Una campaña de bombardeo estratégico consiste en una serie de bombardeos planificados contra objetivos clave del enemigo; su objetivo es destruir la capacidad combativa, de comunicaciones y recursos del atacado para poder facilitar una victoria militar. Estos objetivos pueden ser centros de mando, infraestructura clave como puentes, centrales eléctricas, arsenales, telecomunicaciones, etc.
Para que algo como esto sea posible, el ejército que desee realizar un ataque de estas características debe tener numerosos medios para atacar a larga distancia, por ejemplo: misiles, drones de largo alcance, o aviones bombarderos. No es algo que esté al alcance de cualquier país, eso es importante de tener en cuenta.
Rusia ha realizado varias de estas campañas a lo largo del conflicto, normalmente durante el invierno, llevando a Ucrania muchas veces al límite de evacuar ciudades enteras por el deterioro en el suministro de servicios básicos y calefacción. La misma Kiev estuvo cerca de ser evacuada en el invierno de 2022 tal y como expresó su alcalde Vitali Kilchkó en una nota para la BBC.
Conforme el conflicto evolucionó, Ucrania apostó por darle a Rusia un poco de su propia medicina, no con el objetivo de castigar a la población civil rusa hasta rendirse pues no es algo alcanzable (y que podría ser contraproducente), sino de desgastarlos, encarecer la guerra para el Kremlin. Tal vez un par de ataques no hicieran la diferencia, pero decenas y decenas de ataques contra objetivos clave a lo largo del tiempo, sí. Es así como Ucrania se puso manos a la obra.
La voluntad existía, pero tenían un problema. A diferencia de Rusia ellos no tenían medios de ataque de largo alcance, y los que llegaban de parte de sus aliados occidentales eran útiles pero limitados en cantidad y uso, debían encontrar medios más económicos, eficientes y a su alcance. Parafraseando al arqueólogo español Alberto Garín: "La necesidad es lo que más alimenta la creatividad humana y su capacidad de resolver problemas".
Los primeros ataques realizados por Ucrania consistían principalmente en infiltrar fuerzas especiales dentro del territorio ruso y desde ahí operar drones medianos para atacar, algo costoso y no tan eficiente, pero algo era algo, igualmente explorar el uso de avionetas cargadas de explosivos para realizar algunos ataques en profundidad, pero algo a fin de cuentas muy rudimentario. Sin embargo, para inicios de 2024 la guerra estaba completamente estancada, los meses habían pasado y lo que empezara con intentos tan modestos empezó a dar frutos.
A lo largo de 2024 Ucrania empezó a usar de forma generalizada drones como el palianytsia y el lutyi, a finales de año presentaron un híbrido entre misil y dron llamado "infierno", y en secreto desarrollaban su propio misil de largo alcance modificando un misil antibuque, actualizándolo y adaptándolo para el ataque terrestre de largo alcance, llamándolo "Long Neptune" el cual debutó la semana pasada.
Las capacidades ucranianas se fueron acumulando, los ataques se iban incrementando, hasta que el 1 de enero de 2025, Kiev estuvo en condiciones de lanzar su primera campaña de bombardeo estratégico de la guerra, la cual persiste hasta el día que se publica esta columna. Desde entonces ha dejado de ser noticia porque se normalizó, pero todas las semanas Ucrania golpea arsenales, refinerías, e infraestructura de extracción de recursos tan al interior de Rusia como 1,300 kilómetros. Merece especial mención el mayor ataque de drones y misiles realizado hasta el día de hoy sobre la estratégica base aérea Engels 2 el día 19 de marzo de 2025.
Es cierto que Ucrania no posee la fuerza para derrotar a Rusia en el campo de batalla, pero sí la suficiente para volver cada metro avanzado en un derramamiento de sangre, que sumado a la campaña de bombardeo estratégico, está demostrando que si Vladimir Putin piensa vencer y llegar hasta las últimas consecuencias, Ucrania va a vender una posible derrota muy caro. Esto incluso podría servir de disuasión y que Rusia se lo piense dos veces antes de querer prolongar la guerra por mucho tiempo más.
Y claro que esto está teniendo consecuencias. A finales de enero, una investigación de CREA Analysis demostró que Rusia tocó ese mismo mes su mínimo de exportación de hidrocarburos desde que empezara la invasión. La situación se complejiza, y aunque para Ucrania la situación es poco alentadora dada la coyuntura actual con el gobierno de Donald Trump, eso no significa que Rusia las tenga todas consigo en medio de una situación en la que este tipo de ataques no harán más que aumentar a medida pasen los meses.
Este es otro aspecto importante pero menos conocido sobre esta aventura que a Rusia (y luego al mundo) se les ha salido de las manos, con un errático gobierno de Estados Unidos que ve como su deseada paz se está yendo a ningún lado tras la visita de su delegado Steve Witfkoff a Moscú.