El puerto de Odessa en Ucrania ha sido blanco de disparos de misiles rusos, el sábado pasado, apenas un día después de la firma de un convenio para reanudar exportaciones de cereales. Después de haberlo desmentido, Rusia reconoció a través de la portavoz de la cancillería rusa, María Zakharova, haber usado “misiles” Kalibr, contra “infraestructuras militares” en el puerto ucraniano, sitio vital para la exportación de cereales.
La portavoz del ministerio de relaciones exteriores ruso habló de “misiles de alta precisión y largo alcance desde el mar, destruyendo un barco militar ucraniano y un estanque de misiles antinavales Harpoon, entregados por los Estados Unidos”.
Esta acción militar intervino un día después de la firma de un acuerdo sobre la reanudación de las exportaciones de cereales bloqueadas por el conflicto. ¿Acto preventivo? ¿Mensaje mandado a la comunidad internacional? ¿Voluntad de provocar del imposibilidad de aplicar dicho acuerdo? Tantas preguntas que animan los actores involucrados desde entonces.
Por cierto, desde febrero pasado la imposibilidad de exportar cereales y fertilizantes pone en tela de juicio el equilibrio alimentario tocando directamente a continentes como África y provocando un aumento de los precios en el mundo. El presidente de la Unión Africana, presidente del Senegal, Macky Sall, lanzó a través de El Diario de Hoy una alerta general confirmando el riesgo de crisis alimentaria.
El acuerdo de viernes pasado versa sobre la creación de “corredores seguros” con el fin de permitir la navegación en el Mar Negro de buques mercantes para viabilizar la exportación de 20 hasta 25 millones de toneladas de semillas actualmente bloqueadas. Entonces, ¿por qué Rusia disparó misiles haciendo correr el riesgo de un fracaso en la aplicación del acuerdo convenido en Estambul?
Rusia manda un mensaje de fuerza a la comunidad internacional, pero también recuerda que es un país exportador de productos agrícolas y uno de los actores mundiales en este comercio.
Ahora bien, la acción de fuerza revela una vez más la complejidad de la invasión de Ucrania, seis meses después de su inicio. La principal medida del acuerdo, el establecimiento de “corredores seguros” garantizando la circulación en el Mar Negro, está puesta en tela de juicio con el disparo de los misiles.
Por cierto, Kiev tanto como Moscú se comprometieron a “no atacar” a los buques transportando cereales durante un periodo de 120 días. Rusia pidió que “se permita a los mercados recibir volúmenes suplementarios de fertilizantes y cereales rusos”, sus exportaciones frenadas por las sanciones occidentales. También los rusos pidieron que los buques ucranianos saliendo y entrando en espacio ucraniano sean revisados en Turquía.
Supervisado por la Organización de las Naciones Unidas en presencia de su Secretario General, Antonio Guterres, este acuerdo debe ser “plenamente aplicado” tal como dijo el Secretario General y el Alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borell.
Debería permitir exportar hasta 25 millones de toneladas de cereales, recordando que los mercados de Ucrania tanto como de Rusia representan 30% del mercado mundial. En este contexto, los disparos de misiles rusos un día después de la firma del acuerdo de Estambul revelan, a la vez, la fragilidad de la situación y la dimensión estratégica de Odessa en el conflicto tanto como para sus consecuencias internacionales.
Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN). www.latfran.fr