A los 100 días de la guerra en Ucrania, la situación no para en ponerse siempre más seria, tanto sobre los teatros armados como sobre el escenario internacional. El propio presidente Volodimir Zelenski declaró el 3 de junio, que los rusos controlaban “20% del territorio” ucraniano mientras se refuerzan las sanciones internacionales y, en consecuencia, una nueva lógica de bloques que todo parece separar.
De la intención de una “guerra relámpago” a la instauración de “la guerra de desgaste”, la comunidad internacional se instala en una contexto de crisis, reforzando sus bases de seguridad y teniendo cuidado en no exceder los límites que volvería la situación incontrolable. Una de las pruebas sigue siendo “el brazo de hierro” entre Rusia y la OTAN/ NATO, la famosa organización de seguridad del Atlántico Norte, creada en 1949 en el principio de la Guerra Fría. Busca ampliarse en las fronteras norte europeas de Rusia, aceptando una integración exprés de Finlandia. La dinámica es idéntica para Suecia, pero Turquía está condicionando su acuerdo a una revisión de posiciones suecas sobre movimientos opositores al líder turco. Estas fricciones internas no ocultan el hecho de que las operaciones armadas rusas acabaron con unos aspectos del acuerdo de coexistencia entre la Organización y Rusia.
El Secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, insistió estos últimos días sobre la “responsabilidad” en apoyar Ucrania sin, por lo tanto, entrar en una confrontación directa con Rusia. Ahora bien, esta realidad no impide un apoyo logístico y en unos tipos de armas como lo son los sistemas de misiles que “permitirán impactar con mas precisión a unos objetivos” tal como lo dijo el presidente Joe Biden el 31 de mayo pasado. Los Estados Unidos decidieron producir unos equipos “Himars”, (High mobility artillery rocket system) con 80 kilómetros de alcance. Tienen varias estaciones de lanzamientos de misiles. Estos materiales permiten al ejército ucraniano contestar al ejército ruso. Por cierto, después de un reajuste y después de haber abandonado la idea de tomar la capital, Kiev, Moscú se está consolidando en las regiones del Donbás. El Mar de Azov está quedando bajo un control ruso completo cuando la batalla se concentra sobre ciudades como Severodonetsk, que está a punto de caer. La escalada militar no es, por lo tanto, privilegiada por los aliados de Ucrania: los Estados Unidos no procuran armas a Kiev que permitirían impactar directamente a Rusia, lo que podría ser considerado como un acto de “co-beligerancia” que podría amenazar la paz global.
Ahora bien, el equilibrio mundial está amenazado sobre otros terrenos. El sector de la alimentación ha vuelto prioritario y estratégico para el mundo. El presidente de la Unión Africana, Macky Sall, presidente del Senegal, realizó el 3 de junio pasado, una visita a Sotchi, en Rusia. Se reunió con Vladimir Putin. Se trataba de llamar su atención sobre lo presión inflacionista sobre productos de primera necesita al nivel alimentario. El presidente senegalés quiso reafirmar que los países de África están transformándose en “víctimas” del conflicto en Ucrania.
Las restricciones sobre los puertos de exportaciones, las consecuencias sobre las rutas del comercio dentro del cual, el marítimo, cuanto Ucrania y Rusia son unos de los principales productores de cereales como el trigo, las tensiones sobre los fertilizantes, hacen correr un riesgo sobre los suministros para una parte de la población mundial. Esta realidad no tiene nada de anecdótico: las tensiones económicas pueden acelerar el malestar social, transformándose en tensiones políticas.
El presidente Sall llamó a ver el sector alimentario apartado de las sanciones económicas y financieras adoptadas por Occidente. Hoy en día, no salen los barcos de Ucrania que era, antes de la guerra, el cuarto exportador mundial de maíz, tercero de trigo, garantizando 50% del comercio mundial de aceite y semillas de girasol. La preocupación del líder africano es grande. Se agrega a la de la ONU que teme hambrunas en África que mucho depende de las exportaciones mundiales de trigo, contando con una población de 282 millones de personas sufriendo de malnutrición.
El presidente Macky Sall conoce los riesgos: advirtió sobre el posible estallido de los precios de los fertilizantes que podrían provocar una caída entre 20 y 50% de los rendimientos de cereales. Ilustra otra componente del conflicto que se extiende, mecánicamente bajo su forma económica.
El 2 de junio pasado, la Unión Europea aprobó un sexto paquete de sanciones contra Moscú y con la vocación en reducir de 90% sus importaciones de petróleo antes del final del ano. El objetivo consiste en lograr un fin de las importaciones rusas transportadas por barco, es decir los 2/3 de las compras europeas, ademas de la exclusión de nuevos bancos rusos del sistema internacional Swift y como la principal entidad financiera rusa, Sberbank. La guerra en Ucrania ganó los espacios económicos mundiales: las preocupaciones por ejemplo, en el sector alimentario, revelan la exigencia en prevenir tensiones sociales, económicas que podrían tener repercusiones políticas. ¿Anunciará una nueva forma de fragmentación de las relaciones internacionales, privilegiando un a nueva regionalización para poder contestar a los desafíos de cada parte del mundo? Por cierto, mientras más dura el conflicto en Ucrania, más riesgos de tensiones económicas aparecen, situación que ilustra la visita del presidente del Senegal, en nombre de la Unión Africana, Macly Sall, a Rusia.
Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN). www.latfran.fr