Twitter es una red social de microblogueo, creada originalmente en California -pero está bajo la jurisdicción de Delaware desde 2007- por Jack Dorsey en 2006. A través de esta herramienta de tecnología social y digital se permite enviar mensajes de texto plano de corta longitud, con un máximo de 280 caracteres (originalmente 140).
Si bien Twitter es muy importante por su velocidad de comunicación, su arquitectura real está configurada por un 0.5 a 10 % de usuarios de la población de los países; siendo así un modelo reducido de teoría de los espejos, en donde “aglomeraciones de pares” interactúan o difunden información, creyendo que lo que sucede allí es algo que se está moviendo o manejando a nivel de país, pero en realidad no es así. Dicho de otro modo, Twitter representa -social hablando- un espejismo sociológico.
En nuestro contexto, Twitter se ha vuelto una verdadera cloaca de insultos, ataques, odiadores profesionales (haters), linchamientos, difamaciones, entre otros fenómenos psicóticos; se trata de troles asalariados y otros personajes en busca de notoriedad, de satisfacción vicariante o de descargar los deseos reprimidos de sus problemas de la vida real. Efectivamente, Twitter es una válvula de escape.
Hace unos cinco años abrí una cuenta de Twitter, la cual la tuve que cerrar en la época de pandemia por la cantidad de ataques e insultos, cada vez que publicábamos informes de modelos matemáticos, encuestas u otros informes producidos en el Instituto científico donde trabajo.
El 25 de mayo del corriente, el Centro de Estudios Ciudadanos (CEC) de la Universidad Francisco Gavidia (UFG) presentamos el informe de la encuesta de tercer año de gobierno, la octava encuesta desde que este presidente está en el poder. Dado que los resultados eran favorables al presidente, inmediatamente una horda de opositores se lanzó a atacar a la encuestadora; por si fuera poco, los pseudo medios afines al gobierno comenzaron a maximizar los resultados sacándolos de contexto.
A renglón seguido, algunas personas “profesionales” que están enojadas con el régimen de Bukele, como suele estar la mayoría de personas más educadas de este país y a la vez minoría de nuestra sociedad, agudizaron sus ataques y hasta acusaron que la encuesta era pagada por el gobierno.
Nuestra encuesta estaba acompañada de un artículo de “opinión” (doxa) que utilizaba varias “alegorías” -catalogadas explícitamente como tales-, como por ejemplo el trillado 3%, pero además afirmaba: “Ya no somos un país, más bien parecemos una secta que tiene un líder, al que se le cree y no se le cuestiona, es un asunto de fe. Él es el principio y fundamento de todo; es una especie de oráculo y posee diversos círculos de extrema lealtad. Él señala el camino, define el futuro, nadie más puede competir o disentir con sus ideas”.
Lamentablemente estos yihadistas enojados no logran leer, entender ni interpretar las encuestas y los artículos de opinión; sólo intuyen algo negativo o que no les parece, atacan ferozmente y detrás de ellos sigue un ejército de idiotas que no sólo reafirman la hipótesis, dan like, retuitean y además aprovechan para insultar y hasta inventar historias sobre mi persona sin conocerme.
Quien verdaderamente conoce mi trayectoria académica o lee lo que publico sabrá que mi relación con el gobierno no es para nada buena desde los episodios de los modelos matemáticos sobre covid-19 y el proyecto de Cercos Epidemiológicos de San José Villanueva. También sabrán que desde 2012 dirijo la casa encuestadora de la UFG y que nuestras investigaciones son serias, rigurosas y no están al servicio del mejor postor, sea el resultado que sea. Publicamos una encuesta muy desfavorable sobre Bitcoin y también, desde 2019, ocho estudios sobre este gobierno que reflejan una clara situación sobre el humor social y político de los salvadoreños: Una mayoría que lo apoya y una minoría disidente. Si es el 3% o el 20% es un asunto de simple hermenéutica, pero no es casualidad que el oficialismo tenga mayoría calificada en la Asamblea Legislativa y que sostenga una calificación sostenida de 8 y fracción en ocho estudios; hay que saber leer las tendencias y no atacar a los mensajeros.
Finalmente hablemos un poco de los Yihadistas; el yihadismo nuestro, tropicalizado es una neoideología que utiliza un método de terrorismo a través de lenguaje digital, sean troles o “profesionales”, anónimos o con nombre y apellido, suelen atacar, difamar, odiar y sustentar sus posturas en lecturas parciales o limitadas. Encausan una guerra ideológica, están enojados, y en el fondo tienen razón, hay argumentos, pero su estado psicótico les nubla la mente y no miden. A este fenómeno Umberto Eco le llamó “la invasión de los necios” o “la legión de idiotas” (De la estupidez a la locura; Lumen, 2016).
No es un desplante elitista, es una realidad; para Eco, “las reacciones en caliente, las noticias falsas y las afirmaciones sin sustento estaban alcanzando una atención superior a la que tenían las opiniones mesuradas, el periodismo profesional y las apreciaciones de los expertos. Lo preocupante era la falta de filtros (…)”, al poner a todos los comentaristas en un mismo escaparate, Twitter o Facebook daban al necio una audiencia similar a la de cualquier premio Nobel. Triste pero cierto… Twitter es la estupidez colectivizada, por eso es el principal canal de comunicación gubernamental.
Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.
Investigador Educativo/opicardo@asu.edu