Soy de una generación que vimos el fin de la Guerra Fría, cuando todavía vimos jugar el último mundial a la Unión Soviética con la camiseta que decía: CCCP o URSS, la famosa bandera de la hoz y el martillo, con un fondo rojo. Vimos a Reagan y a Gorbachov en diferentes discursos y palestras, por una parte la imagen de Reagan y su semblante sonriente y sus mejillas rosadas, y la de Gorbachov, con su mirada fría, en su cabeza un lunar que parecía una espacie de mapa, las súper-potencias de ese entonces mostrando los dientes feroces pero sin ladrarse o morderse.
También Hollywood con sus películas que instaba al alarmismo de la guerra nuclear en medio de la Guerra Fría, las que recuerdo: Superman IV, Rocky IV y Rambo III, en las cuales siempre predominaba la competencia entre la Unión Soviética y Estados Unidos, el temor al conflicto nuclear y que la humanidad se consumiera ante el apocalipsis atómico, algo que en ese momento los que vivíamos nuestra niñez no vimos suceder, más que los tiempos evolucionaron a otro tipo de acontecimientos mundiales como la Caída del Muro de Berlín, el desplome de la Europa comunista, y como por efecto dominó el fin de cruentos conflictos latinoamericanos, entre ellos el nuestro, que culminó con la firma de los acuerdos de paz y que la guerrilla se convirtiera en partido político.
Posteriormente en la geopolítica surgieron más conflictos en el Medio Oriente (1991), enfocados al tira y encoge petrolero, como el de Iraq, Kuwait, Irán, Arabia Saudita, la Guerra del Golfo o Desert Storm, el debut de los misiles SCUD, la magnificación de un nuevo villano: Saddam Hussein, la hostilidad del tirano babilónico que incendio pozos petroleros; también surge la imagen de George Bush padre. Fue una guerra más mediática. En nuestro país ya podíamos ver en la TV reportes de las cadenas internacionales como CNN y Univisión los desembarcos de las tropas y los combates nocturnos en pleno desierto.
Para ese entonces ya la URSS ya se había transformado en la Federación Rusa, en una cruenta y difícil transición del sistema comunista o un modelo supuestamente más democrático. Es cuando surge otro actor de la historia contemporánea: Boris Yeltsin (1991), de sonriente semblante ,atípico ante el acostumbrado frio rostro de Mijaíl Gorbachov. La bandera rusa se había convertido en tricolor, y con esta convulsa transformación surgieron nuevas naciones que dejaron de formar parte de la ex Unión Soviética.
El lenguaje de la Guerra Fría ya bajaba el tono. Las amenazas nucleares eran menores. El mundo era más normal pero no pacífico. En nuestro país se reinsertaban los ex combatientes tanto del Ejército como de la guerrilla a una nueva vida de paz (1992 -93), acostumbrados a la sangre y violencia y a la cruda falta de oportunidades. No eran tan buenos tiempos porque nacían nuevos problemas sociales: incremento de asaltos, secuestros, grupos de pandillas. Parecía como que la violencia focalizada en las montaña se había trasladado al área urbana. La economía y la vida civil no parecían mejorar.
Acercándonos al nuevo milenio, el tema del terrorismo, los radicales islámicos reescribían la geopolítica. El conflicto palestino –israelí parecía acercarse al entendimiento en los acuerdo de Oslo en 1993; el presidente Bill Clinton había logrado un acercamiento entre el primer ministro de Israel, Isaac Rabin, y Yasser Arafat y la OLP. Recordemos aquella famosa foto en la que el mundo miraba a dos líderes y naciones conflictivas estrecharse las manos.
Pero en Medio Oriente surgía otra avanzada terrorista islámica: Al -Qaeda y otro villano, Osama Bin Laden. El 11 de septiembre de 2001 la humanidad experimentaría un cambio radical ante el ataque al corazón financiero de Estados Unidos, los ataques a las Torres Gemelas y el desplome de las mismas. Basta recordar aquella imagen de cuando se le acerca un asistente al ex presidente George Bush hijo y le daba a conocer el terrible acontecimiento y el cambio tajante de su semblante ante la noticia. No era un misil ruso hipersónico el que había irrumpido en los cielos de Manhattan, eran aviones secuestrados por radicales islámicos que vivían en Estados Unidos.
En la actualidad, a tres años de haber iniciado el conflicto Rusia-Ucrania, Vladimir Putin transformado en villano que amenaza la estabilidad de la región; aparece nuevamente aquel fantasma de la Guerra Fría y la narrativa atómica, ahora con más fuerza y peligro. Se han activado los protocolos en toda Europa de amenaza bélica, por las declaraciones del dictador ruso que intimida y amenaza responder con misiles hipersónicos con carga nuclear a aquellas naciones que apoyen militarmente a Ucrania para que ataque a Rusia. No estamos lejos de amanecer con una noticia de una devastación atómica en alguna ciudad ucraniana uno de estos días, pero también hay una guerra psicológica por parte de Rusia, fake news, chantaje nuclear, como dicen popularmente acá el “salveque”. Rusia no tiene derecho de asesinar a gran escala.
*Especialista en temas ambientales.