Fue en Vilnius, en Lituania, la parte oriental de Europa, donde acaba de celebrarse, el 11 y 12 de julio pasado, una cumbre esencial de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una coalición de seguridad y militar creada en 1949, cuya posición se ha vuelto central desde que empezó el conflicto entre Ucrania y Rusia, el 24 de febrero de 2022.
La OTAN se ha transformado en un pilar de apoyo a Ucrania, teniendo que encontrar un punto de equilibrio entre apoyo a Ucrania, víctima de la agresión rusa sin alimentar el riesgo de una escalada militar con un fondo de atrás haciendo aparecer una posible amenaza nuclear. Negociaciones internas, suministro de equipamientos que puedan sostener el esfuerza defensivo ucraniano, otorgándole medios para prevenir ataques, sin nutrir un potencial ofensivo que podría llevarla a territorio ruso, exigen coordinación continua y diálogo permanente entre los miembros de la organización.
Esta cuarta cumbre, organizada desde 2022, planteaba varios temas estratégicos, entre ellos la exigencia de un acuerdo de Turquía sobre la adhesión de Suecia y el tema de una adhesión o relación reforzada con Ucrania. En presencia del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y de los demás países miembros del G7 (Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido) reiteraron su decisión de aportar un apoyo militar a largo plazo a Ucrania. Obviamente, no reemplaza la voluntad de adhesión a la OTAN pero ofrece una garantía para favorecer no solamente una estabilidad en materia de potencial militar y de resistencia a los ataques, sino una protección política. Aquí aparece la idea de una "santuarización" de Ucrania frente a Rusia, estableciendo una lógica de disuasión frente a "cualquier tipo de ataque armado" ruso. Por cierto el presidente ucraniano sigue afirmando que el porvenir de su país está dentro de la OTAN, pero la organización privilegia un camino progresivo: el poyo es sin falla pero Jens Stoltenberg, el secretario general de la Alianza, tiene la responsabilidad en nombre de los países miembros, de no alimentar una escalada bélica directa e irremediable con Rusia.
Con la OTAN, el G7 pareció abrir caminos de proyección política y diplomática: a la par de los miembros de dicho grupo de países más industrializados fueron ocho países más que se asociaron a la declaración final: España, Países Bajos, Portugal, Islandia, Noruega, Dinamarca, Polonia y República Checa. Todos afirmaron que tenían que asegurarse, "al final de la guerra, que existirán mecanismos creíbles para a seguridad de Ucrania para que no se repita la historia".
Francia anunció el envío a Ucrania de misiles de largo alcance Scalp y una coalición de 11 naciones empezará a formar a los pilotos ucranianos sobre los aviones F16 a partir del mes próximo. Estas posiciones pusieron en relieve la estrategia de la OTAN para los próximos meses: ¿cuáles son los medios de producción de armamento? ¿Cuál será la cooperación militar? ¿Cómo acompañar el esfuerzo de guerra a la par de las contribuciones financieras?
Por cierto, el tratado supone que los miembros contribuyen al nivel de 2% de su PIB. Son 11 solamente sobre los 32 miembros en alcanzar este compromiso, dejando entonces un gran margen de progresión. Ahora bien, Ucrania, recibiendo estos apoyos, no obtuvo un calendario preciso en cuanto a un proceso de adhesión. Los Estados Unidos siguen siendo prudentes sobre este punto, mientras Ucrania "debe llevar a cabo varias etapas". La OTAN apuesta sobre una posible adhesión pero al terminar la guerra, preservando un espacio de negociación , en el momento dado, con Rusia. Este país, desde la rebelión del grupo Wagner, enfrenta muchas interrogantes sobre la estabilidad del poder central que parece contener el riesgo de propagación de un malestar evidenciado por Evgueni Prigozhin, líder de esa fuerza.
En este contexto, la cumbre de la OTAN marcó un gran avance en cuanto a la adhesión de Suecia, a la cual se oponía Turquía y el presidente Recep Erdogan. El líder turco reprochaba los enlaces con las asociaciones kurdas consideradas en Estambul, como terroristas. Levantando su oposición a la llegada de Suecia, después de Finlandia, el presidente turco Recep Erdogan, reelegido hace pocas semanas para un nuevo mandato, logró volver en el centro de la OTAN: se reforzó en el norte de Europa y el garantiza el flanco oriental.
La cumbre de Vilnius ha sido muy estratégica en el contexto actual: consolidación de la organización en su dimensión operacional, proyección en un futuro posguerra consolidando, por tanto, el potencial de resistencia para contener sin favorecer una escalada. Equilibrio delicado para indispensable en medio de un conflicto violento y con consecuencias económicas para todos.
Politólogo francés y especialistas en temas internacionales.