución” denuncian “una conspiración del enemigo”, retórica habitual para legitimar la represión: desde hace unos días, Irán está sin internet en gran parte del territorio. Las manifestaciones se inscriben en un contexto de tensiones internacionales que pueden complicar las posiciones de Irán, que reivindica una influencia regional: la guerra en Ucrania lo obliga en repensar su relación con Rusia mientras la cuestión nuclear queda siendo el eje central de la credibilidad de Irán sobre un escenario internacional tensionado.
Por primera vez en años, las manifestaciones versan sobre un aspecto estructurante del régimen iraní. El velo encarna el carácter islámico del poder. Manifestándose en contra de él, se está denunciando el régimen iraní. No existe ningún espacio de negociaciones revelando, una vez más, el valor de las mujeres iraníes que están tomando las calles. En Irán también se está jugando un momento clave para las relaciones internacionales que se inscriben actualmente, en unas zonas de turbulencias fuertes.
Especialista en relaciones internacionales/politólogo