El 53o Foro Económico Mundial de Davos se reunió en Suiza entre la alerta sobre una posible fragmentación de los enlaces internacionales, las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania, los riesgos climáticos ilustrados por los reclamos encendidos de Antonio Guterres, Secretario general de la ONU; Al Gore, el exvicepresidente estadounidense y Greta Thunberg, los debates y visiones para 2023 no faltaron. Se juntaron con mensajes de optimismo a mediano paso, en medio de las tormentas corrientes, ilustrados por la presidenta del Banco central europea, Christine Lagarde, en cuanto a la lucha contra la inflación.
Pero esta masa de reflexiones reveló por el momento una fórmula adaptada a la realidad que vivimos desde hace varios años, tanto a raíz de la covid-19 y las tensiones sociales que generaron tanto como por las tensiones económicas y comerciales a consecuencia de la guerra en Ucrania: entramos en el fin de una globalización “feliz” como lo fue durante años, en constante expansión.
El foro de Davos se enmarcó este año en la guerra a las puertas de la Unión Europea. Hoy en día, el debate consiste en apoyar la economía de Ucrania, que sufre de varios ataques que hacen correr el riesgo de una desarticulación tanto en el suministro de productos como de los servicios que apoyan la transformación económica en el contexto de guerra. En 2022, adaptarse a las crisis comerciales en los sectores energéticos tanto como alimentarios o de servicios nutrió una inflación que aparece como un riesgo tanto sobre el nivel de consumo como de producción, con consecuencias sociales que pueden amenazar cohesiones nacionales tanto como regionales.
A pesar de todo, la presidenta del Banco Central europeo, la francesa Christine Lagarde, pudo dejar entrever un mensaje de optimismo. Aunque las cifras de inflación están “demasiado elevadas”, empezaron a “dar paso atrás “ en los Estados Unidos y en Europa, provocando una reducción de la presión sobre el poder de compra de los consumidores. Hizo aparecer a mediano plazo “la perspectiva de la parada de un endurecimiento de las políticas monetarias”, aunque por el momento el Banco Central europeo seguirá subiendo sus tasas de intereses para concentrarse en la lucha contra la inflación. A largo plazo, no despegaron, lo que no provocó presión sobre las deudas públicas.
Para los europeos, varios son los elementos que explican la percepción de una mejoría en el transcurso del año: la inquietud en cuanto a una posible penuria de energía tal como parecía en diciembre pasado se aleja. La industria alemana resistió, la sensibilización de las opiniones públicas reveló una responsabilidad común en el consumo energético, a tal punto que el riesgo de una recesión también disminuye a pesar de una desaceleración del crecimiento económico. Pero, por cierto, de la noción de fragmentación que aparecía en los primeros días, surgió el de la residencia y resistencia frente a los desafíos de crisis económicos-sociales y de seguridad.
Para muchos, el mundo sufre de una forma de “depresión internacional” que se aceleró con la nueva rivalidad entre Occidente y potencias que se presentan como “alternativas” y alineadas a un orden global que nació de la Carta de las Naciones Unidas al final de la Segunda Guerra Mundial. En todos los continentes surgen focos de tensiones, de denuncia de las reglas, tanto como de afirmación de una potenciación regional. Rusia obviamente, pero también en Asia Central, Irán, Corea del Norte en Asia Oriental, cuando los Estados unidos y China están en un frente a frente. En Medio Oriente, Israel está preparándose a una forma de confrontación con un Irán que busca a cualquier precio entrar en “el club” de los países nuclearizados, representando un riesgo de proliferación regional y global.
La guerra en Ucrania prepara el campo occidental y el escudo en el que consiste la OTAN, en examinar todas las posibilidades de confrontación con Rusia, para poder volver imposible lo peor. Eso es la pantalla de fondo de un contexto pesimista que no logró ocultar evoluciones económicas positivas desde hace unas semanas, en el primer rango de las cuales está la reapertura china. Con ella, el crecimiento económico podría volver a la zona euro. La evolución de China va a facilitar el acceso de los suministros para los industriales internacionales.
Las cifras de la inflación empiezan en bajar lo que va a provocar una disminución sobre el poder de compra. Abre la perspectiva de una reducción del endurecimiento de las políticas monetarias. Ahora bien, la identificación de peligros nuevos no faltan: catástrofes climáticas, migraciones, ciber-criminalidad, los impactos sociales de las tensiones económicas, tantos aspectos que han sido examinados durante el último Foro de Davos.
Ilustro la gravedad del mundo, en un contexto evolutivo: de una fragmentación internacional, en la cual los intereses nacionales podían parecer tomar posición sobre lo más regional, evolucionamos hacia una resiliencia, una forma de resistencia frente a los riesgos generados tanto por los choques de la covid como de la guerra en Ucrania. La reapertura china, el control aunque todavía relativo, de la inflación, deja entrever a mediano plazo en el transcurso de 2023, una estabilización económica, descartando una recesión global. Una nota de optimismo se encendió, lo suficientemente raro como para ser apuntado.
Politólogo francés y especialistas en temas internacionales