La guerra sucede en Europa, pero sus consecuencias ya son mundiales. Frente al fracaso de su ofensiva militar, Rusia ha tomado sistemáticamente como blanco las infraestructuras que sustentan la economía agrícola de Ucrania, incluidos sus puertos más importantes. Significativas reservas de alimentos, así como capacidades de producción, procesamiento y transporte en Ucrania, han sido destruidas. La invasión rusa ha detenido el trabajo de gran parte de la tierra cultivable ucraniana y ha desestabilizado los mercados mundiales de alimentos, elevando sus precios. Los costes de los fertilizantes se han disparado, lo cual tendrá un impacto negativo en su producción y accesibilidad y, por lo tanto, en la seguridad alimentaria. Las consecuencias empiezan a sentirse en todos los países, incluso en El Salvador.
El objetivo de Putin es debilitar la economía ucraniana y hacer pasar hambre a los países más vulnerables, responsabilizando al mundo occidental de una guerra que él ha empezado. Aproximadamente 70 países con una población de 1,200 millones de personas ya estaban en una situación vulnerable, en la que el cambio climático y la pandemia habían afectado seriamente a las cadenas de producción.
Además de este chantaje cínico hacia los países más vulnerables, Rusia ha lanzado una campaña de desinformación para hacer creer que el apoyo a Ucrania está detrás de la crisis alimentaria. Lo cierto es que las sanciones a Rusia están dirigidas al gobierno ruso, al sector financiero y a las élites económicas. No prohíben ni la importación ni el transporte de productos agrícolas rusos.
La verdadera respuesta a las dificultades de los mercados mundiales de energía y alimentos es el fin de la guerra. Esto solo puede lograrse con la retirada del ejército ruso de Ucrania. El respeto a la integridad territorial de los Estados no es un principio occidental ni europeo. Es el fundamento de todo el derecho internacional. Rusia los pisotea alegremente dejando a su paso cerca de 11,500 víctimas civiles y desplazando de sus hogares a más de 14 millones de ucranianos
Ante esta situación, la Unión Europea está actuando de manera decidida para limitar el impacto devastador de la crisis y evitar que Rusia convierta a la seguridad alimentaria en un arma de guerra: sumado a los seis paquetes de sanciones contra Moscú, para finales de 2022 habremos reducido nuestras importaciones de petróleo ruso en un 90% y estamos reduciendo rápidamente nuestras importaciones de gas. En paralelo, a corto plazo buscaremos mantener el comercio abierto, evitando las restricciones a las exportaciones, para que los alimentos sean asequibles. A medio plazo vamos a impulsar la resiliencia y sostenibilidad de los sistemas alimentarios.
La solución requiere una respuesta global. La asistencia humanitaria y alimentaria son primordiales. Para lograrlo, hemos destinado 348 millones de euros en ayuda humanitaria para Ucrania y trabajamos de forma conjunta con Naciones Unidas, el G7, el Programa Mundial de Alimentos y otras instancias internacionales. El Salvador tiene un papel de gran relevancia en esta crisis. Con su apoyo se podría intentar llegar a un acuerdo en las negociaciones en Naciones Unidas que facilite la salida del grano ucraniano de sus puertos, tratando así de evitar una crisis alimentaria a escala mundial.
Ante la invasión de Ucrania, hemos pasado de la palabra a la acción demostrando que, ante un atropello, Europa sabe responder. Las sanciones económicas son ahora el núcleo de esta respuesta. Ya están empezando a surtir efecto y lo harán aún más en los próximos meses. Y mientras, seguiremos unidos y solidarios en defensa de la soberanía del pueblo ucraniano.
Firman:
François Bonet, Embajador de Francia
Carlos de la Morena Casado, Embajador de España
Edoardo Pucci, Embajador de Italia
Peter Woeste, Embajador de Alemania
François Roudié, Embajador de la Unión Europea